Presidentes Bush y Putin en un encuentro en el Kremlin el 24 mayo 2002

La próxima cumbre Rusia-EE.UU. en Bratislava ofrece a ambos presidentes la posibilidad de restituir las relaciones de antes e invertir las tendencias a la hostilidad y hasta la confrontación. Más tarde será mucho difícil hacerlo. Marshalla Goldman, vicedirector de Davis Center de Estudios Rusos y Eurasiáticos de la Universidad de Harvard (Boston), expuso su visión de la agenda de la cumbre en la entrevista concedida al diario independiente ruso Nezavisimaya Gaceta.

Uno de los puntos ineludibles del orden del día será la enmienda Jackson-Vanick. Ahora que prácticamente cada cual puede emigrar, no tiene sentido alguno exigir que Rusia abra sus fronteras. En la actualidad, el problema más bien estriba en encontrar al país dispuesto a recibir a los emigrados de Rusia. Estados Unidos, a propósito, ya no arde en deseos de hacerlo. Los diplomáticos rusos se quejan de que después de los ataques del 11 de septiembre, a veces ni siquiera empresarios leales de Rusia puedan tramitar el visado norteamericano.

El tema de Irak reviste para Rusia una importancia mucho mayor. Vladimir Putin necesita aseveraciones de que Irak amortice siquiera una parte de los créditos otorgados al régimen de Saddam Husein y de que las compañías rusas e iraquíes puedan reanudar sus relaciones económicas. Putin también insistirá en que EE.UU. apoye la aspiración de Rusia a ser miembro pleno del G-7.

Por su parte, el presidente Bush con toda seguridad le hará a Vladimir Putin preguntas sobre la decisión del Ministerio de Recursos Naturales de prohibir a las compañías extranjeras explotar yacimientos petrolíferos y otros.

La continua renuncia de Rusia a pagar compensaciones a compañías e inversores norteamericanos por los bienes que pasaron bajo el control de funcionarios públicos rusos también puede suscitar preguntas por parte del primer mandatario norteamericano. Este abandono de las normas internacionales en el ámbito de los negocios es sobre todo chocante dado que las compañías rusas adquieren cada vez más empresas extranjeras, sin que nadie lo objete.

Desde luego que ambas partes tienen razones para presentar quejas políticas. Moscú no quiere que Washington le ponga trabas en el territorio de la CEI. Las autoridades de Washington, incluyendo George Bush, expresan su inquietud con motivo de la aparición de ánimos antidemocráticos y nacionalistas en Rusia. Además, cunde la preocupación con motivo de las restricciones de la libertad de prensa, sobre todo de la TV. Muchos políticos en Estados Unidos opinan también que la actuación de Rusia en Chechenia podría ser mucho más flexible.

Boletín

El Club de París le pide una prima a Rusia

Mientras Rusia pedía que el Club de París le hiciera un descuento (10 por ciento de la suma de la deuda cancelada) por el pago anticipado de la deuda contraída por la URSS, los acreedores plantearon su propia exigencia consistente en pagarles un premio por el asenso a esta transacción. El Club argumentó su postura aludiendo a que Rusia obtiene buenos ingresos de las exportaciones de materias primas y en febrero la agencia de rating Standard & Poor’s le asignó la calificación de máxima confianza, escribe Boletín.

El Ministerio de Hacienda renunciaron a comentar oficialmente esta situación «debido a su sensibilidad».

Un funcionario de este departamento espera llegar a una fórmula de compromiso durante la ronda de las negociaciones a celebrarse en marzo, pero al mismo tiempo no descarta que puedan verse en un atolladero. Otro funcionario de este ministerio ha dicho que la exigencia de pagar premio la había presentado Alemania todavía en enero, antes de haber sido asignada la calificación de máxima confianza. Según él, el principal acreedor de Rusia insiste en una prima equivalente al 2,5 por ciento de la suma cancelada.

Un funcionario del Gobierno ruso afirma que Rusia no ha establecido los límites de la fórmula de compromiso, pero está seguro de que el Gobierno no accederá a pagar la prima a los acreedores. Una postura similar la adoptaría la Duma de Estado (cámara baja del parlamento ruso), sostienen expertos: «esto es políticamente inaceptable».

Pero económicamente la cancelación anticipada de la deuda (aun pagando la prima del 2,5 por ciento) es ventajosa para Rusia, cree Alexei Moiseev, director del departamento analítico de la compañía «Renessaince Kapital». El servicio de las euroobligaciones (a cancelar en 2030), las de mayor liquidez, le cuesta a Rusia el 5 por ciento anual; a partir de 2007 le costará el 7,5 por ciento. Sumas más o menos iguales, según la apreciación de Moiseev, Rusia paga por el servicio de las deudas alemana e italiana (un 7 por ciento anual).

Mientras tanto, las euroobligaciones «Rusia-2030» se venden ahora al 106,25 por ciento de su valor nominal. De este modo, dice Moiseev, para nosotros es beneficioso todo lo que esté por debajo de este nivel. Si el tipo de interés por la deuda es superior al 6 por ciento anual (que coincide aproximadamente con la rentabilidad actual de las euroobligaciones «Rusia-2030»), una prima del 2,5 por ciento es un pago justo por la cancelación anticipada. Con tanta más razón que se pagará en una ocasión, mientras los intereses por los créditos del Club de París serán pagaderos durante varios años.

Según datos facilitados por el Ministerio de Hacienda, el importe de la deuda contraída por Rusia con los países del Club de París totaliza 44.400 millones de dólares.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)