Cada día que cierra sus párpados, nos recuerda en los pasos cotidianos, cansados casi siempre por las carreras para conseguir el pan, que, aunque los pueblos se identifiquen por una misma historia, cada ser, es irrepetible.

La noche se despierta para ver vagar entre sus sombras, al Ecuador, repitiendo su realidad de marginación, de hambre, de aislamiento intelectual, de alineación, de analfabetismo cultural...

A lo largo de los siglos, en el Ecuador, no ha nacido, ni nacerá otro Eloy Alfaro; él fue el protagonista de su instante, el que doblegó la tiranía y apretó entre sus manos las llamas de la libertad de nuestro pueblo, sin quemarse; fue su memoria, la que se encendió para siempre, y se mantiene con cada latido de amanecer.

Si los dueños del poder económico recordaran la capacidad de Alfaro, de hacer negocios honrados; si pagaran los impuestos para construir una infraestructura social, si sus ganancias fueran fondo común en las adversidades de los demás, y si el dinero no se convirtiera en el objetivo número uno para escapar del país, no tendríamos a los bancos extranjeros repletos de dinero del pueblo ecuatoriano, ni a ex autoridades tomando el sol en Miami, ni a ecuatorianos cobrando la deuda externa...

Si los migrantes, fueran como Alfaro en Panamá, labrando sus horas con el cincel del trabajo y el corazón encendido con el fuego de la pachamama, no dejarían su tierra para ir a servir a los que nos robaron los sueños y la historia, sino que crearían nuevas trincheras de esperanza, para regresar a sembrar árboles nuevos.

Si los amigos, levantaran la voz como Alfaro por Montalvo y por Valverde, y abrieran chaquiñanes por los sitios olvidados, usando la pluma y el abecedario, desconociendo las amenazas de la tiranía y las vergüenzas de la usada conveniencia, seríamos más crédulos y más felices; tomaríamos un vino sin pensar en escondidas intenciones, apretaríamos más manos y sentiríamos más calor y más confianza.

Si los políticos rechazaran como Alfaro un pacto con sobradas ventajas personales, y buscaran la equidad y el desarrollo integral del país, nos ahorraríamos escarbar entre tantos colores, las camisetas que juegan a las escondidas entre los intereses personales y la corrupción.

Si los varones, como Alfaro, pensaran en las mujeres como protagonistas de la historia, con derechos para elegir su vida intelectual y afectiva, de construir propuestas, de ser respetadas como principio y fin de la existencia, existirían menos damas bien preparadas como pavos de navidad, y más mujeres libres y positivas.

Si los militares fueran como Alfaro, con la mirada en la responsabilidad de defender la tierra en donde nacimos y labramos nuestro destino, con el empeño de sembrar en nuestros huertos sueños y realidades, no harían guardia en defensa de los invasores, no prestarían sus bases militares ni autorizarían la creación de otras dentro de nuestro territorio, no se dejarían dar de baja por los cascos imperialistas de quienes incendian el mundo, en nombre de la paz.

Si los educadores, libres como Alfaro, no permitieran que la religión, ofuscara el pensamiento de los niños y de los jóvenes, tendríamos la posibilidad de arar el terreno milenario y nuevo de nuestra cultura.

Si los Presidentes, alzaran la voz, como Alfaro, que comprendió que las necesidades de la patria son también sociales y económicas; que debemos volver los ojos a las tierras abandonadas; que la educación es más importante que el turismo; que el obrero debe hacer respetar sus derechos; que atender las necesidades vitales es más apremiante que los proyectos millonarios para el uso de las minorías; que la salud no puede ser cambiada por los intereses de las farmacéuticas; que nuestro país es demasiado rico pero saqueado por las empresas" transnacionales; que las vías de comunicación en los campos son más necesarias que las perimetrales; que las relaciones internacionales con los países hermanos son de mayor validez que las con los países saqueadores; que son más importantes las leyes que las interpretaciones; que el respeto a la libre expresión es un derecho inalienable del hombre...

Si nosotros, pueblo, fuéramos como Alfaro, altivo, digno, honrado, defensor de sus derechos y aprendiz de sus reveses, si habláramos, si protestáramos, si abriéramos el pensamiento a la libertad y las manos a la tierra, si sembráramos más agua y raiz de Abia-Yala en los páramos, en las playas, en los montes y en las selvas....seguro, tendríamos una patria con piel de colibrí, sobrevolando nuestros sueños y aleteando en un culto a la libertad...