Pese a que los sondeos dieron unos resultados equivocados, y casualmente coincidentes con la voluntad occidental y del Estado de Israel, los votantes decidieron en las urnas apartar al gobierno a Al Fatah y, de manera añadida, imprimir un golpe de timón en el proceso de liberación nacional del pueblo palestino.

Los enormes esfuerzos de los gobiernos occidentales y de los principales medios de comunicación por decantar los comicios legislativos en favor de la organización palestina de la que formara parte el fallecido Yaser Arafat, caían en saco roto y la desaparición del rais palestino tenía un efecto retardado, en forma de derrota electoral, para los suyos.

Las elecciones locales celebradas en otoño del año pasado ya apuntaron a la victoria del Movimiento de la Resistencia islámica, Hamas. Más del 50% de los puestos en juego en Gaza fueron a parar, por deseo de los electores, a la opción que ha corroborado su triunfo en los comicios al Parlamento palestino. Aquellos resultados llevaron, de una parte a Israel y con él a EE.UU. y la UE, con sus tristemente famosas «listas negras de organizaciones terroristas», y de otra, a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a adoptar una política de acoso que ha tenido un efecto opuesto al apetecido.

La incursión con un fuerte apoyo de Hamas en los consejos municipales llevó a Israel a acrecentar su presión sobre el líder de la ANP, Abu Mazen. De este modo, el ataque de Yabalia (24 de setiembre de 2005) daba paso a bombardeos y a la detención de más de 400 cuadros de Hamas, entre los que figuraban integrantes de su rama militar, pero también políticos, educadores y dinamizadores de su red social, tan popular como rentable en el plano político. Esta ofensiva en toda regla, con la excusa de desarmar a la Resistencia, fue secundada por ciertos sectores de la ANP, en un intento de desgastar a Hamas. Sin embargo, esa actitud de colaboración le reportó un descrédito añadido a ojos de una población condenada a vivir la cruda realidad del Muro que erige Israel. Tras la victoria general de Hamas en las urnas (su primacía social y política data de tiempo atrás) asoman los escándalos de corrupción de la ANP, el hartazgo popular por su estrategia de concertación a toda costa con Israel, pese a su vulneración de los acuerdos, y cómo no el desencanto ante una comunidad internacional que da carta blanca a la ocupación. Guste o no, los palestinos han elegido una papeleta para decir: ya basta.