El informativo perdió un juglar. Un referente, un profesional identificado con el género hasta lo irracional. Disfrutó de su trabajo sin hacer jamás la relación esfuerzo-beneficio. Su definida personalidad, su imagen, su personal forma de relación con la gente, transformaron al Francisco Efraín González del documento en simplemente Efraín, como todos lo conocimos y como seguramente lo recordaremos. A los 62 años su corazón nos dio la peor de las noticias.
Fue hombre de la cultura y de las noticias. Fue funcionario del Ministerio de Educación de la Nación y conductor de una FM de Florencio Varela; fue creador de una de las primeras empresas de televisión por cable de la región y cronista en bermudas y en bicicleta, presentaba de etiqueta un concierto de música clásica o cargaba en el colectivo la filmadora y el trípode para ser su propio camarógrafo.
En cada una de esas funciones fue siempre Efraín. Con una sólida cultura general, gran erudición y memoria increíble, podía improvisar sobre los temas más diversos con datos históricos, estadísticos y fechas como si cada uno de ellos fuera su especialidad.
Cuando algún colega equivocaba un dato o un enfoque, surgía de Efraín su particular “Flaquito, vení para acá, esto es así, ¿entendiste Flaquito?”.
Recordaremos su formalidad, su elocuencia, su elegante imagen de traje e infaltable sombrero, entrevistando a un funcionario o cebando mate a los compañeros que trabajaban en la edición.
Extrañamos su voz grave y potente, su creatividad y sus proyectos, pero fundamentalmente sentimos la ausencia de su condición humana. Murió Efraín y la noticia no ocupará espacio en los grandes (¿?) medios, pero en quienes amamos y respetamos el periodismo regional en directo servicio de nuestros vecinos, está en la primera plana de nuestros afectos.
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