Del otro lado del mar, en América latina, 80 mil menores de dieciocho años piantan a la pampa de arriba cada año por cuestiones vinculadas a las diferentes modalidades con las que se presenta la violencia, dice la UNICEF.

Según informa el diario Granma, las niñas y los niños “son olvidados, invisibles ante los ojos de autoridades insensibles y de una sociedad que evita reconocerlos como uno de los graves problemas heredados de políticas económicas equivocadas, corrupción y falta de voluntad política. Estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que más de 10 millones de menores de cinco años mueren cada año en todo el mundo por dolencias curables como la neumonía, para la cual existen tratamientos y medicamentos”, apunta la investigación.

Pero la guerra sigue.

El exterminio contra los pibes continúa.

Y pareciera cosa sencilla parar la masacre: alcanzaría con utilizar mucho menos que los cien mil millones de dólares aprobados para la invasión de Estados Unidos a Iraq o con los diecisiete mil millones de dólares anuales invertidos por los norteamericanos y los europeos en comida para sus mascotas, para hacer frente a aquellos tratamientos y medicamentos de los que hace mención el trabajo de la Organización Mundial de la Salud.

Pero la guerra contra los chicos va perfeccionándose.

Quiere invisibilizar a las nuevas generaciones.

“Más de la mitad de los nacimientos ocurridos en los países pobres no se registran, de ahí que más de 50 millones sean ignorados como ciudadanos, según la UNICEF”, remarca la información.

Denuncias que, en realidad, marcan la continuidad de la guerra contra las chicas y chicos del planeta.

El sistema matando a sus hijos.

Crueldad que no tiene límites, salvo que la contraofensiva comience ahora, desde cada lugarcito en donde el abrazo calentito, la caricia mágica y la sonrisa invicta, invite a la resistencia, a la dignidad, a la pelea.

# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)