En su edición del 2 de enero de 2006, el diario católico francés La Croix, propiedad de la congregación de los Asuncionistas, dedica un dossier a la nueva presidencia del G-8 asumida por Rusia

Para el diario, el hecho de que Rusia haya interrumpido sus entregas de gas a Ucrania el día en que asumió la presidencia del G-8 prueba que el objetivo de esta medida no es tanto presionar a Ucrania como a los demás miembros del grupo. Otros periódicos prefieren vincular el cese de los suministros a Ucrania con las próximas elecciones legislativas en ese país para de esta forma demostrar la injerencia de Rusia en la campaña electoral. Ahora, si bien estos acontecimientos no dejarán de tener repercusiones unos sobre otros, sus fechas han sido fijadas según calendarios independientes: la presidencia del G-8 rota anualmente, el contrato de gas vencía el 31 de diciembre de 2005 y las elecciones legislativas han sido fijadas de conformidad con la ley ucraniana. No existe el más mínimo complot de Putin en estas coincidencias de fecha.

Pero hay un hecho más extraño: La Croix es irónica en cuanto a las propuestas rusas en el seno del G-8 con el fin de garantizar la seguridad energética de los Estados miembros cuando en realidad la suspensión del contrato ucraniano pone en apuros a los europeos. Sin embargo, la iniciativa rusa tiene como propósito garantizar el acceso equitativo de todos a la energía de forma tal que Estados Unidos y sus aliados no vuelvan a caer en la tentación de invadir Estados petroleros como Irak. Por lo tanto, la ironía de La Croix sólo puede ser comprendida sobre la base de un prejuicio: Rusia no tendría nada que decir en la dirección de los asuntos mundiales y debería entonces contentarse con dejar que los «occidentales» saqueen sus riquezas.

Y algo más sorprendente aún: para La Croix, como para muchos otros de sus colegas atlantistas, la exigencia rusa de poner fin a la economía soviética y facturar su gas al precio del mercado constituye un chantaje insoportable. Señala que esta decisión «demuestra cómo Rusia está dispuesta a hacer uso de este poder». En tiempos de Boris Yeltsin este mismo diario consideró como un progreso que empresas privatizadas que transferían sus ganancias a Occidente cobraran internamente la energía en función de su costo real.