Aunque el rechazo manifestado por Rafael Correa sobre el informe presentado por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) sea correcto, la condición de derechización del gobierno no ha cambiado.
El presidente Rafael Correa tiene toda la razón al rechazar el informe del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), conformado por los ministros de defensa del G20, que sostiene que el Ecuador con otros cuatro países del planeta es permisible al lavado de dinero proveniente del narcotráfico, así como al informe del International Assessment and Strategy Center, publicado por el Mimai Herlad, en el sentido de que el Ecuador financia al terrorismo. Y la tiene porque, efectivamente, ningún organismo, por más representativo de potencias extranjeras que sea, puede violentar la dignidad nacional, tratando al Ecuador como si fuese una colonia a la que hay que sancionar porque se ha portado mal. Bien dicho Presidente.
Sin embargo, hay que condenar la perspectiva desde la que también rechaza esos informes el primer mandatario: ha salido al paso tratando de demostrar que el Ecuador es el país que más combate al “terrorismo”, usando el discurso imperialista de Barack Obama, y de Álvaro Uribe, con quien nuevamente se estrecha la mano, sin haber obtenido ningún resultado favorable para el Ecuador después del ataque a Angostura. Y no solo es el discurso de estos personajes el que se reproduce, sino que sus prácticas se están implantando paulatinamente en el Ecuador, contra gente del pueblo y contra dirigentes populares; basta un ejemplo: el presidente nacional de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), Marcelo Rivera, continúa detenido de manera injusta, acusado de terrorismo por el simple hecho de defender, en medio de la lucha social, la gratuidad de la educación superior y los derechos de los estudiantes universitarios del país. Bajo el criterio de combatir al terrorismo, en la frontera se producen asesinatos y detenciones arbitrarias. En medio de la crisis se invierten cantidades de recursos para comprar armas para destinarlas a la frontera y al mismo tiempo se amenaza directamente a las FARC, en una actitud provocadora, sin que el Ecuador nada tenga ver en el conflicto interno que vive Colombia.
Y como para confirmar esta postura reaccionaria del presidente Correa, es necesario poner atención a lo que dijo en su última comparecencia ante los canales de televisión privados: habló de que luego del triunfo obtenido en la UNASUR para la estructuración de la Comunidad de Estados Latinomaericanos y del Caribe, él trabajará para establecer una instancia de seguridad propia de este organismo para “luchar contra el crimen organizado”. Esto podría ser altamente riesgoso para la política soberana y de respeto de la autodeterminación de los pueblos que el Ecuador ha mantenido en el tema colombiano. Reemplazar una OEA por otra similar o peor no es ningún avance, sino un retroceso. Estas son cosas de un gobierno que se muestra resuelto a continuar con su giro hacia la derecha.
Por otro lado, mientras a nivel internacional las potencias quieren ver a un Ecuador sometido a las imposiciones de las grandes potencias y a las lógicas del capital transnacional, a lo interno la derecha quiere ver a la gente del pueblo sometida a los poderosos, la ve como lo peor, como descalificada, sin méritos como para ocupar instancias de control y decisión del Estado. Frente al informe del GAFI o del International Assessment and Strategy Center mantienen una actitud sumisa, rastrera, y frente a la conformación del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social mantienen una actitud prepotente, autoritaria, excluyente. Es la típica práctica antreguista, antipatria y gamonal que siempre tuvieron estos sectores, y que es la responsable del atraso en el que está sumido el Ecuador.
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