Según los datos que obran en nuestro poder, el pasado 31 de agosto, a las 15.00, 2 aviones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos lanzaron 7 bombas guiadas contra el puesto de mando del grupo Hurras al-Din, situado 7 kilómetros al noreste de la ciudad de Idlib. Según el portavoz oficial del Comando Central de las fuerzas armadas de Estados Unidos, el teniente coronel Earl Brown, el golpe apuntaba contra jefes de al Qaeda “responsables de ataques que amenazan a ciudadanos de Estados Unidos, sus socios y civiles”, con el fin de reducir sus capacidades para desarrollar acciones agresivas y desestabilizar esta zona. El portavoz militar estadounidense también confirmó que, puesto que “el noroeste de Siria sigue siendo un refugio para los terroristas, Estados Unidos junto con sus aliados y socios continuarán propinando golpes contra los extremistas”.

Según la información de que dispone el Centro Ruso para la Reconciliación de las partes enfrentadas, Estados Unidos asestó el golpe en violación de los acuerdos anteriores sobre el cese del fuego en Idlib. Ni la parte rusa ni la turca cuyos especialistas militares se encuentran en esta zona, fueron informadas sobre el ataque planeado. Según las informaciones que llegan, en los poblados de Maarrat Misrin y Kafer Haya, donde Estados Unidos asestó el golpe, se registraron numerosas víctimas y destrucciones. Según los testigos oculares, entre los afectados hay niños.

Las acciones de Estados Unidos pusieron en entredicho la observancia del “régimen del silencio”, decretado a partir de las 06.00 del 31 de agosto en la zona de distensión de Idlib. El golpe aéreo provocó el fuego contra las posiciones de las tropas gubernamentales sirias por parte de los terroristas. A pesar de ello, de momento se mantiene vigente la moratoria sobre las hostilidades para estabilizar la situación en Idlib.

Es sintomático que literalmente la víspera del ataque estadounidense en Idlib, el Departamento de Estado haya emitido una declaración sobre los resultados de las negociaciones entre el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el enviado especial del Secretario General de la ONU para Siria, Geir Pedersen. En esa declaración, Mike Pompeo, entre otras cosas, “expresó preocupación en relación con las horrorosas consecuencias de los ataques lanzados por el régimen de Bachar al-Assad y sus aliados contra la población civil, las instalaciones e infraestructura humanitarias en Idlib, recalcando la necesidad del más pronto restablecimiento del régimen de cese del fuego”.

Las inconsecuentes y contradictorias acciones de Estados Unidos en Idlib no pueden menos que provocar extrañeza y preocupación. De un lado, los representantes de Estados Unidos exigen desde todas las tribunas, incluyendo la ONU, la escalada de la tirantez en Idlib, exacerban las pasiones en relación con los sufrimientos de la población civil, haciendo caso omiso de una descomunal concentración de los terroristas reconocidos como tales por el Consejo de Seguridad de la ONU. Del otro, Estados Unidos asesta un golpe aéreo que causa fuertes destrucciones y víctimas.

Se imponen estas interrogantes: ¿en virtud de qué las bombas estadounidenses son “mejores” que las rusas? ¿Por qué los blancos terroristas eliminados por Estados Unidos son más legítimos que los objetivos terroristas destruidos por las tropas gubernamentales sirias apoyadas por la aviación rusa? En esta relación, esperamos que las organizaciones humanitarias de la ONU tomen en consideración las consecuencias del golpe aéreo asestado por Estados Unidos en Idlib a la hora de redactar sus informes y que informen expeditamente a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU sobre sus consecuencias para los civiles y las instalaciones de la infraestructura civil, y que comenten si el golpe en cuestión se corresponde con las normas del Derecho Internacional.

«Bombardeos estadounidenses contra al-Qaeda en Idlib», Red Voltaire , 1ro de septiembre de 2019.