Llega a Italia el jefe del Pentágono, Ashton Carter, quien, a nombre de la administración del saliente presidente Obama, está «dando la vuelta al mundo para agradecer a las tropas estadounidenses desplegadas en Asia, en el Medio Oriente y en Europa y reunirse con importantes socios y aliados».

La gira comenzó el 3 de diciembre en California, donde Carter pronunció el discurso de clausura del «Foro Reagan», que le entregó el premio «La paz mediante la fuerza».

Carter viajó después a Japón, donde pasó revista a las tropas estadounidenses y se reunió con el ministro de Defensa Tomomi Inada. Japón, que contribuye con 1 600 millones de dólares al año a mantener 50 000 soldados estadounidenses en suelo japonés, resulta especialmente importante como base de vanguardia de los sistemas de misiles estadounidenses que apuntan a China y, precisa el Pentágono, es un aliado «con capacidad para defender a otros países que pudiesen ser atacados».

Desde Japón, Carter voló a la India, convertida en el segundo comprador mundial de armamento estadounidense –después de Arabia Saudita. Esto es resultado de la estrategia de Washington, tendiente a debilitar las relaciones de la India con Rusia, para minar el grupo BRICS, atacado simultáneamente mediante el golpe «institucional» registrado en Brasil.

El jefe del Pentágono se fue después a Bahréin, donde participó en el «Diálogo de Manama», organizado por el Instituto Nacional de Estudios Estratégicos, influyente tanque pensante británico financiado por ese emirato con 38 millones de dólares. Al intervenir sobre la «lógica de la estrategia de Estados Unidos en el Medio Oriente», Carter precisó que en esa región hay acantonados más de 58 000 militares estadounidenses, de los cuales más de 5 000 se hallan en el terreno en Irak y Siria: «no sólo para luchar contra terroristas como los del Estado Islámico [Daesh] sino también para proteger nuestros intereses y los de nuestros aliados», razón por la cual Estados Unidos y las monarquías del Golfo han apoyado en secreto… a Daesh, que encaja perfectamente en la estrategia de Washington en Siria e Irak.

En esa misma intervención, el aún jefe del Pentágono acusó a Rusia de no combatir a Daesh en Siria y de no haber hecho más que «agravar la guerra civil y prolongar los sufrimientos del pueblo sirio». Agregó luego que, como «Irán sigue desplegando misiles», Estados Unidos está instalando con sus aliados «una defensa regional contra misiles» que incluye un poderoso radar en Qatar, así como la instalación de misiles Thaad en los Emiratos Árabes Unidos y de otros sistemas de misiles… que en realidad no son defensivos sino de ataque ya que las mismas rampas de lanzamiento pueden ser utilizadas para disparar misiles de ataque, incluso nucleares.

Desde Bahréin, el secretario de Defensa estadounidense se fue a Israel, donde participó, con el ministro de Defensa Avigdor Lieberman, en la ceremonia organizada por la llegada de los 2 primeros aviones de combate F-35 enviados a la fuerza aérea israelí, todo un símbolo de la alianza militar cada vez más estrecha entre Israel y Estados Unidos, asociación que «alcanzó niveles sin precedentes con el acuerdo de asistencia para los 10 próximos años firmado en septiembre».

Y es desde Israel que el jefe del Pentágono llega ahora a Italia en una visita de 2 días a las tropas de Estados Unidos estacionadas en suelo italiano para –según un documento oficial– «apoyar las operaciones de Estados Unidos y de su coalición a escala mundial, como la disuasión frente a la agresión rusa en Europa oriental y el fortalecimiento del flanco sur de la OTAN».

La gira mundial, que terminará en Londres el 15 de diciembre con una reunión de la «coalición anti-Daesh», tiene un objetivo muy preciso: reafirmar –en vísperas de la investidura de Donald Trump– la estrategia de la administración Obama, que debería haber continuado la demócrata Hillary Clinton, para que se mantengan abiertos los focos de tensión y de guerra en el sur y el este de Europa que el demócrata Obama deja como herencia al republicano Trump.

Trump tiene al menos el mérito de no ser Premio Nobel de la Paz.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio