No se trata de una visita fortuita, la presencia e influencia de Armand Mattelart en América Latina tiene una larga historia, desde que, en las décadas del 60 y el 70, realizara trabajos de investigación en Argentina, Cuba, México, y finalmente en Chile, de donde partió hacia Francia a raíz del golpe militar contra el presidente Allende. Los vínculos forjados no se han perdido, como lo demuestran sus múltiples viajes a Cuba en el marco del Festival de Cine de La Habana.

Acompañado por su esposa y compañera de ideas y estudios, Michelle Mattelart, su estancia actual, como era de esperar, está resultando activa y fructífera, y no solo a causa del intenso programa como parte de la Feria del Libro. También por el provechoso encuentro que sostuvo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, en un aula rebosante de estudiantes, con puertas y ventanas atestadas. Varios temas esenciales sobre el desarrollo de las ciencias de la comunicación fueron abordados en un dinámico intercambio con los futuros periodistas y comunicadores de nuestro país: “El proyecto de integración mundial —puntualizó Mattelart en el diálogo— del que nace la idea de libre intercambio es mucho más viejo de lo que se suele pensar, se puede encontrar incluso desde el llamado descubrimiento de América. (…) El peligro para las ciencias de la comunicación está en la política de la tábula rasa: olvidar que somos el producto de construcciones anteriores.”

Durante su participación en el foro virtual “Terrorismo y Derechos Humanos”, organizado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, fue invitado, junto a Michelle y un equipo de lujo compuesto por destacados escritores, intelectuales e investigadores de más de diez países, a debatir con cibernautas de todo el mundo a través de la red de redes.

En el foro por Internet, afirmó que "el terrorismo de los Estados Unidos ha hecho que se haya criminalizado todas las luchas y reivindicaciones que se reclaman de la “nacionalidad” y de la “religión”. Esta criminalización ha hecho que la única estrategia aplicada para enfrentarlas es la represión. Ahora bien, en todas estas luchas, hay sectores fundamentalistas y sectores que no lo son. Pero el discurso antiterrorista generalizado impide que se abra la vía de solución de los conflictos por la negociación. De allá la necesidad de no reducir estas luchas a cuestiones de religión o de etnia para encontrar sus razones sociales."

A pesar del intenso debate aún quedaron ideas que compartir con nosotros:

 ¿En qué posición se encuentra la prensa alternativa en su labor de resistencia frente a los grandes medios tradicionales y a favor de la difusión pluralista de la información? ¿Qué camino cree que debe recorrer para hacer efectiva esta labor?

 Si uno analiza la tendencia, en todas partes del mundo, pero especialmente en América Latina, se ve que la problemática de los medios alternativos —no sé si hay que llamarlos alternativos, sería mejor medios libres e independientes, emitidos desde la ciudadanía— se ha vuelto cada vez más central. Se ve claramente, por ejemplo, la importancia que ha tomado la red de las radios comunitarias mundiales, que no solamente militan en cada país latinoamericano en un esfuerzo por legitimarse, sino que también intervienen en cada realidad nacional para presionar, para cambiar las reglas del juego del sistema de comunicaciones, es decir: exigir una regulación del sector privado. En los países donde hay un servicio público también se debe reflexionar, porque muchas veces el servicio público puede consistir solamente en propaganda oficial.

Se puede decir que el sector llamado alternativo está empezando a tomar conciencia de la necesidad, primero, de establecer sus propios medios comunitarios, de legitimarlos, incluso por medio de una ley para obtener financiamiento, y a la vez presionar para que cambie todo el sistema. Eso ocurre a nivel nacional. A nivel internacional las asociaciones de medios comunitarios que existen, como se ha visto claramente en los foros mundiales, participan cada vez más en los debates internacionales como el de la UNESCO, en la que estuvieron presentes para la Convención sobre la Diversidad Cultural. Han hecho oír su voz para alimentar la discusión sobre la regulación de la arquitectura de las redes mundiales.

En la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, por ejemplo, fueron ellos, dentro de la representación de lo que se llama sociedad civil organizada, los que hicieron ver que se consideraba muy poco en las futuras legislaciones el problema de la diversidad cultural, lingüística y mediática, y trataron de promover la idea de que no puede haber una sociedad de la información —y en la Convención de la UNESCO plantearon lo mismo—, de que no puede haber diversidad cultural, sin diversidad mediática y sin participación, porque esa es la definición que hacen de la comunicación estos medios alternativos: el acceso y la participación.

 ¿Qué ocurre con la libertad de expresión ante la creciente concentración de las corporaciones mediáticas?

 Es el problema clave. Es difícil discutirlo internacionalmente porque, por ejemplo, en la Convención sobre la Diversidad Cultural, es un punto débil. Se habla mucho de diversidad cultural, pero cuando se trata de abordar la cuestión de la diversidad mediática la palabra “concentración” está prohibida, no se habla de ello, se tiene miedo del término. Esto sucede en unas circunstancias en las que, pienso, el mayor problema en el mundo es la concentración bajo intereses financieros. No solo se daña al público, porque la concentración es siempre una rarefacción, una concentración de sentido, de la realidad. Los propios periodistas que trabajan en estos medios, en esta estructura concentrada, no pueden ejercer su oficio realmente. La nueva generación que se formó en periodismo tiene dificultad para acceder a lo que debería ser su oficio, porque existe una gran precariedad que va aparejada a la concentración, y una restricción de ejercer el trabajo periodístico dentro de un marco de libertad de conciencia.

Para solucionarlo hay que tomar en cuenta todas las facetas de los medios y la necesidad de una regulación, a nivel de los umbrales de concentración, a partir del conocimiento de qué es un monopolio, un oligopolio, etcétera. Es un trabajo muy preciso. Por ejemplo, en la discusión que tienen hoy en Brasil, dentro del Foro para la Democratización de la Comunicación, la reforma que plantean a nivel de legislación no es una declaración general sobre la concentración sino la definición en la ley de lo que es concentración, monopolio, oligopolio… si no, no sirve de nada. Eso demuestra hasta qué punto de definición llegan las luchas por la democratización de la comunicación. Podría tomar también el ejemplo de México, donde promovieron una reforma total de la ley de radio y televisión, pero se frustró por la razón de que Televisa está en el centro del sistema y el gobierno no quiere envenenar sus relaciones con los grandes medios. Eso muestra como las luchas mediáticas a favor de la regulación de los medios, en función de la democratización, es muy aguda y enfrenta grandes resistencias.

 Se ha referido a los periodistas en formación. Desde su posición como académico y docente, ¿qué ocurre en este ámbito en el contexto de enfrentamiento entre la difusión del pensamiento hegemónico y el esfuerzo por democratizar la comunicación?

 El peligro mayor de las escuelas de periodismo y de las escuelas de comunicación es que se vuelvan solamente escuelas profesionales, un síntoma de distancia en relación a su práctica. No es una tendencia que uno nota solamente en el periodismo, vale también para otras carreras de ciencias sociales, muy pragmáticas. La lucha de los propios estudiantes y de los docentes, conscientes de esto, es tratar de pensar el periodismo en función de su relación con la ciudadanía. Lo que debe cambiar es plantear el tema del periodismo y la libertad de expresión únicamente a partir de un código de deontología de los periodistas, un código de ética sobre la objetividad.

Hoy en día lo importante es pensar en la relación entre los periodistas y la ciudadanía —y lo mismo a nivel de los investigadores—, porque hasta ahora, la mayoría de las veces, los representantes de estas profesiones se hacen propietarios del sentido, lo monopolizan. Entregan su mensaje. Pienso que para la redefinición de la democracia, para que sea real la Sociedad del Conocimiento, es necesario redefinir la manera en que los periodistas e investigadores se relacionan con la sociedad, que es fuente no solo de información sino de producción de conocimiento. Si no, será una sociedad donde los especialistas siempre tengan la palabra mientras que la ciudadanía organizada carece de ella. Es una apuesta del siglo XXI, no se va a arreglar de la noche a la mañana.

 Su presencia en la Feria del Libro y el encuentro con estudiantes de la Facultad de Comunicación han sido experiencias importantes de su actual visita. Coméntenos sobre ambos hechos.

 Es la primera vez que vengo a la Feria del Libro. Participé en años anteriores en el Festival de Cine. Aunque son dos eventos distintos, es interesante ver el grado de alfabetización, frente al libro y frente al cine, que muestran los cubanos. En el sentido de que, primero, es un fenómeno masivo —es impresionante ver a todas las familias venir el fin de semana—, y luego es muy interesante ver el interés real de comprar libros y de leer. Igual ocurre al nivel del cine, es fantástico. Nunca he visto un pueblo asistir tan masivamente a ver películas durante un Festival. Lo importante en la apropiación de los medios, escritos o audiovisuales, es también el deseo de conocer cómo se producen, y analizarlos. Este es uno de los pocos pueblos que pueden ver una película y saber incluso dónde pueden estar los defectos técnicos. Hay toda una experiencia de lectura de los medios, que es fundamental.

De mi encuentro con los estudiantes de periodismo puedo decir, y es la reflexión de Michelle también, que estamos sorprendidos por el grado de madurez de las preguntas que nos formularon y la apertura de pensamiento. Creo que no quedaron preguntas en el tintero. Es muy interesante, porque augura una era de amplia reflexión sobre la necesidad de elaborar y de participar en la reflexión crítica sobre los medios. Este es un punto flaco, en todo el mundo, del pensamiento en los movimientos revolucionarios y los movimientos obreros desde sus principios. Es un dominio en el que debemos fortalecer nuestros conocimientos y nuestras formaciones para poder responder a los desafíos enormes que se nos vienen encima con las nuevas tecnologías y con la ofensiva ideológica de los grupos de poder.

#La Jiribilla