“En las administraciones zonales se cancelaron 40 cargos, de gente muy capacitada. Esta decisión de suprimir cargos fue unilateral”, declara enfáticamente el señor Juan Vélez, Coordinador de Desarrollo Territorial del Municipio, al referirse a la fiebre de despidos que ha saturado de inseguridad el ambiente de trabajo del Distrito Metropolitano.

En el plan de reestructuración administrativa salido de la cabeza de la señora de Mena hay una larga lista de personas que deberán ser lanzadas a la calle y es así como se ha procedido al despido de 150 promotores culturales que, según Miguel Mora, director de Cultura del Cabildo, indicó que los despidos masivos están dentro del proceso de modernización de la entidad. Este despido intempestivo, dice un promotor cultural de la entidad, involucra a más de 100 músicos que conforman la Banda Sinfónica, Orquesta de Instrumentos Andinos, Coro Ciudad de Quito, el octeto Cantart, Ensamble de Guitarras, Grupo Yavirac, músicos esmeraldeños, 28 bandas populares y otros artistas que han venido dando su aporte al desarrollo musical y cultural de la Capital, y que trabajan para mantener a su familia, con un sueldo de apenas 300 dólares mensuales en el mejor de los casos. Para esta arremetida no se conoce ningún fundamento técnico ni académico y, por supuesto, la señora economista Elsa de Mena está demostrando su desprecio por la cultura y hasta se está olvidando que el Municipio debe ser consecuente con el título de Capital Iberoamericana de la Cultura que ostenta Quito, Patrimonio Cultural de la Humanidad, por otro lado,.

Para este promotor cultural, con los despidos se alteran procesos de desarrollo social en los que estaban involucradas las comunidades del cantón. Efectivamente, se viene abajo no solamente este aspecto que tiene que ver con el movimiento social, sino que, en lo principal se trata de gravísimo atentado contra el derecho y el acceso a la cultura, sobre lo cual ni lo sospechan los funcionarios municipales, que solamente están interesados en recaudar la mayor cantidad de dinero por concepto de impuestos prediales y de tributos por el aire contaminado que tenemos que aspirar todos los días en esta ciudad que ha comenzado a ser pisoteada por sus administradores en la parte más delicada de su existencia, como es, desde su fundación, el arte y la cultura.

Se asegura que van a ser despedidos un poco más de 1.300 trabajadores municipales y que se suprimirán los nombramientos de 600 funcionarios, que, como era de suponerse, ha iniciado una gran lucha para defender su estabilidad laboral, al tiempo que exigen la salida.

La cultura no puede ser fragmentada ni atropellada y peor aún eliminada, con el pretexto de hacer ajustes en el presupuesto y ahorrar dinero para cubrir los gastos que implica el pago de funcionarios dorados y las canojías de que gozan los concejales y sus graciosos aparatos burocráticos que absorben una buena parte de los impuestos que se cobran a la mayor parte de los ciudadanos que vivimos en esta Capital de los ecuatorianos, tragando smog las 24 horas del día.

Los trabajadores y empleados municipales, los promotores culturales y los artistas que han sido cancelados en sus cargos deben formar un sólido frente para enfrentar esta situación, recurriendo a la solidaridad del movimiento sindical y de las asociaciones de empleados estatales, cuya estabilidad también está amenazada por el actual Gobierno, que amenaza con morir en el intento en el caso de que no logre la felicidad que está debidamente programada para todos los ecuatorianos. Inclusive para los que nos resistimos a ser sujetos o objetos de esa felicidad que está por llegar, de un momento a otro. Espérela. No sea impaciente. Confíe en Lucio, en su divino poder.