¿O cuando ven “Chiquititas”, huérfanos bien vestidos, limpios, con cabellos brillosos, -muchos rubios- y felices a pesar del “sufrimiento” ante sus destinos superficiales?

En la televisión no existen espacios para los programas infantiles educativos ni los que promueven la imaginación. En su mayoría, se limitan a series de dibujos animados o productos que abusan de la reiteración.

El 95 % de las películas, series y animaciones “infantiles” provienen de la industria cultural planetaria que produce los Estados Unidos.

Por su parte, las radios no pasan música para chicos, sólo algunas excepciones -minoritarias- en medios públicos y emisoras comunitarias. En general los temas son impuestos por el marketing de las multinacionales, que optan como perfil de receptor a la franja que va de los 13 a los 30 años de edad.

La publicidad, ya sea televisiva o gráfica, también capta la atención de los más chicos, siendo cada vez mayor el mercado de oferta y cada vez más amplia la diferencia entre los rubios de ojos celestes y los “morochitos” sin dientes producto de la mala nutrición (el 80% en el norte del país, el 70% en buena parte del Gran Buenos Aires).

La televisión, que en la Argentina adoptó el formato de las grandes cadenas estadounidenses, genera (en ocasiones subliminalmente) falsas necesidades y esto afecta -con mayor intensidad- a los pibes con menor poder adquisitivo, la idea es: TE MUESTRO PARA QUE VEAS LO QUE NO VAS A PODER TENER.

Está comprobado que aquello que se desea y no se puede obtener (especialmente en las sociedades de consumo) genera en las personas un sentido de frutración, especialmente en las de menor edad, dado que su mente es más receptiva y tiene menos mecanismos de defensa.

La televisión y buena parte de sus programaciones postulan como valores la felicidad, el triunfo individual, el éxito y esto conlleva el bienestar económico y social, en donde la mayoría de mis alumnos, del sur del GBA quedan afuera. Una vez más.

Mientras los medios masivos sigan marginando y excluyendo a los “excluidos de siempre”, yo y muchos docentes seguiremos apostando a atrapar su inocencia imaginando héroes literarios, cantando canciones para ellos, jugando a la rayuela y a la mancha o recibiendo en la escuela la visita de algún grupo de teatro independiente que nos regale títeres, historias, imaginación, fantasía y creación.

Todos tienen la capacidad de pensar y hay armas para lograrlo.