«La OTAN ha sido tradicionalmente flexible a los deseos de sus miembros y ha estado abierta a disociaciones de parte de ciertas áreas políticas, como la planificación nuclear», afirma un artículo [1] publicado en el sitio web de la ICAN (siglas en inglés de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares), que acaba de recibir muy merecidamente el Premio Nobel de la Paz 2017.

Italia tendría supuestamente permiso de la OTAN para integrarse al Tratado de la ONU sobre la prohibición de armas nucleares. Según el artículo, «más de 20 parlamentarios italianos han firmado el compromiso a trabajar a favor de la firma y ratificación del Tratado por parte del gobierno» y «el mayor grupo [de parlamentarios comprometidos] viene del principal partido de gobierno, el Partido Democrático».

Así que supuestamente existe una Italia que –luego de haber violado el Tratado de No Proliferación Nuclear recibiendo en su territorio armas nucleares estadounidenses e incluso preparándose para usarlas– estaría ahora dispuesta, gracias a la iniciativa de varios parlamentarios, a firmar y ratificar el Tratado de la ONU. En su Artículo 4 (§ 4), ese Tratado estipula:

«Cada Estado parte [de este Tratado] que tenga en su territorio armas nucleares, bajo la posesión o control de otro Estado, debe garantizar la rápida salida de esas armas.»

Así que hay supuestamente una Italia que, gracias a una OTAN «flexible», desalojaría de su territorio las bombas B-61 de Estados Unidos y rechazaría la instalación de las nuevas B61-12, retirándose además del grupo de países que –como estipula la OTAN– «proporcionan a la alianza aviones equipados para transportar bombas nucleares, sobre las cuales Estados Unidos conserva el control absoluto, así como el personal entrenado para ello». Hay supuestamente una Italia que, manteniéndose dentro de la OTAN, se retiraría del Grupo de Planificación Nuclear, cuyo presidente es… Estados Unidos.

Además, agrega el artículo, «Italia está dispuesta a asumir un papel dirigente en el seno de la OTAN para clarificar la ausencia de contradicción intrínseca entre el Tratado del Atlántico Norte y la prohibición de las armas nucleares». Con ese objetivo, «Italia está actualmente bien posicionada para promover en el seno de la OTAN el coloquio sobre el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares».

Entonces, existe supuestamente una Italia que, además de concretar su propio desarme nuclear, se dedicaría a promover la desnuclearización de la OTAN, la alianza que –en la estrategia que sus miembros, Italia entre ellos, adoptaron por unanimidad– considera «las fuerzas nucleares estratégicas, principalmente las de Estados Unidos, como la suprema garantía de la seguridad».

Sin dudar de la buena fe de quienes publicaron el artículo basándose en la información que les dieron, hay que decir claramente que una Italia y una OTAN como la que describe ese trabajo simplemente no existen. Muy dura será la batalla que habrá que librar para que se llegue a realizar lo estipulado en el Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las armas nucleares. Los obstáculos que se oponen a ese objetivo son gigantescos, comenzando por los poderosos y omnipresentes intereses del complejo militaro-industrial de toda la zona OTAN.

El gobierno italiano, con los otros 28 miembros del Consejo del Atlántico Norte, ha rechazado en bloque e incluso atacado el Tratado de la ONU. Los parlamentarios del Partido Democrático italiano que firmaron el compromiso de la ICAN junto a los del Movimiento Cinco Estrellas y algunos más deberían, en efecto, librar una batalla política contra su propio gobierno y su propio partido, que se halla en primera línea en cuanto al rearme de la OTAN, incluso en materia de rearme nuclear. Los que estén dispuestos a hacerlo, tendrán que demostrarlo.

Pero eso no basta. «El desarme no es una cuestión de especialistas sino que debe convertirse en una preocupación de todos», señalaba el 11 de noviembre, en Il Manifesto, Renato Sacco, coordinador nacional de Pax Christi Italia. Y precisaba que es necesaria «una movilización de la base, de la sociedad civil, pero también de las parroquias y comunidades católicas, para obligar al gobierno a sumarse a él».

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.