A la prensa gráfica la interpelan nuevos desafíos. Y a la prensa gráfica de los grandes medios nacionales, desafíos aún mayores, mezcla de dilemas tradicionales y de aventuras nuevas y de final impredecible. Editar una sección de un diario argentino hoy implica atender e interpretar escenarios más o menos históricos y, a la vez, afrontar el desafío del crecimiento de otras formas de comunicación derivadas de la consolidación de nuevas tecnologías, sin dejar de lado responsabilidades específicas -y para nada menores- vinculadas a la administración de recursos humanos, el intento por respetar condiciones de trabajo pautadas en convenios colectivos y la tarea cada vez más complicada de ejercer un liderazgo, en tiempos en que las relaciones empresa-trabajador adquirieron formas inéditas y difícilmente
encasillables.

Tradicionales depositarios de la elaboración de la agenda temática cotidiana, los grandes diarios argentinos asisten hoy a la modificación, al menos parcial, de ese escenario. Y si se la evalúa como parcial es porque, al menos hasta ahora, no se conocen estudios concretos de cómo cambió en los últimos años la construcción de la noticia y su evolución a lo largo del día. Ni de cómo mutaron las demandas del consumidor de información. Ni de cuánto se modificó un eventual ranking de credibilidad de los medios. Existen pocas actividades en las que lo intuitivo, materializado en la presunción de saber qué le interesa a la gente, tenga un lugar tan preponderante como en el periodismo. Y en ese sentido, teorizar respecto de cambios, influencias y hábitos de la opinión pública puede resultar una audacia teórica o una temeridad.

Quedan pocas dudas, sin embargo, acerca de que la tarea de pensar un medio gráfico de alcance nacional conlleva la obligación de atender, a la vez, a lo que se supone que esperan los lectores, a lo que estará haciendo la competencia, a las expectativas de la propia empresa y a lo que producen, durante todo ese proceso, los medios electrónicos, los nuevos invitados a esta mesa a la que no le faltaban comensales. Podría resumirse, entonces, el nuevo desafío en dotar al medio gráfico de credibilidad -o mantenerla, en aquellos que la lograron ejerciendo el mejor periodismo posible, consolidando mientras tanto el lugar de la prensa gráfica en términos de generación de temas novedosos e interesantes, de análisis, de investigación y de narración de historias originales y bien contadas.

Es cierto: suena a declaración de principios no siempre realizables. La responsabilidad de edición de un área temática determinada en un diario de alcance nacional supone entender no sólo la existencia de un nuevo “mapa” de medios en el que se entrecruzan los gráficos, la radio, la televisión e Internet. Implica además formar parte de una empresa grande en la que al menos tres paradigmas se entrecruzan y signan buena parte de la actividad cotidiana: el criterio siempre discutible de lo que resulta de interés para el lector; los parámetros de rentabilidad que toda empresa -periodística o no- maneja y que tiene una relación no del todo precisa pero innegable con el producto que se elabora; y la calidad de ese producto, medida con los criterios tradicionales y también por su adaptabilidad a nuevas miradas y tendencias del periodismo moderno. En ese marco, la tarea del periodista combina hoy elementos del ejercicio tradicional de la profesión -respeto por la verdad y por las fuentes, “olfato”, criterios de evaluación de la noticia, creatividad, buena redacción- con otros más novedosos o vinculados con el contexto en el que le toca desempeñarse: la necesidad de tener conciencia de la naturaleza del propio medio y de la competencia, los intereses eventualmente involucrados en los temas abordados, la obligación de encontrar focos distintivos que “sobrevivan” a la vorágine de los medios electrónicos.

Con semejante escenario, la tarea del editor adquiere roles y responsabilidades nuevas: en lo estrictamente profesional deberá comprender la modificación del escenario en el que le toca desempeñarse. Y al mismo tiempo será conductor de grupo, evaluador de temáticas y noticias, intérprete de lo que la gente -ese colectivo tan inasible- espera y, en algunos casos, cara visible de la empresa para los integrantes de la sección, incluso en temas que exceden el ejercicio del periodismo.

Ante la poco recomendable perspectiva de sacar conclusiones arbitrarias y de indicar caminos de una sola vía, no sería mala idea plantearse un retorno a las fuentes ante el desafío de abordar esta profesión en tiempos de cambios tan vertiginosos: empezar por ejercer el
periodismo del modo más serio y responsable posible, con respeto por las fuentes, el lenguaje y el lector. Y preguntarse mientras tanto por la condición de trabajador de prensa en épocas de revoluciones tecnológicas y lectores que tienen el hábito en crisis. Épocas de presiones, concentraciones e intereses. Tal vez en la combinación de ambos saberes resida el secreto de un periodismo que cumpla con su rol social y satisfaga a emisores y receptores.