En Río de Janeiro, a diferencia de otras ciudades latinoamericanas en donde los barrios más pobres se encuentran lejos, estos barrios se conocen como favelas y se encuentran en el centro de la ciudad, son otra ciudad o realidad en donde ha imperado la violencia generada por la guerra entre los carteles, en medio de una extrema pobreza que se ha incrementado con la reducción del turismo.
Antes los capos eran del barrio y estaban más relacionados con la comunidad, pero hoy este negocio se internacionalizó y está dirigido desde fuera. Los capos locales son como gerentes que mantienen una acción intimidatoria permanente sobre la gente. Estos capos organizan los bailes funky, grandes fiestas con música electrónica, en las cuales se dice hacen orgías con menores, venden drogas, contrabandean con autos y armas. Para la policía este es un sector difícil. De lo que pasa allá dentro poco se sabe pues los medios de comunicación no se atreven a entrar y menos luego de que Tim Lopes, un periodista que se logró infiltrar en una fiesta Funky, fue descubierto con su cámara. A Tim le mutilaron los brazos y luego lo quemaron en un lugar conocido con el nombre de el microondas.
Esta situación que se vive en las favelas en gran parte la logramos percibir en la película, la «Cidade de Deus», aunque en realidad allí las calles no son tan pequeñas como en la película, si no que son más bien anchas y populosas con toda suerte de negocios. Cada «comunidad», como se autodenominan los habitantes de la favela, tiene su propia organización barrial: alcantarillado, electricidad, permisos para construir, deporte y entrenamiento, caen bajo la autoridad del delegado digamos, el alcalde. El lazo entre la organización barrial y los barones de la droga no está muy claro, aunque es definitivamente imposible visitar una favela sin el consentimiento de los últimos.
El hip hop y el rap son favela
"En Cidade de Deus no hay una oferta cultural si nosotros no la creamos", asegura Delano, un joven rapero que forma parte del colectivo Cufa (Central Unica de Favelas).
"La Cufa junta cientos de líderes comunitarios, raperos, DJ y graffiteros de las favelas para crear alternativas culturales. La Cufa nos da la oportunidad de grabar discos y producir videoclips", cuenta Delano, quien me invita a conocer la oficina de la Central y estar presente en la filmación de su primer videoclip. Acepto la invitación.
Al día siguiente, nos encontramos en la favela de Tiuti, arriba de Sao Cristovão, donde nació el futbolista Ronaldo. Delano dirige un videoclip de Safir, un rapero musculoso con cara de pocos amigos. Safir fue paracomando, llegó a ser maestro de capoeira y soldado del narcotráfico en Tiuti, algo que dejó atrás bajo la influencia de la religión umbanda, un sincretismo entre el cristianismo y espiritismo africano.
Safir, con sus 40 años, pecho desnudo y cadena de oro, tiene una autoridad natural sobre los otros actores de reparto en su videoclip. "Bum na direção", dice en tono militante, que supuestamente convoca a la violencia. Denuncia las condiciones de vida en las favelas y pregona la muerte tanto de políticos corruptos como de narcotraficantes que envenenan a los habitantes de la favela.
"El hip hop y el rap son tan populares aquí porque son la única forma de expresión de las favelas", me dice Safir. "El rap cuenta sobre la falta de oportunidades, la violencia, el racismo. En la radio comercial no oyes nada de eso".
Comemos arroz con fejoada mientras vemos Canal O Globo. Rodeado de gente negra, se me hace exótico ver a las personas blancas en la telenovela. Blancos que se pelean, blancos que se dan besos, niños blancos que van a la escuela. También en los bloques de publicidad, entre capítulos, los consumidores de los productos anunciados son blancos. "Un niño negro aprende muy pronto que los negros son ciudadanos de segunda –dice Delano–; que sólo figuran como personal doméstico, como choferes". Pregunto a Delano si él ha vivido el racismo personalmente. "Hace poco me presenté en un trabajo para telemarketing. Yo era el único negro entre ocho candidatos y hablaba con más facilidad que los otros. Aún así fui el primero que quedó fuera. Sobra decir que para telemarketing la cara de uno no es precisamente lo elemental".
El racismo en Brasil no salta a la vista, pero es una realidad innegable. La mayoría de los favelados son negros o mulatos. No es casual que un movimiento como la Cufa esté íntimamente ligado al Partido Popular Poder para la Mayoría (PPPomar), un partido negro, una especie de black power brasileño. "Queremos transformar las favelas desde adentro –se lee en la página electrónica de la Cufa–; existe una afinidad esencial entre la militancia en la Cufa y el hip hop.
Según la organización, el hip hop, el rap, el graffiti e incluso los bailes funky devuelven a la comunidad negra de las favelas la autoestima. En vez de ser el basurero de la cultura blanca de la clase media, se trata de crear un modelo propio. Como hacen los chicanos en Chicago o los negros en los Ángeles... "El hip hop es una solución propia, no un remedio que la periferia toma." Reza la Cufa de nuevo.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter