La reacción de Washington, rápidamente imitada por sus principales aliados, ante la “Conferencia para la Victoria de Israel” y la ovación que los participantes en ese evento tributaron al rabino Uzi Sharbaf en presencia de 12 ministros del gobierno de Benyamin Netanyahu han modificado profundamente el panorama en el Medio Oriente.

Es importante recordar que el rabino Uzi Sharbaf fue condenado a cadena perpetua, en Israel, por el asesinato de ciudadanos árabes. Este personaje se presenta como un sucesor de la Banda de Stern, que asesinó en 1944 al ministro británico de las Colonias y posteriormente, en 1948, al enviado especial de la ONU, el conde sueco Folke Bernadotte.

Durante la guerra fría, el grupo del rabino Uzi Sharbaf logró sobrevivir cometiendo masacres y atrocidades en África y en Latinoamérica, bajo el pretexto de la “lucha contra el comunismo”. Eran tiempos en que los anglosajones consideraban a aquellos criminales como elementos útiles para sus planes [1]. Hoy la situación ya no es la misma y Londres y Washington, conocedores de lo que son capaces, saben también que no pueden darse el lujo de permitir que esos individuos se vuelvan contra ellos.

La “Conferencia para la Victoria de Israel” fue una amenaza directa dirigida a los anglosajones que tratan de hacer que Benyamin Netanyahu entre en razones [2]. Sólo horas después de ese evento, Washington adoptó medidas extraordinarias contra los supremacistas judíos, que hasta ahora le hacían el juego. Esas medidas incluyen hasta una prohibición de recoger fondos para esos elementos y de transferirlos a través de los bancos occidentales. Los gobiernos de Reino Unido, Alemania, Francia y finalmente los principales aliados de Estados Unidos, rápidamente siguieron los pasos de Washington en ese sentido.

El presidente estadounidense Joe Biden trató una última vez de conversar con el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, para convencerlo de que aceptara un alto al fuego de 6 semanas. Pero Netanyahu se mantuvo en sus trece, ratificando incluso su decisión de continuar la guerra contra la población de Gaza y de atacar ahora la ciudad de Rafah, en el extremo sur de ese territorio palestino. Netanyahu aceptó como máximo enviar una delegación al Cairo para retomar allí las negociaciones que antes había interrumpido en París. Joe Biden, exasperado al oír a Netanyahu anunciar tranquilamente un ataque contra Rafah, que evidentemente será una nueva masacre de civiles palestinos, se refirió al primer ministro israelí con una de las expresiones más gráficas del léxico popular estadounidense, llamándolo «asshole» (literalmente “hueco del culo”) ante numerosos testigos.

Mientras tanto, Israel continuaba su campaña contra la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en el Medio Oriente (UNRWA). Después de haber exigido el desmantelamiento de la UNRWA. alegando que 12 de sus empleados (o sea, un 0,09% de los empleados de esa agencia en Gaza) supuestamente participaron en la operación “Diluvio de Al-Aqsa”, el ejército israelí afirmó que el Hamas había instalado su cuartel general en un túnel debajo de la sede de la UNRWA en Gaza. Cuando el director de la UNRWA, Philippe Lazarini, ponía énfasis en que él no sabía absolutamente nada sobre tales acusaciones, el embajador de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, escribía en la red social X: «No es que usted no lo sabía, sino que no quiere saberlo. Hemos mostrado los túneles de los terroristas bajo las escuelas de la UNRWA y entregado pruebas de que el Hamas explota a la UNRWA. Le imploramos que procediera a un registro global en todas las instalaciones de la UNRWA en Gaza. Pero usted no sólo se negó sino que prefirió meter la cabeza en la arena. Asuma sus responsabilidades y dimita hoy mismo. Cada día encontramos más pruebas de que, en Gaza, Hamas = ONU y viceversa. No se puede confiar en todo lo que dice la ONU ni en todo lo que se dice de Gaza.»

Abruptamente privada de financiamiento, la UNRWA se disponía a cerrar sus puertas e informaba a los gobiernos del Líbano y Jordania que, además de los palestinos de Gaza y Cisjordania, tampoco podrían contar ya con su ayuda los cientos de miles de refugiados palestinos que se hallan en esos dos países.

El cambio de postura de los anglosajones ha venido a modificar radicalmente el panorama. Varios Estados han decidido reanudar el financiamiento que habían suspendido a la UNRWA, mientras que Irán llamaba a la calma. Disminuyeron sensiblemente los ataques contra las bases de Estados Unidos. Los anglosajones y el Eje de la Resistencia, que el mes pasado eran enemigos prácticamente irreconciliables, retomaron los contactos a través de intermediarios y, en ocasiones, quizás de forma directa. Por todos lados se reanudaron negociaciones que se habían visto interrumpidas.

Es probable que eso no dure mucho tiempo pero, por ahora, las potencias occidentales están tratando de obtener el mismo resultado que todos los pueblos del Medio Oriente: interrumpir la locura asesina de los sionistas revisionistas.

Washington ya no ve como propia una eventual derrota de Israel. Ya no se siente obligado a seguir ayudando a Tel Aviv para que los sionistas revisionistas puedan continuar su operación de exterminio contra la población de Gaza. Al contrario, en este momento, una victoria de Israel sería una derrota para Estados Unidos, porque demostraría la incapacidad de Washington para mantener la paz y haría a los estadounidenses cómplices de la masacre contra la población de Gaza.

Eso modifica a fondo todo el conjunto de la situación.

En Tel Aviv, se desvanece la sensación, hasta ahora indestructible, de impunidad que prevalecía entre los miembros del “gabinete de guerra” de Benyamin Netanyahu: sin el apoyo de Washington, Israel se las vería negras frente el Hezbollah libanés.

Sudáfrica presentó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) una demanda adicional a su denuncia inicial ya presentada contra Israel. En ese nuevo paso, Sudáfrica plantea a la CIJ una interrogante sobre las medidas cautelares frente al ataque de Israel contra la ciudad de Rafah. Siguiendo nuevamente la posición del Departamento de Estados de Estados Unidos, la CIJ ordenó a Israel la adopción de medidas –que esta vez serían medidas previas a la anunciada acción militar israelí– para “proteger” a los civiles.

Y, precisamente en Líbano, el Hezbollah ya no parece “extremista” cuando exige la total aplicación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. El Hezbollah ha hecho saber que está dispuesto a retirar sus fuerzas del sur del Líbano, si Israel también retira sus tropas, no de la línea de demarcación sino de la frontera.

Estados Unidos y Francia ya no mencionan sus propuestas de paz entre Israel y Líbano. Estados Unidos querría una paz separada y dividir el Eje de la Resistencia. Francia quiere lo mismo, pero con un entramado jurídico más complejo, tomando como referencia los Acuerdos de Naqoura (firmados en 1996) y la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU (adoptada en 2006). Pero tanto París como Washington esperan ahora que el Hezbollah mantenga su presión sobre las tropas israelíes en el norte de Israel para impedir el ataque israelí contra la ciudad de Rafah en la franja de Gaza.

Por su parte, los pesos pesados del Medio Oriente ampliado –Egipto, Arabia Saudita, Turquía e Irán– dejan de lado sus disensiones y se concertan en aras de enfrentar al enemigo común: los sionistas revisionistas.
• Arabia Saudita e Irán ya habían reactivado sus vínculos, hace un año, gracias a los buenos oficios de China [3].
• El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, viajó a Egipto para reunirse con el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sissi, con quien se negaba a hablar hasta hace poco… porque al-Sissi había derrocado en 2013 al anterior presidente de Egipto, Mohamed Morsi, quien había llegado al poder forzando la Comisión Electoral a proclamarlo ganador [4]. Vale la pena recordar que 40 millones de egipcios salieron a las calles en 2013 llamando el ejército a derrocar a Mohamed Morsi y que 30 millones salieron después a las calles para festejar el derrocamiento [5].

En este momento, Egipto organiza con urgencia un enorme campamento para recibir en el Sinaí a 1 millón de palestinos de la franja de Gaza. Según las informaciones, el grupo constructor al-Arjani debe terminar las operaciones de movimiento de tierra y la edificación de un muro de 7 metros de altura para el 23 de febrero [6]. La población de Gaza sería entonces autorizada a refugiarse en ese lugar para escapar a los bombardeos israelíes. Turquía y Arabia Saudita han prometido el envío de ayuda para esos nuevos refugiados palestinos.

Es evidente que nadie tiene intenciones de dar su aval a la expulsión de los palestinos de las tierras que legalmente les pertenecen. Así que todos se concertan ahora para el paso siguiente mientras se plantean una interrogante: ¿Cómo sacar del poder a Benyamin Netanyahu y a los sionistas revisionistas de su coalición de gobierno?

Nadie habrá de sorprenderse si en las próximas semanas fuésemos testigos de un terremoto político en Israel. Si el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu se ve obligado a abandonar el escenario político, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski también acabará en el banquillo de los acusados.

La cuestión es saber si en medio de todo ese desorden cada uno de los diferentes actores respetará sus compromisos y aplicará hasta el final un esquema común o si algunos tratarán de aprovechar la confusión para tratar de imponer sus propias soluciones.

[1«Cuando el velo se desgarra: las verdades ocultas, de Jabotinsky a Netanyahu», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de enero de 2024.

[3«China negocia la paz entre Arabia Saudita e Irán», Red Voltaire, 11 de marzo de 2023.

[5«¿La caída de Morsi anuncia el ocaso de la Hermandad Musulmana?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire 8 de julio de 2013.