Es interesante detenernos y examinar esta declaración, sobre todo, por el término estadista; palabra tantas veces usada, defendida y manoseada por expertos de la política nacional. Muchos nos dejamos embelesar por tan sonoro y atractivo término pero, ¿alguno de nosotros sabe realmente lo que significa ser un estadista? ¿Será que realmente nuestro presidente cumple las condiciones necesarias para ser proclamado como tal? A continuación se presentarán los motivos por los cuales en términos estrictos nuestro presidente no se puede considerar un Estadista a cabalidad.

Respecto al término "estadista", el diccionario en su segunda acepción lo describe como la "persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado". El concepto también ser refiere a un líder político con capacidad de liderazgo, creación perenne, visión u horizonte, incapaz de someterse a coyunturas y motines sospechosos contra la razón y la ley. Esto es, una persona con capacidad intelectual y psicológicamente capacitado para crear sustentado en programas doctrinarios de gobierno, urgentes y futuros.

Pero ser un estadista también implica ser un líder capaz de reconocer sus propias limitaciones para así saber rodearse de personas capaces en la organización y planificación en el inmediato, mediano y largo plazo. Para esto tiene que contar con altos grados de tolerancia, y ser abierto y receptivo con sus trabajadores cercanos y así saber en qué momento puede estar equivocándose en su andar ya sea por cuestiones pasionales o por no contar con la información suficiente en algún momento determinado. En este sentido, el buen estadista es también la persona que no se siente omnipresente en todos los problemas de la realidad del país ni autosuficiente en todas las tareas que implica la compleja realidad nacional.

Qué tan buen estadista es nuestro presidente, es entonces relativo dependiendo de la situación que se presente y la forma como se lee su accionar en un momento determinado. Para empezar, Álvaro Uribe ha demostrado ser una persona con un gran conocimiento y experiencia en el manejo del país: hecho que demuestra cada fin de semana en sus inagotables concejos comunales en los cuales discute temas desde el plano más local (la situación del alcantarillado en una vereda) a temas más generales y de interés nacional (los resultados de su política de seguridad democrática).

¿Capacidad de liderazgo visión u horizonte? Liderazgo sí ha tenido, y así lo ha demostrado en estos 6 años que lleva al mando de este país. En cuanto al horizonte, la figura del presidente empieza a mostrar síntomas de debilitamiento. Los colombianos no sabemos cuál es el norte del país y muy probablemente el Señor Presidente Uribe de tanto trabajar, trabajar y trabajar no ha tenido tiempo de pensar a qué lugar quiere llevar su empresa-estado llamada Colombia. En el ámbito comercial, la firma de tratados con cuanto país se le acerque sin analizar su tamaño, sus exigencias económicas y las consecuencias en el mediano y largo plazo para todos los sectores del país auguran que no es claro a dónde se quiere llegar. Su visión neoliberal a ultranza en la cual el mercado internacional solucionará todos los problemas sociales del país, se ha mostrado bastante cortoplacista y hasta ahora no arroja ninguno de los frutos que promete.

Ni hablar de la situación del orden público en donde la política de seguridad democrática se basa en el supuesto de un inexistente conflicto armado y la simplificación de su contraparte como un terrorista en el mejor de los casos y en el peor un simple “narco-bandolero.” Ante este panorama se hace difícil entender a qué le está apuntando el actual gobierno. Se quiere atraer inversión y crecer en el plano económico pero no se sabe qué se va a hacer con el nuevo flujo de ingreso. Se promete acabar con la contraparte a cualquier precio pero no se sabe qué se va a hacer después ni cómo se mejoraran los indicadores sociales para que la lucha armada deje de ser una opción atractiva para los miles de pobladores rurales.

Si el verdadero estadista también es aquel que es incapaz de someterse a episodios coyunturales, el presidente tampoco cumple con tales características. La tensa situación con el presidente Chávez es sólo un aparte más de su larga tradición guerrerista. Encontrones con miembros de la Corte Suprema de Justicia, con la ex diva Virginia Vallejo y el periodista Gonzalo Guillén denotan rasgos de un mandatario con alta propensión hacia el conflicto y un gusto poco usual hacia las peleas de momento y sin ninguna relevancia para los verdaderos problemas del país.

Por último, si se trata de saber rodearse y escuchar a sus colaboradores, nuestro presidente definitivamente no cumple los requisitos del buen estadista. El presidente Uribe tiene una necesidad tan urgente de estar presente en todos los rincones del país y de obtener visibilidad por la mayor cantidad de colombianos que, cada vez más, hace ver a su equipo como un grupo de trabajadores que caminan bajo su ritmo y sólo ejercen sus funciones bajo su compás. Si bien es cierto que durante su primer mandato su gabinete estuvo rodeado de figuras de la talla de Fernando Londoño y Fabio Echeverri entre otros, pareciera que actualmente éste ha perdido protagonismo en el escenario político actual. Esto sin hablar de su injerencia en todas las ramas del poder público, poniendo en riesgo el equilibrio de poderes necesario en cualquier democracia que pueda llegar a considerarse como sana.

El Presidente se quedó solo, manifestó la revista Cambio la semana pasada. Sí, eso puede ser cierto, pero no como consecuencia de hechos aislados o de las cualidades de los miembros de su gabinete sino como fruto de un estilo de gobierno personalista no propio de un verdadero estadista. Si en este país se le considera estadista a una persona que utiliza su liderazgo para concentrar el poder y crear una imagen omnipresente, con una alta dosis de personalismo en el manejo de todos los asuntos del Estado, el señor Uribe cumple con todas las condiciones. Lo que habría que preguntarse es si el país está buscando este tipo de estadista. Lo más preocupante de todo, es que tal vez sí. En este escenario no hay entonces una figura que cumpla mejor estas “cualidades” que él.