En la Argentina de hoy la máxima peronista necesita de una calificación de los niños a los que hace referencia para encontrar sustento.

Y cuando uno dice “una familia con privilegios” ya no se refiere a aquellos que tienen una situación económica acomodada. Ni siquiera a los que corren con ventaja desde la alcurnia. Tampoco a los hijos de la impunidad ni de los inquilinos del poder.

Esos son los privilegiados de siempre, los que desde siempre multiplican por varios ceros sus ganancias por segundo sobre las espaldas de los que no tienen más riqueza que su dignidad.

Sucede que con el paso del tiempo y la multiplicación de la desigualdad, la palabra privilegio ha ido perdiendo linaje.

Los privilegios de hoy quedan ahí nomás de la vida del hombre común.

Cerquita de quien puede mandar a su pibe a la escuela, comprarle ropa, medicinas, darle de comer... Cerquita de aquel que pueda leer esta nota por Internet o pagar una entrada para ir a la cancha o al cine.

Pequeños “lujos” que debieran formar parte de la normalidad, parecen ser toda una distinción cuando accedemos a los números de la indigencia. Quien cuenta con lo esencial es hoy un privilegiado, de tercera o cuarta línea, pero privilegiado al fin...

Según un informe de la CTA, seis millones de chicos en la Argentina viven en la pobreza de los cuales tres millones tienen hambre.

Mueren por día 25 recién nacidos.

El 52,2 por ciento de los menores vive en hogares sostenidos por padres con inserción laboral precaria. Estamos hablando de alrededor de siete millones de chicos.

El 47,2 por ciento no tiene cobertura médica.

2 millones de pibes no asisten o nunca asistieron a un establecimiento educativo.

Demasiados números en rojo, demasiado desamparo.

Mientras esto ocurre, la discusión nacional no pasa por encontrar la forma de que nuestros pibes dejen de morirse de hambre o apenas nacidos. La discusión nacional que se promueve, fundamentalmente desde los medios de comunicación, es a qué edad imputamos a un menor para frenar el delito.

Según señala el informe, los menores resultan ser los más castigados: mientras la tasa de pobreza a nivel nacional es del 26,9 por ciento, para la población que tiene menos de 18 años la misma medición es de, prácticamente, el doble (40,6 por ciento). Algo similar ocurre con la indigencia, mientras a nivel país la tasa de indigencia era del 8,7por ciento, la correspondiente a la población menor era muy superior, del 14,1 por ciento.

Es posible que muchos de los abuelos de estos pibes con el presente y el futuro hipotecados hayan formado parte de la generación de aquellos “únicos privilegiados”.

Esos abuelos también constituyen la Argentina indigente.

La que quedó afuera de lo indispensable.

En los ojos vidriosos de ese hombre, usted podrá encontrar los sueños perdidos de dos y hasta tres generaciones.

Seis millones de chicos en la Argentina viven en la pobreza.

Tres millones tienen hambre.

Por estas razones mueren por día 25 recién nacidos...

En los ojos vidriosos de ese hombre se esconde mal herida la palabra futuro.

Nota publicada en la Agencia Pelota de Trapo (http://www.pelotadetrapo.org.ar/).