En Brasil mueren por armas de fuego cerca de 100 personas por día y otras tantas se quedan parapléjicas. Esto representa una devastación diaria mayor que las guerras de Irak y de Afganistán juntas. ¿Cómo enfrentar este verdadero estado de guerra civil cuyas víctimas son en un 40% jóvenes de entre 14 y 25 años de edad? El Estatuto del Desarme ya aprobado y el actual referendo sobre la comercialización de armas apuntan a ofrecer una respuesta.

Aunque es insuficiente, si no podemos eliminar totalmente el problema, intentemos, por lo menos, minimizarlo. Es lo que quieren los que votarán 2 (por el sí en el referendo, N. de la R.) prohibiendo la comercialización de armas. En verdad, atrás de cada arma hay un asesino potencial. Aún en legítima defensa, el arma fue construida directamente para matar o herir.

Votar 2 significa un paso más en la búsqueda urgente de una cultura de paz. De fuentes seguras nos viene la alarma: tenemos tantas armas almacenadas, atómicas, químicas y biológicas que podemos erradicar totalmente la especie humana y dañar profundamente la biosfera. Y aún subsiste la violencia contra la naturaleza. El modo de producción imperante desde la revolución industrial implica una voluntad ilimitada de explotación/agresión del planeta. En consecuencia, la Tierra está dando señales de que ya no aguanta más. Podemos correr el mismo destino de los dinosaurios.

Es importante recordar que subyacente a esta violencia sistemática está el patriarcado de 10 mil años atrás. Fue él que inventó la guerra, los ejércitos, las armas y el Estado, portador del uso legítimo de la violencia. Defender las armas es dar aliento al patriarcado y al machismo. Es ser culturalmente atrasado.

Brasil fue construido a partir de la violencia que desde la fundación se organizó en sistema. Violenta fue la colonización, violenta la esclavitud, violento el Imperio, especialmente contra los indígenas, violenta la República que hasta los días de hoy mantiene a cerca de 50 millones en la pobreza y en la exclusión. Las armas se convierten en símbolo del machismo aún vigente en la cultura, que, paradójicamente, convive con la cordialidad, el sentido lúdico y místico del pueblo brasileño.

Permitir el comercio de armas significa perpetuar este atraso. Es situarse fuera del movimiento mundial y del nuevo humanismo que está emergiendo por todas partes pidiendo el rescate de la razón sensible, de la inteligencia emocional y espiritual, de la ética del cuidado, de la nueva alianza entre masculino y femenino, valores capaces de hacernos más tolerantes, compasivos y pacíficos para con todos, también para con los demás miembros de la comunidad de vida.

O reforzaremos este nuevo paradigma salvador o corremos el riesgo de que lo peor se haga posible y lo posible, probable. Votar por el 2, prohibiendo el comercio de armas, es avanzar en la constitución de un paradigma nuevo, centrado en la vida, en la no-violencia activa y en la paz. El derecho de los individuos no puede ser pensado fuera o en dirección contraria con el derecho más originario de la Tierra como Gaia y de la humanidad como sujeto colectivo. A nadie se la ha dado el derecho o concedido la libertad de poseer un instrumento, capaz de quitar la vida a un hijo o hija de Dios. Fue esa convicción que permitió a Gandhi liberar a la India sin el recurso de la violencia de las armas.

Traducción: ALAI