¡Viva la Tricolor! Cómo no compartir la emoción y el orgullo que embarga a los ecuatorianos luego de la participación de nuestros seleccionados en el mundial de fútbol Alemania 2006.

Coincidimos con los periodistas, principalmente de la televisión, que han caracterizado a ésta como una participación que hará historia en el fútbol nacional, porque evidentemente a partir de ella las aspiraciones para las próximas competencias mundialistas no llegarán tan solo al hecho de la clasificación en eliminatorias, o a la clasificación a la segunda etapa del mundial, sino que se plantearán, ahora sí, disputar los primeros lugares del balompié del mundo.

Es un hecho cierto, también, que este logro deportivo afirmó un sentimiento nacional, de patria, muy intenso. El cantar del himno nacional en los estadios alemanes, el enfrentar de igual a igual, e incluso por momentos con cierto favoritismo, a grandes monstruos del fútbol mundial, hizo llenarse de un patriotismo sano a los ecuatorianos.

Pero al momento de valorar bien los significados de esta brillante participación mundialista, en algo en que no se puede estar de acuerdo con los periodistas deportivos es en aquella frase muchas veces repetida de que: “todos somos la selección”. Porque no es cierta.

Si se hubiera dado el caso de que se enfrentasen las selecciones de Estados Unidos y Ecuador, por ejemplo, habría que preguntarse a cuál de ellas habrían respaldado personajes como Fernando Santos Alvite, o como Mauricio Pinto, que aunque tienen la nacionalidad ecuatoriana y viven en este país, atentan permanentemente contra sus intereses, contra su soberanía, traicionan a esta patria al defender a compañías transnacionales como la OXY, en las disputas que éstas mantienen con el Estado.

La expresión “todos somos la selección” busca encubrir las profundas diferencias, los antagonismos de clase que existen en el país, mostrándonos a los ecuatorianos como iguales. Jamás podrían ser iguales Álvaro Noboa y sus trabajadores (algunos de ellos niños), que son sobreexplotados en sus bananeras, por más que unos y otros se pongan la camiseta de la selección. Nunca podrían ser iguales Carlos Tenorio o Agustín Delgado con el diputado socialcristiano Alfonso “el Pocho” Harb; porque así su pasión por el fútbol le haya hecho irse al mundial a la brava, sin rendirle cuenta a nadie, no podemos olvidar que sacó un arma de fuego cuando supo que una marcha indígena (de “salvajes” para él) llegaba a las inmediaciones del Congreso Nacional. O cuando agredió a un diputado de Pachakutik, quitándole el sombrero y mofándose ante todos sus compañeros de bancada.

¡No, no todos somos la selección! Es cierto lo que dicen estos periodistas deportivos acerca de que el ejemplo de lucha de este grupo de jugadores, su disciplina, su entrega debe ser reproducido en las demás actividades del país, para buscar transformarlo. Pero hay que ver bien de qué lado están los seleccionados para esa dura tarea, quiénes son parte de la selección para ese cambio. Para nosotros es muy claro: son los pueblos, representados en sus partidos políticos y organizaciones de izquierda revolucionaria, quienes deben unirse en una selección mundialista para disputar el título que hoy lo detentan unas cuántas familias y monopolios pro imperialistas, y ganar el poder con lucha, sacrificio y capacidad.

¡Viva la Tricolor! ¡A formar una selección para el cambio!