La ex soldado Jessica Lynch, en días recientes, cuando acusó al ejército de los Estados Unidos de utilizar su captura y dramático rescate para influir en favor de la invasión a Irak.
Ver primer artículo publicado sobre la soldado Jessica Lynch.

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Periódicos y televisoras del mundo acaban de recoger las declaraciones de la ex soldado Jessica Lynch, rubia en la foto arriba, ante el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y es muy probable que, a esta altura, muchos de los que elaboraron el guión patriótico denunciado por ella como una infamia se estén halando los pelos, no tanto por la reiteración de una evidencia ya conocida, sino porque con tanta juventud, belleza, no poca inteligencia y siendo rubia —¡cómo es posible!— la muchacha sigue empeñada en no dejarse convertir en una estrella.

Cuando Theodore Roosevelt y sus soldados desembarcaron en Cuba dispuestos a ser los ganadores absolutos de la Guerra de Independencia contra España, antes de desembarcar cañones y fusiles bajaron una de las primeras cámaras de cine fabricadas en el mundo. Todavía hoy pueden verse a los aguerridos "rangers de Teddy" tomando la loma de San Juan, no en imágenes verídicas, sino en una representación de aires operísticos donde los soldados simulan caer heridos, mientras clavan su bandera en la cima conquistada.

El cine estaba en pañales, pero ya se le descubría una de las eficacias fundamentales sobre las que más tarde Hollywood cimentaría su carrera: la facultad de rescribir y contar cualquier historia a tono con lo que conviniera.

Ocho días después de que un solemne presidente Bush anunciara desde la Casa Blanca que la soldado Jessica Lynch había sido liberada tras una heroica operación, el Pentágono entregaba a los medios unas imágenes que dejaban constancia de la hazaña. Según revelación de Robert Scheer, de Los Ángeles Times, las escenas de visión nocturna no provenían de la cámara de un militar aficionado, sino de un verdadero profesional, asistente de Ridley Scott en La caída del Halcón Negro. Las imágenes serían montadas luego por el Comando Central del Ejército de los Estados Unidos y difundidas a los cuatro vientos.

¿Y qué se veía allí?

Antes habría que recordar que en abril del 2003 los medios de Estados Unidos difundieron a bombo y platillo que Jessica Lynch, en combate contra sus atacantes del Ejército iraquí, después de voltearse el camión en el que viajaba, había disparado hasta el último proyectil. Varios huesos fracturados y con el arma imposibilitada, la muchacha de 19 años "fue herida de bala, apuñalada, maniatada y llevada a un hospital en territorio enemigo, en Nassiriya". Allí, según las fuentes, había sido "golpeada y maltratada por un oficial iraquí". Luego, durante una operación sorpresa y no obstante "la dura resistencia de los guardias iraquíes", los comandos lograron entrar al hospital donde la tenían secuestrada y conducirla en helicóptero a Kuwait.

De la noche a la mañana, Jessica escalaba las cumbres del héroe que —según la propaganda ha hecho creer— todo norteamericano lleva adentro.

John Kampfner, de la BBC, estuvo entre los periodistas que días más tarde llegaron a la "escena del crimen" y fueron sacando a la luz la verdad sobre aquel guión homérico. Él le recogió el testimonio al doctor Anmar Ouday: "Fue como en una película de Hollywood. No había ningún soldado iraquí, pero las fuerzas especiales hacían uso de sus armas. Tiraban balas de fogueo y se oían las explosiones. Gritaban ¡Go! ¡Go! ¡Go! El ataque contra el hospital fue una especie de show, o una película de mucha acción con Sylvester Stallone".

La misma Jessica se encargaría de ir aclarando toda la verdad: había sido objetivo de una gran mentira por parte del Pentágono que quería hacer de ella un símbolo: Sus heridas provenían solo del vuelco del camión y en el hospital los médicos iraquíes se esforzaron en cuidarla, al punto de donarle uno de ellos su propia sangre. En cuanto al sonado rescate difundido al mundo en imágenes¼ desde hacía días no había en el hospital ni un solo soldado enemigo cuando llegaron los comandos norteamericanos.

A finales del mismo 2003 se estrenaría el filme de ficción Salvar a Jessica Lynch. La película no pudo ser lo que querían sus productores. "Esta historia es como la de Misión imposible pero real", había dicho un ejecutivo de la NBC a la revista Daily Variety en los primeros días en que el Gobierno vendía su euforia patriótica. "Es la mejor historia que puedes conseguir de esta guerra: tiene emoción, heroicidad, es cautivadora y dramática", se amasaba el ejecutivo las manos.

Pero desde un hospital, en una base militar en Alemania donde se reponía, Jessica no se cansaba de aclarar hechos y de repetir que contrario a lo que muchos pretendían, estaba lejos de ser una heroína de guerra. De ahí que el pobre guionista, John Fasano, tuviera que cambiar y volver a cambiar sobre la marcha historias y diálogos hasta terminar escribiendo veinte borradores, como le comentara a la agencia Reuters.

La revista Weekly escribió que la película era "blanda" y Time la calificó de aburrida. La vi por aquellos días, pero era tan insulsa e incoherente en cuanto a intención de "mensajes", que hoy solo soy capaz de decir lo peor que se pueda opinar de un filme: perdonen, pero de casi nada me acuerdo.