Los primeros sirven y se sirven del sistema en aparente oposición a él, apuntan al éxito (un podrido valor burgués) por encima de cualquier cosa y a menudo terminan en París o Barcelona, dentro de esa pequeña aristocracia de las letras por la que se chiflan los Edwards y los Donoso. Y conste que no me refiero a Cortázar, a quien respeto.

En nuestro país, ese insaciable afán de notoriedad ha terminado por convertir a algunos de nosotros en celebridades del espectáculo más que en escritores y del mismo modo que la gente está acostumbrada a oír que nueve de cada diez estrellas usan jabón Lux de tocador, hoy está obligada a creer que el escritor es una especie de "Mister Exito" porque la prestigiosa autora Fulanita de Tal transporta su genialidad en el nuevo Fiat 128 o se soba su arrugado pellejo con la crema humectante "Large bird".

A los otros, los que no sirven ni se sirven se los condena al silencio, o a las revistas literarias, que es casi lo mismo porque aparecen y desaparecen con tanta velocidad que uno, a lo sumo, es nada más que eso: un aparecido.

¿Cuáles escritores considero relegados? A escala americana por ejemplo, a Arguedas, a Guimaraes, al propio Rulfo. Entre nosotros, a Moyano, a Di Benedetto, a Blaistein. Añadiría a Gelman si no fuera que lo tiene merecido por ser tan buen poeta. Pero prefiero no empeñarme en una lista porque al olvido de los otros sumaré el mío propio y así la injusticia que tratamos de reparar será todavía más grande.

Solo deseo destacar que en esta Feria de Vanidades he encontrado a menudo compañeros que por su humildad, coherencia y lealtad me han servido de alto ejemplo. Y me permito mencionar una vez más a Mario Benedetti, cuyo bien ganado prestigio no necesita de mi bombo, Mario que nunca tiene a mano un librito para dedicamos, atormentado por el destino de su patria y de sus compatriotas, especie de ministro sin cartera y aun sin país, el cual siempre encuentra un poco de tiempo para un inédito y para un desesperado y esa limpia sonrisa para el amigo.

Esta vez no hablo de Daniel Moyano, escritor, albañil, violinista y para colmo riojano, porque van a terminar por pensar que exagero tanto como él.

# Fragmento de la entrevista que le hiciera Juan Carlos Martin Real para la revista
Crisis, número 16, año 1974.