De esa revolución en la que participó el recordado papa Juan Pablo II, entonces monseñor Carol Wojtyla, obispo de Cracovia, sobrevive un puñado de eclesiásticos. El aniversario de esa importante reunión, a la que asistieron 2,500 obispos, probablemente no será conmemorado oficialmente y seguramente el pontífice se limitará a evocar el Concilio durante la audiencia general de los miércoles.

Las Comunidades Eclesiales de Base que, en aquél momento se encontraban naciendo y han tenido su desarrollo en los años posteriores al Concilio, sentimos la necesidad de conmemorar tan importante fecha, principalmente porque consideramos que el cambio de época iniciado con ese Concilio no se ha completado. Se dieron muchas decisiones revolucionarias, como el concepto de libertad religiosa, que era rechazado por la Iglesia, convencida de que era la única depositaria de la verdad.

La eliminación de la lectura en latín de la misa y el hecho de que los sacerdotes la oficiaran mirando a los asistentes, en lugar de espaldas, fue para algunos católicos "una experiencia chocante". Por otra parte, una de las características más notorias de los veinte Concilios Ecuménicos anteriores, así como de otros muchos particulares, era la de afrontar los errores en dogma y moral, elaborar las profesiones de fe católica y fulminar las herejías con el clásico "anathema sit" (condenado sea); el Vaticano II fue distinto.

Fue un concilio netamente pastoral que se esforzó desde un principio por presentar al ser humano de hoy un rostro nuevo, de la Iglesia; de ahí que, incluso, surge la orden de elaborar un nuevo Código de Derecho Canónico, más teológico y pastoral que jurídico. Por todo esto el Vaticano II ha señalado, como ningún otro Concilio, la vitalidad de la Iglesia y su deseo de encarnarse cada vez más en el hombre de cada tiempo. Latinoamérica vibró con el Concilio Vaticano II. Era la primera vez en la historia que los pastores de este continente tomaban parte, de forma numerosa, en un concilio. El impacto del Concilio en la vida misma de América Latina, como bien lo afirma José Comblin "tuvo el efecto de un violento terremoto".

Latinoamérica no estaba aún acostumbrada a cuestionar dogmas y estructuras, y todo ello vino de repente. El impacto fue tanto más fuerte cuanto más joven e inexperta era nuestra cristiandad, que, sinceramente hablando, no estaba en las condiciones de la vieja Europa para sentir un cansancio secular y un deseo desesperado de cambio. Además, la realidad latinoamericana era casi totalmente ignorada por los obispos y teólogos europeos que hicieron el Concilio.

Latinoamérica no pudo vivir el Concilio, sino después de la "Populorum Progressio", después del Congreso Eucarístico bogotano con Pablo VI en contacto directo con los pobres, y después con la nueva luz de Medellín.

El Concilio aterrizó entre nosotros con la Conferencia Episcopal de Medellín, los Documentos que de ahí surgieron dieron inicio a la nueva Iglesia Latinoamericana: la opción por los pobres, la opción por la justicia, la denuncia profética, el compromiso laical, el fortalecimiento de la Comunidades Eclesiales de Base… todo ese despertar suscitó, también, reacciones contrarias, vino entonces la persecución, el martirio y, finalmente una ola de involución, de retroceso en la jerarquía eclesiástica, el embate, del Opus Dei financiando las arcas vaciadas del Vaticano, los viajes del Papa y acaparando los nombramientos de obispos. Por eso, ahora tenemos una iglesia "carismatizada", silenciada ante los problemas del mundo y sin esperanza para los pobres.

Las Comunidades Eclesiales de Base hemos estado estos últimos años en "resistencia", queremos salir, de este periodo de catacumbas y por eso, proponemos este encuentro para hacer oír nuestra voz y nuestro deseo de continuar tras el mandato de renovación del Concilio Vaticano II.

Y, en esta línea de tradición eclesial latinoamericana nos ponemos en proceso de reflexión para llevar nuestra voz, a la quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana. No sabemos, si desde arriba, desde la jerarquía, se piensa hacer algo tan participativo como en ocasiones anteriores; no importa, desde nuestra condición de bautizados, asumimos nuestro compromiso de formar la Iglesia, "Iglesia de los pobres", como decía nuestro San Romero.

Por eso nos preguntamos ¿cómo está nuestra Iglesia hoy? ¿Qué le hace falta para avanzar en la conclusión de esa revolución iniciada por el Vaticano II? ¿Qué podemos aportar a esa revolución eclesial, hoy y aquí?, en síntesis podemos retomar una cuestionante ya antes formulada "Iglesia ¿qué dices de ti misma?

Invitamos a todas las Comunidades Eclesiales de Base del país a unirse a este encuentro y a este proceso. Esperamos que el encuentro nacional que tendremos el día 9 de octubre, en el Auditorio Ignacio Ellacuría de la Universidad Centroamericana (UCA) nos sirva para unir nuestras fuerzas y empujar juntos a esta Iglesia hacia el pueblo; ya que si la Iglesia no va al pueblo, el pueblo sí va hacia ella para transformarla y embellecerla con los dones y carismas que el mismo Jesús de Nazaret nos dejó: profecía, solidaridad, anuncia de la buena noticia, acogida fraterna, igualdad, comunitariedad, etc. Y es porque nos sentimos Iglesia que asumimos este compromiso, porque nos sentimos hermanos es que queremos encontrarnos y porque nos sentimos Pueblo de Dios es que queremos vivir al Dios del pueblo.

Comunidades Eclesiales de Base de El Salvador (CEBES)