Desde los albores de la humanidad el crimen siempre fue negado por sus perpetradores, con el sambenito “soy inocente” o también “yo no fui”. El padre histriónico de Keiko Fujimori apeló a él con inusitada virulencia y pose artística.
Ahora, Alan García y Keiko Sofía pasarán a la historia criminal de la infamia, por lo mismo: ¡negar los favores millonarios que les dio el coimero Odebrecht!, hoy condenado y preso, en Brasil, por corromper, a Gil y Mil, para ganar licitaciones en forma antelada. Lo hizo en Perú, con todos los gobiernos, así como en otros países.
No es necesario que Marcelo Odebrecht conozca o se reúna con Keiko para entregar dinero sucio a su campaña electoral 2011. Nadie le imputa esa reunión, o que siquiera se conozcan, pues esos dólares malhabidos se entregan tras bambalinas o bajo la mesa, quizá desvencijada. Tampoco Odebrecht los entregó en manos de Alejandro Toledo u Ollanta Humala, ambos con prisión preventiva, no obstante su negativa. Pero sí se sabe que fueron transferidas repetidas sumas de dólares directamente a las cuentas bancarias de empresas regidas por Pedro Pablo Kuczynski.
Con singular viveza criolla, también en el conjunto cromosómico de papá preso, Keiko quiere zafarse del apretón, ladinamente. Del cinismo keikista no esperemos que la verdad resplandezca, como en Demóstenes cuando defendía. Los reales asesinos siempre niegan que apretaron el gatillo o que el veneno mortal fuera suyo, aunque tengan el muerto al frente o ante sí el indubitado certificado de necropsia que acredita la mano asesina ajena.
El mismo tipo de falacias usaron y lo siguen haciendo, Alan García: “no he cogido un centavo”, porque la plata le había llegado sola; Alberto Fujimori: “soy inocente”; Alejandro Toledo: “la plata es de mi suegra”, “tengo errores, pero no soy corrupto”; Ollanta Humala y Nadine Heredia: “no son mis agendas, sí son mis agendas, pero nos las robaron”. A su turno, Pedro Pablo Kuczynski espetará semejantes falacias.
Sin embargo, pese a estas horrendas negativas, que hablan más bien del cieno criminal de sus protagonistas, el pedido de prisión preventiva debe ser formulado y no habrá juez penal que la deniegue; la acusación fiscal vendrá como por un tubo; y la condena será inexorable. Mucho daño han hecho al país este tipo de despreciables malhechores. No solo nuestra economía está maltrecha, con pobreza lacerante a causa de estas pillerías, sino que el ser social peruano se encuentra resentido, próximo a estallar.
También Marcelo Odebrecht y Jorge Barata negaron todo, al inicio, pero hoy han confesado sus fechorías y están delatando a sus instigadores, coautores, cómplices primarios y otros escurridizos copartícipes peruanos, quienes negándose buscan que en el futuro sea posible resucitar. Saben de sobra que su confesión los sepulta.
Parece, pues, que los fonemas, vocablos o palabras Crimen y Cinismo son sinónimos o análogos para el tozudo delincuente que está asido al poder o va tras él.
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