Cada vez que pierdo un poco el valor me detengo a pensar en ti y tus palabras siguen trayendo inyecciones positivas a mi vida, ésta tan dura que me ha tocado sobrevivir.

Tú aroma dulce, tus manos levantándome del suelo en el que caí tantas veces, intentando resucitar mis sonrisas muertas y la alegría enterrada a causa de las cicatrices que llevo adheridas en mí.

Y sigo orando por ti cada instante, para que no pierdas la esperanza en nada y para que nunca pienses en claudicar.

Sigues coleccionando mi lápiz labial en cada beso que te doy en tu rostro formando un bonito lienzo lleno de amor, tal cual lo hacía cuando te vi por primera vez, madre mía, América mía.

Tu belleza, tan sutil, tan perfecta, que nunca pude heredar, pues sólo soy un conjunto de huesos que encuentran vida cuando te veo feliz.

Mi ganadora reina de belleza, de concursos sin varas y sin trucos, mi dama limeña llena de inocentes anécdotas de vida, heredaste la belleza blanca de tu madre, mi química farmacéutica que inventabas cien recetas diarias para encontrar la fórmula perfecta de cómo amarme y hacer que simplemente yo te adore, madre mía.

Tu fortaleza para continuar, tu seguridad y tu conducta intachable de amar a un sólo hombre por tantas décadas, me conmueve, no dejo de admirarte. ¿Cómo lo haces?, ¿cómo lograste todo lo que te propusiste?, incluso tu loca idea de "encaminarme", lamento por cada vez que te he fallado.

Tu perpetuo amor me sorprende y los poros me revientan con tanto dolor e injusticia y tú sigues secando mis llantos, con tu consejo: "todo ayuda para bien, todo tiene un propósito", mientras yo despedazo tu sabiduría y cada vez termino más confundida.

Sólo tú dibujas mil arco iris para mí.

Vives por mí y para mí y para verme florecer, me proteges del mal con tus duras advertencias para no caer tan bruscamente en las infinitas regiones de cautividad, me das fuerza, aliento, ánimo, paz y mucha calma.

Tu sazonas mi vida, pones azúcar, vainilla y canela sobre mi corazón y haces caramelos con clavo de olor que entusiasman mis frías mañanas.

Es que te has convertido en parte de mi amanecer, ¿crees que hay un sólo día en el cual no piense en ti?

Eres como medicina a mis tormentos, por ti iría a la luna para ponerla de espejo en la cómoda de tu cuarto, para que puedas ver lo bonita que es tu alma, lo linda que eres tú.

Conoces mis debilidades y mis fortalezas y me construyes una y otra vez cada vez que estoy desarmada, mi amor por ti es el más puro, limpio y pulcro, es para siempre.

Me enseñaste a no abandonar al barco si se hunde, sino a esperar que tranquilice la marea, llegar a tierra firme y buscar otro mar.

Tus atuendos de juventud, los uso y los guardo con celo para un día regalárselos a mi hija y decirle, "tu abuela era tan bella que todo le quedaba tan bien y he guardado estas prendas para ti, mi princesa, acaso no hay algo más bello que guardar con siete llaves en baúles dorados en tu mente los pasados con tu madre".

El primer baile, lo bailé contigo, la primera persona que amé fuiste tú amada madre, eras mi muñeca, mi Barbie, podía maquillarte y peinarte en mi "salón de belleza" y aunque estropeaba tus finos cosméticos y lo hacía muy mal, me sonreías diciendo: "hiciste un excelente trabajo".

Y aquellas veces que me colocaba diez collares tuyos a la vez, unos enormes aretes, veinte perfumes, mis uñas pintadas, tus pantys, tus zapatos muy altos y tus blusas que me quedaban como largos vestidos y bajaba con un amor tan fuerte, tan profundo queriendo obtener tu aprobación por si lograba parecerme un poquito a ti.

Me enseñaste a ser la mejor chef, una excelente decoradora, una excelente bailarina, pero no me enseñaste a vivir lejos de ti, a vivir sin ti.

Y cada vez que te veo olvido que estoy en los treintas y corro a abrazarte como niña chiquita a albergarme en tu regazo, esperando que tan sólo un beso tuyo rompa la hiel con la que despedazo mi corazón por tantas cosas que aun no entiendo y nunca comprendo.

Sólo tú me conoces a profundidad y sabes quién soy, me amas de verdad y para ti sigo teniendo 2 años y me sigues cuidando y mimando con ese corazón tan generoso que Dios te dio.

Madre mía, amiga mía, confidente fiel, América es tu nombre y yo te amo y no sabes cuánto América mía.

En mis sueños te busco y si te encuentro cae la lluvia y la brisa del sol que sale después me regala una explosión de sabor que me hace untar con miel tu despertar y respetarte y adorarte cada vez más ¡madre mía!

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