Tengo algunas inquietudes sobre Espejo, uno de los personajes de la historia que más me han apasionado, y le pregunto al señor Costales sobre él. Anota enseguida que hay fragmentos de la vida de Espejo sin investigar. “Por ejemplo –dice Costales- cuando le coge preso en Latacunga Baltasar Carriedo y Arce (que fue el mayor latinista que ha tenido América Latina) y le incauta todas las obras a Espejo y da un informe a la Presidencia de la Real Audiencia. Baltasar Carriedo tenía el mejor museo de arte quiteño en la hacienda Yataquí, y en el terremoto de 1797 el río se fue llevando a Carriedo y a toda su documentación. Entonces de toda esa época, cuando Espejo se dirigía a Loja porque se negó a ir forzado a Mainas como médico, nadie cuenta qué le pasó, a dónde fue a parar; debe haber vivido una aventura, porque todo el mundo le estaba persiguiendo. De Riobamba desapareció para Loja”.

Alfredo Costales subraya que no hay solamente este vacío en la historia. “¿Quién ha investigado a Manuela Espejo, que es la que enseñó la ciencia a sus hermanos? La ciencia médica y la ciencia social. Basta ver el testamento de Luis Espejo –dice Costales- todos los libros de medicina los deja a Manuela y no los deja a ninguno de sus hijos”.

Otro dato de interés que subrayó Costales fue: “Parece que Luis Espejo no nació en Cajamarca (Perú), sino en Angamarca (Cotopaxi). ¿Por qué? Aquí en Angamarca habían los Chusig. Por qué no pudo haber sido Angamarca en vez de Cajamarca, pues allá no se encuentran los Chusig. En cambio en Angamarca existen los caciques con el apellido Chusig”.

La importancia de Manuela Espejo la destaca Costales relatando la siguiente historia: “Atanasio Guzmán, de la Real Universidad de Barcelona, venía recorriendo toda la América Latina desde Argentina, así llegó a lo que actualmente es Ecuador, estuvo en Guayaquil, hizo el estudio de toda la flora y fauna de Guayaquil. Se vino a Quito, y como no tenía quién le auspicie, es Manuela Espejo la que le invita a que viva en su casa. Entonces él le enseña a Manuela toda la botánica, y también le enseña a Mejía Lequerica. Ella es la verdadera madre de la independencia y de la ciencia”.

Costales continúa: “Y pasa una cosa muy curiosa. Este botánico Guzmán hizo unas exploraciones por las regiones de Patate y cae desbarrancado a una quebrada y se mata. Todos los papeles y libros que tenía Manuela quedan en su poder. Después, los de la Universidad le reclaman y ella entrega todo lo que tenía a la Universidad, con inventario. Lo entregó al rector, un doctor Ontaneda. Yo tengo el inventario total. Ahora la Universidad no tiene un pelo. He ido allá dos o tres veces, busqué, trajiné, no encontré nada. ¿En manos de quién estarán esos documentos?”

Alfredo Costales tiene una información valiosa en su mente aún lúcida y fluída. En un momento cree necesario aclarar que no es riobambeño. “Nací en una propiedad de mis padres que se llamaba San Francisco de Lanlán, en la jurisdicción de Columbe, provincia de Chimborazo. En ese tiempo me llevaron a los ocho días de nacido a Riobamba y allí me bautizaron. Nací el 8 de junio de 1925. En junio cumpliré justo 82 años”.

A los 82 años, Alfredo Costales Samaniego continúa en plena producción investigativa, cumpliendo el sentido de su existencia: el conocimiento, divulgación y defensa del ser histórico cultural de nuestros pueblos indios.