En lugar de humillar a Rusia, la “guerra económica” que Washington y Bruselas han promovido les resultó contraproducente, pues solamente contribuyó a fortalecer la mancuerna energética entre Moscú y Pekín. Recordemos que en mayo de 2014 la empresa rusa Gazprom se comprometió a garantizar el suministro de gas a China por hasta 38 000 millones de metros cúbicos anuales durante las próximas tres décadas (a partir de 2018) mediante la firma de un contrato por 400 000 millones de dólares con la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC) [1].

En la actualidad ambas potencias coordinan los trabajos de un ambicioso plan de proyectos estratégicos que lo mismo incluye la construcción de gasoductos y oleoductos, que la operación conjunta de refinerías y complejos petroquímicos de gran envergadura. Sin proponérselo, el acercamiento de Moscú con Pekín produjo profundas transformaciones en el mercado petrolero mundial a favor de Oriente, socavando dramáticamente la influencia de las petroleras occidentales.

Incluso Arabia Saudita, que hasta hace poco tiempo se mantenía como el principal abastecedor de petróleo del gigante asiático, ha sido vapuleada por la diplomacia del Kremlin. Mientras que desde el año 2011 las exportaciones petroleras de Arabia Saudita a China venían creciendo a un ritmo de 120 000 barriles por día, las de Rusia lo hicieron a una velocidad de 550 000 barriles diarios, es decir, casi cinco veces más rápido. De hecho, en 2015 las empresas rusas llegaron a superar en cuatro ocasiones las ventas de petróleo de sus homólogas sauditas a China: Riad se tuvo que conformar con ser el segundo proveedor de crudo de Pekín en mayo, septiembre, noviembre y diciembre [2].

Cabe destacar que los países que integran el núcleo europeo también han visto disminuida su cuota de mercado frente a la región asiática: Alemania por ejemplo, fue suplantada por China a finales de 2015 como la mayor compradora de petróleo ruso [3]. De este modo, los grandes inversionistas que operan en el mercado petrolero mundial apenas pueden dar crédito de cómo, en unos cuantos meses, el principal demandante (China) se convirtió en el cliente favorito del tercer mayor productor (Rusia). De acuerdo con el vicepresidente de Transneft (la empresa rusa encargada de la implementación de los oleoductos nacionales), Serguéi Andrónov, China está dispuesta a importar un volumen total de 27 millones de toneladas de petróleo de Rusia a lo largo de 2016 [4].

La alianza energética ruso-china se ha propuesto ir más lejos. Moscú y Pekín han hecho de sus intercambios de petróleo un canal de transición hacia un sistema monetario multipolar, esto es, uno que no esté basado únicamente en el dólar, sino que tome en cuenta a varias divisas y sobre todo, que refleje la correlación de fuerzas del orden mundial actual. Es que las sanciones económicas impuestas por Washington y Bruselas incentivaron a los rusos a eliminar el dólar y el euro de sus transacciones comerciales y financieras, pues de lo contrario, estarían demasiado expuestos a sufrir sabotajes en el momento de realizar operaciones de compra-venta con sus principales socios.

Por esa razón desde mediados de 2015 los hidrocarburos que China compra a Rusia se pagan en yuanes, ya no en dólares, información que ha sido confirmada por altos ejecutivos de Gazprom Neft, el brazo petrolero de Gazprom [5]. Esto incentiva el uso de la “moneda del pueblo” (‘renminbi’) en el mercado petrolero mundial a la vez que permite a Rusia neutralizar la ofensiva económica lanzada por Estados Unidos y la Unión Europea. Los cimientos de un nuevo orden financiero sustentado en el petroyuan están emergiendo: la moneda china se prepara para convertirse en el eje de los intercambios comerciales de Asia-Pacífico con las principales potencias petroleras.

© David Manrique

Hoy en día Rusia realiza sus intercambios de petróleo con China en yuanes, en un futuro igual lo hará la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) una vez que China lo exija ¿O acaso el culto de Arabia Saudita por el dólar le hará perder a uno de sus principales clientes? [6] Otras potencias geoeconómicas ya han seguido los pasos de Rusia y China, pues han comprendido que para construir un sistema monetario más equilibrado, la ‘desdolarización’ de la economía mundial es una prioridad.

No menos importante es que tras el desplome de los precios del petróleo en más de 60% (desde mediados de 2014) los bancos chinos se han convertido en un soporte de financiamiento decisivo para las obras conjuntas de infraestructura energética. Por ejemplo, para poner en marcha cuanto antes el gasoducto ruso-chino ‘Fuerza de Siberia’, Gazprom solicitó a Bank of China un préstamo a cinco años por un monto equivalente a 2 000 millones de euros el pasado mes de marzo [7]. Es el crédito bilateral más grande que Gazprom ha contraído con una entidad financiera hasta la fecha. Otro ejemplo es el préstamo que China otorgó a Rusia hace unas semanas por un total de 12 000 millones de dólares para el proyecto Yamal GNL (de gas natural licuado) en la región del Ártico [8]. Evidentemente, la política exterior de Rusia en el rubro energético no padece aislamiento alguno, por el contrario, vive uno de sus mejores momentos gracias a China.

En conclusión, la hostilidad de los dirigentes de Estados Unidos y la Unión Europea contra el Gobierno de Vladímir Putin precipitó el fortalecimiento de la mancuerna energética ruso-china que a su vez, no hizo sino incrementar la preponderancia de Oriente en el mercado mundial de hidrocarburos. La gran apuesta de Moscú y Pekín es el petroyuan, el instrumento de pagos de carácter estratégico que tiene por delante el desafío de acabar con el dominio del dólar en la fijación de los precios del oro negro.

Fuente
Russia Today (Rusia)