El secretario de Estado, Antony Blinken (en primer plano) y el general Lloyd Austin, secretario de Defensa.

Los ministros italianos de Exteriores y de Defensa –Luigi Di Maio y Lorenzo Guerini– fueron ‎convocados con urgencia para una reunión extraordinaria del Consejo del Atlántico Norte ‎realizada en el cuartel general de la OTAN en Bruselas el 15 de abril, precisamente el mismo día ‎que el presidente estadounidense Joe Biden firmaba, en Washington, su «Decreto Contra las ‎Actividades Exteriores Perniciosas del Gobierno Ruso». ‎

En ese decreto, Biden no se limita a ordenar la expulsión de diplomáticos rusos y la adopción de ‎sanciones económicas que reportan los grandes medios de difusión. Biden estipula además que ‎‎«si Rusia prosigue o intensifica sus acciones internacionales desestabilizadoras, Estados Unidos ‎impondrá costos tales que tendrán un impacto estratégico sobre Rusia». ‎

Para preparar ese «impacto estratégico», o sea una escalada político-militar incrementada ‎contra Rusia, se convocó el Consejo del Atlántico Norte, a nivel de los ministros de Exteriores ‎y de Defensa de los 30 países miembros de la OTAN, bajo la presidencia del secretario ‎de Estado, Antony Blinken, y del secretario de Defensa, el general Lloyd Austin.‎

Y el Consejo del Atlántico Norte –el órgano político de la OTAN, que, según las normas de la ‎alianza atlántica, toma sus decisiones no por mayoría sino «por unanimidad y de común ‎acuerdo»– aprobó de inmediato y por unanimidad una «Declaración de solidaridad con ‎Estados Unidos sobre las acciones, anunciadas el 15 de abril, en respuesta a las actividades ‎desestabilizadoras de Rusia». ‎

Esa declaración enuncia, con las mismas palabras que el decreto del presidente Biden, los cargos ‎que se emiten contra Rusia: «comportamiento desestabilizador y provocador, violación de la ‎integridad territorial de Ucrania y de Georgia, interferencia en las elecciones de Estados Unidos y ‎sus aliados, amplia campaña de desinformación, utilización de gas neurotóxico contra Navalni, ‎apoyo a los ataques contra las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán, violación de ‎los acuerdos sobre la no proliferación y el desarme». ‎

Ante todas esas acusaciones habría que recordar un solo elemento que las echa todas por tierra: ‎quien acusa a Rusia de haber violado los acuerdos de no proliferación nuclear y sobre ‎el desarme es nada más y nada menos que Estados Unidos, el país que ya violaba el Tratado de ‎No Proliferación nuclear con su despliegue armas atómicas en Italia y en otros países europeos, ‎el mismo país que rompió el Tratado INF (el Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance ‎Intermedio) y que abrió así el camino a la instalación de nuevos misiles nucleares en Europa. ‎

La escalada ya no es sólo verbal. El día antes de la realización del Consejo del Atlántico Norte, ‎las fuerzas terrestres de Estados Unidos en Europa anunciaron que, como en los próximos ‎‎2 meses van a recibir 2 nuevas unidades de operaciones, Estados Unidos mantendrá en Alemania 3 bases ‎militares que supuestamente iba a devolver al gobierno alemán. Y al día siguiente de la reunión ‎del Consejo del Atlántico Norte, Estados Unidos anunció un acuerdo con Noruega que permitirá ‎al Pentágono disponer de 4 bases aéreas y navales en las fronteras con Rusia. ‎

Mientras tanto ha regresado a Europa el destructor USS Arleigh Burke, después de una ‎modernización que «incrementó el radio de acción y la capacidad de su armamento». El USS ‎Arleigh Burke es uno de los 4 navíos lanzamisiles de despliegue avanzado de la Sexta Flota ‎estadounidense que operan principalmente en el Báltico y en el Mar Negro, bajo las órdenes del ‎Mando de las Fuerzas Navales de Estados Unidos en Europa –cuyo cuartel general está ‎en Nápoles, Italia. Esos 4 buques estadounidenses están equipados con lanzadores verticales ‎‎Mk 41, de Lockheed Martin, y, según las especificaciones técnicas del fabricante, son capaces ‎de lanzar misiles «misiles para todo tipo de misiones: antiaéreos, antibuque y misiles de ataque ‎contra objetivos terrestres». Estos últimos, entre ellos los misiles Tomahawk, pueden llevar ‎tanto ojivas convencionales como ojivas nucleares. ‎

Por su parte, mientras el gobierno británico también anuncia el próximo envío de otro buque ‎lanzamisiles al Mar Negro, el gobierno ruso hizo saber que desde el 24 de abril y hasta el 31 de ‎octubre no concederá ninguna autorización de paso a barcos de guerra extranjeros a través de ‎las aguas territoriales rusas en 3 áreas del Mar Negro. ‎

La situación se hará todavía más tensa durante el próximo verano, cuando la OTAN y Ucrania ‎realicen en el Mar Negro la maniobra Sea Breeze, con la participación programada de varios ‎países miembros de la alianza atlántica, con más de 30 navíos que contarán con el apoyo de ‎aviones, helicópteros y drones. ‎

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio