Colombia, Perú y Ecuador negocian actualmente, y de manera conjunta, un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, a pesar de que importantes sectores en cada uno de esas naciones se rehúsan a su aprobación.

De igual forma, en diversos países de Centroamérica se levantan las voces de protesta por la presunta inconstitucionalidad de los tratados bilaterales con Estados Unidos (EEUU), los cuales atentan contra los productos nacionales.

En Nicaragua, por ejemplo, el acuerdo comercial promovido por Estados Unidos fue ratificado por el Parlamento unicameral pese a la férrea oposición de los 38 diputados sandinistas, quienes consideran que hay severas deficiencias en la producción y no existe la capacidad operativa para competir con productos altamente subsidiados provenientes del país del Norte.

Entre tratados de libre comercio y acuerdos binacionales, Estados Unidos continúa mostrando los dientes y pretende, comandado por el presidente, George W. Bush, y las gigantes trasnacionales, implementar contratos por separado para impulsar de alguna forma el Área de Libre Comercio para las Américas (Alca), máxima representación del neoliberalismo hecho documento.

“Con el TLC, Estados Unidos pretende consolidar el llamado Consenso de Washington, rebasar los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio y profundizar las reformas neoliberales, lo que empeorará el subdesarrollo y la pobreza. No podemos sacrificar el desarrollo futuro, afectar en especial a los más pobres y limitar la capacidad de nuestros estados”, advirtió el documento rubricado en septiembre pasado por 54 parlamentarios de Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia, donde alertan a sus pueblos sobre los grandes peligros que los amenazan de firmarse el TLC con Estados Unidos.

Dicha declaración explica que el TLC “sacrifica los intereses nacionales de los pueblos latinoamericanos al exponer a competencias desleales los respectivos mercados internos y, peor aún, a perder la capacidad soberana de definir el propio modelo de desarrollo adoptando el que le conviene a la potencia norteamericana”.

¿Quién vende qué? ¿Quién compra qué?

El jefe del equipo negociador ecuatoriano en las conversaciones del TLC, Manuel Chiriboga, aseguró que su grupo ha realizado evaluaciones y ha determinado cuáles son los productos más sensibles y cuáles son objeto de subsidios enormes de parte de Estados Unidos y dijo que para ello “se pidieron restricciones técnicas”.

Concientes de lo delicado de abolir los impuestos de entrada para las mercancías norteamericanas y por la probable inundación de productos “made in EEUU” (hecho en EEUU, en español) a Ecuador, el ex ministro de Agricultura ecuatoriano Rodrigo Lasso, el presidente de la Asociación Nacional de Ganaderos de Ecuador, Freddy Bustamante, y otras voces del sector agropecuario están “preocupados por la falta de garantías a los agricultores”, según la prensa local.

Su reclamo es claro: algunos productos deberían estar fuera de las negociaciones del TCL. Sin embargo, el temor no es exclusivo del sector agropecuario sino también en el de hidrocarburos, lo cual se reflejó en la toma del Ministerio de Energía ecuatoriano por parte de un grupo de campesinos el pasado 20 de septiembre, informó la agencia de noticias Prensa Latina.

Los sectores rurales reclaman la caducidad de la petrolera estadounidense Oxy y la suspensión de las negociaciones del TLC. La petrolera produce 115 mil barriles diarios de crudo pero entrega al Estado ecuatoriano menos de 25% de sus ganancias.

A pesar de la negativa de campesinos, intelectuales, sectores populares y políticos progresistas, en todos los países donde se pretende instalar el TLC, los miembros de los equipos negociadores de Colombia y Perú destacaron que concluyó 85% de las negociaciones.

Paradójicamente, “el restante 15% significa en realidad 85% en importancia”, según los diputados latinoamericanos que rubricaron el documento en contra del tratado. “Los temas agrícolas, la propiedad intelectual (en medicamentos) y las medidas sanitarias y fitosanitarias constituyen los ejes fundamentales del tratado al resultar vitales para colombianos, ecuatorianos y peruanos”, explicaron.

Sin el mínimo rubor, los negociadores norteamericanos exponen que la leche, el maíz, la carne y el pollo, entre otros productos sobre los cuales el país tiene un gran interés comercial, deberán llegar a un arancel cero al final del período de desgravación que se negocie.

El problema radica en que precisamente estos rubros son considerados sensibles para las naciones latinoamericanas que pretenden firmar el acuerdo.

El sector agrícola norteamericano, a través del TLC, busca convertirse en el único proveedor de cereales para consumo humano y de alimento balanceado para animales. Por tal razón, exige la desgravación total para sus exportaciones de trigo, cebada, centeno, sorgo y soya y la eliminación del Sistema Andino de franja de precios del maíz, arroz, azúcar y lácteos.

Las argumentaciones gubernamentales y empresariales a favor de un TLC con Estados Unidos se fundamentan en evaluaciones parciales de la realidad, pues omiten las implicancias políticas de este tipo de acuerdos.

“El TLC no busca simplemente la eliminación de aranceles sino que constituye una herramienta de estrategia política de largo plazo cuyo objetivo es afianzar la hegemonía de Estados Unidos en Latinoamérica”.

Tal apreciación no corresponde al presidente venezolano Hugo Chávez ni al mandatario cubano Fidel Castro ni a un determinado grupo antiimperialista. La declaración es del propio Trade Promotion Authority (TPA) del Gobierno de Washington (el permiso del Congreso norteamericano para que el Ejecutivo negocie tratados comerciales).

"Los acuerdos de libre comercio maximizan las oportunidades para los sectores básicos de la economía de EEUU, como la tecnología de la información, las telecomunicaciones, la industria básica, el equipo de capital, el equipo médico, los servicios, la agricultura, la tecnología ambiental y la propiedad intelectual (…). El comercio creará nuevas oportunidades para que Estados Unidos preserve su fortaleza sin contrapesos en asuntos económicos, políticos y militares", añade la TPA.

Este fin de semana, en la IV Cumbre de las Américas, a realizarse en Mar del Plata, Argentina, bajo la excusa de crear trabajo para disminuir la pobreza y robustecer la democracia, el presidente Bush pretenderá seguir impulsando el Alca.

La posición de los mandatarios regionales definirá si el imperio logra salirse con la suya o, por el contrario, si Latinoamérica se mantendrá adversa a rubricar un Alca que a todas luces generará un daño irreparable sobre sus pueblos.

Amanecerá y veremos.