Recordar es volver a vivir”, afirman los cultores de la balada romántica. La aguja acaricia la superficie del acetato y suena “La cinta rosa” de Luccio Batisti, seguido de “Paris ante ti” de los Ángeles negros y “El amor de mi vida” de Camilo Sesto”.

Los domingos, religiosamente enciendo el equipo de música para desempolvar vinilos y cassets y escuchar baladas románticas. La balada romántica encuentra su origen en el bolero latinoamericano de los años 50 (Lucho Gatica, Leo Marini), pero también en la canción romántica italiana (Nicola Di Bari), y francesa (Charles Aznavour) de los años 60 y 70. De los festivales de San Remo en de los años 70 realizados en Italia, salieron artistas de la talla de Joan Manuel Serrat con “Mediterráneo y “Vagabundear”.

Recuerdo que hace no muchas décadas atrás, eso de hacerse un levante y tener una pelada era todo un via crusis, no como ahora que al parecer el escarseo amoroso ocurre como dice el dicho popular: “Dos cucharas de caldo y manos a la presa”, y el vacile es más probable pues no es raro que las damas tomen la iniciativa.

En aquellos años, el ceremonial del enamoramiento empezaba con las miradas furtivas, luego el ¿Puedo acompañarle?, las tarjetas, los peluches o las serenatas, el viaje a Quito para comprar en Ifesa (frente al parque El Ejido) los acetatos de 45 rpm. De esa época datan: “Yo no nací para amar” de Juan Gabriel, “Yo soy aquel” de Rafael Martos de España, “Tu con él” de los Iracundos, “El muchacho de los ojos tristes” “Corazón de poeta” de Janeth y “Como me haces falta” de Los Bukis.

Después de tanto bregar, había que armarse de valor para declararse al adorado tormento para obtener el consabido: “Déjeme pensar”. Así pasaba el tiempo, mínimo 6 meses hasta un año y no siempre la respuesta era positiva. Había que ser persistente por eso de que “la constancia vence lo que la dicha no alcanza”. Si la diva en cuestión accedía al requerimiento amoroso había que pedir permiso a sus padres para que permitieran verla en la puerta o en zaguán y si el galán no era del agrado de los taitas había que ingeniársela diciendo mentiras piadosas como: “Fui a consultar en la biblioteca”.

“La radio está tocando tu canción” canta Leo Dan. Por entonces y aún hasta ahora las radios trasmitían programas de baladas románticas en donde los enamorados se dedican canciones por sus cumpleaños o sus fechas onomásticas y también cuando ocurría un rompimiento de la relación.

¿Porqué sufrían tanto? me preguntó alguna vez mi sobrina. Quizá porque el romanticismo está asociado con la tragedia, así como el dolor con la balada. En el plato giran: “Adolescente tierno” de Tormenta de Argentina, “Sinceridad” de Richard Collantes, “Clásico” de Orlando Neti, “Me llamas”, “Y tu te vas” de José Luis Peraleas, “Los días del arco iris” de Nicola di Bari, “Venecia sin ti” y “La bohemia” de Charles Aznavour.

Los domingos suelen ser misteriosos y nostálgicos a la vez, quizá porque la rueda de la vida vuelve a rodar y uno tiene que volver a empezar. “Luto en el alma” de los Terrícolas, toda la colección de Sandro de América y Yaco Monti conocido como “El llorón del Plata suena tristemente. La voz melodiosa de la tonadillera “Isabel Pantoja” canta “Así fue”. El coreano-ecuatoriano Jinsop y la añoranza del primer amor nos hace recordar “Dulzura mía” y “Los campos verdes”.

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor a pesar de “La maldita primavera” de Yuri, “Lágrimas por tu recuerdo” de Silvana di Lorenzo y “Todo se derrumbó” del mexicano Enmanuel. En esta tarde de domingo, mientras “Tomamos un café” con Piero José para “Morir de Amor” al puro estilo de Miguel Bosé y “Alzar una copa y brindar por el adiós” como diría el Greco, guardo los discos hasta volver religiosamente el próximo domingo a recordar y volver a vivir.