El gobierno de Estados Unidos ha reconocido que dirige 336 biolaboratorios en 30 países de todo el mundo.
Al menos 26 de esas instalaciones –financiadas en secreto por el Pentágono– están en Ucrania. Pero los contratos hallados allí por el ejército ruso sugieren que Estados Unidos en realidad firmó contratos similares con 49 países, o sea muchos más de los que ha reconocido públicamente.
Washington afirma que esos contratos no violan la Convención sobre Armas Químicas de 1975 –documento entre cuyos firmantes está Estados Unidos– a pesar de la implicación de una entidad del Departamento de Defensa estadounidense: la Agencia de Reducción de Amenazas contra la Defensa (Defense Threat Reduction Agency, designada por las siglas DTRA).
Las fuerzas armadas de la Federación Rusa han revelado que esa agencia estadounidense realizó experimentos biológicos con enfermos mentales ucranianos en el hospital psiquiátrico número 1, situado en la localidad de Streletchye, en la región de Jarkov, y que utilizó el agente patógeno de la tuberculosis para infectar a los pobladores del distrito de Slavianoserbsk, en la autoproclamada República Popular de Lugansk.
Los biolaboratorios militares de Estados Unidos en Ucrania ya fueron objeto de un debate en el Consejo de Seguridad de la ONU, el 11 de marzo de 2022 [1].
Estados Unidos alegó entonces que no estaba preparando allí armas biológicas sino que sólo ayudaba Ucrania a destruir lo que quedaba de los programas soviéticos.
Pero esa argumentación de Estados Unidos ignora el hecho que su Departamento de Defensa sigue mantiendo biolaboratorios en al menos 30 países. Tampoco explica el financiamiento que el Pentágono sigue aportando a esas instalaciones… desde hace unos 30 años.
Por su parte, la prensa china señala que en los años 1980 el United States Army Medical Research Institute of Infectious Diseases diseminó en suelo estadounidense –en el Estado de Georgia– el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, de la chikunguña y del virus del zica.
Hoy en día la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) de Estados Unidos realiza investigaciones sobre lo que denomina «insectos aliados».
Oficialmente, esa agencia del Pentágono trata de transformar insectos normales en ciborg, o sea en criaturas que son una combinación de organismos biológicos y dispositivos cibernéticos (ver foto) que modificarían genéticamente las plantas de cultivo, supuestamente para que aumenten su rendimiento.
Pero, de manera no oficial, podría tratarse de alcanzar el objetivo contrario, o sea esterilizar las plantaciones de los países enemigos y provocar así hambrunas, como advirtió en 2018 la revista especializada Science [2].
La prensa china estima que el deseo del Pentágono de alcanzar ese último objetivo explica el hecho que los experimentos organizados por la DTRA estadounidense se realizan precisamente en todos los países cercanos a las fronteras de Rusia y de la República Popular China.
En este momento, el embargo occidental contra las ventas rusas de fertilizantes de base potásica ya afecta la agricultura en numerosos países, sobre todo en África, mientras que la diseminación de gran cantidad de minas navales –provenientes de las potencias occidentales– frente a las costas de Ucrania impide la exportación de cereales ucranianos hacia Asia y África.
Todo eso está a punto de provocar hambrunas a nivel mundial, situación gravísima que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, señalaba recientemente [3].
[1] «China expresa su inquietud ante las investigaciones biológicas militares de Estados Unidos en Ucrania», Red Voltaire, 14 de mayo de 2022.
[2] “Agricultural research, or a new bioweapon system? Insect-delivered horizontal genetic alteration is concerning”, por R. G. Reeves, S. Voeneky, D. Caetano-Anollés y F. Beck, C. Boëte, Science, 5 de octubre de 2018. Ver en nuestro sitio web «El ejército de insectos del Pentágono», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia), Red Voltaire, 10 de octubre de 2018.
[3] «El secretario general de la ONU pide que se anule el embargo sobre los fertilizantes rusos», Red Voltaire, 18 de mayo de 2022.
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