Era en enero de 1963. El editorial del primer número de Nuestra palabra, revista de la Unión Revolucionaria de Mujeres del Ecuador (URME), dejaba sentada la posición de su directora, Nela Martínez Espinosa, y de un grupo pequeño de mujeres vinculadas a la izquierda de entonces. De esta manera, su directora continuaba una lucha, empezada más de treinta años atrás, en favor de indígenas, mujeres, artesanos, obreros. Desde entonces hasta hoy, Nela ha devenido un emblema, un símbolo viviente de las mujeres de este siglo que creyeron en sociedades justas y con equidad entre clases sociales y entre mujeres y hombres; de las que lucharon desde el otro lado y se enfrentaron a poderes establecidos; de las escasas participantes políticas en la primera mitad del siglo XX en el Ecuador, pero respetada por la firmeza de sus convicciones y su integridad.
Primera ministra de gobierno
Por ello y más, es la única mujer entre los personajes ecuatorianos del siglo que aparecen en un lujoso libro del Diners Club que acaba de entrar en circulación. Se trata de una selección restringida, en la que no están todos/as los que han hecho la política, la economía, el periodismo, la ciencia, el deporte y el espectáculo de estos cien años en el país. Sin embargo, en lo que a Nela Martínez respecta, ella deja una huella muy bien definida y es, hasta ahora, la que más ha transitado la centuria.
Nació el 24 de noviembre de 1912, en la provincia del Cañar, sur andino del país. En la revista «Amauta», del peruano José Carlos Mariátegui, encontró su fuente de información y formación para canalizar esa sensibilidad que le hizo escribir, a los 13 años de edad, El azote, uno de sus primeros poemas inspirado en el dolor de un indio por el castigo que recibía en la hacienda de sus padres, y que la haría ganadora de uno de sus primeros premios literarios.
De maestra a militante política a tiempo completo, su afiliación al Partido Comunista, a fines de la década de los 20, no solo produjo el escándalo en su familia, hacendada y fervientemente católica, sino que la convirtió en una de las primerísimas mujeres militantes de esa agrupación política. En 1939, funda Alianza Femenina Ecuatoriana, que agrupaba a maestras, obreras, intelectuales, campesinas e indígenas, y que la llevaría a ser pieza fundamental de «La Gloriosa» (1944), una de las más importantes movilizaciones políticas de este siglo, organizada contra el presidente de entonces, Carlos A. Arroyo del Río. Se convirtió entonces en la primera ecuatoriana en ocupar el Ministerio de Gobierno, aunque fuese durante tres días. Luego sería diputada suplente en la Asamblea Constituyente de 1945, y aunque no culminó su período (porque también le burlaron la diputación principal), llegó a ser la primera mujer diputada del país. Después vino su proyección internacional: organizó agrupaciones políticas y de mujeres en países como Guatemala y Colombia; participó de congresos panamericanos e internacionales y de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FEDIM). En sus contactos con otras mujeres del mundo de similares objetivos, conoció a Dolores Ibarruri, «La pasionaria», de España.
Antifascista y organizadora
Fundadora y militante del movimiento antifascista del Ecuador durante la Segunda Guerra Mundial, junto con aquel que sería su segundo esposo por más de 30 años; partícipe también de la organización indígena, Nela acompañaría en muchos momentos de su quehacer político a otra grande del país, Dolores Cacuango, fundadora de la Federación Ecuatoriana de Indios, en 1944. Y durante esos años, en la que es quizá la más intensa década de su vida, tuvo también alprimero de su cuatro hijos.
Ejercicio periodístico, apoyo a huelgas de trabajadores, a estudiantes y movimientos de solidaridad y en contra de las dictaduras latinoamericanas; persecuciones y prisiones, fundación de URME y la revista citada, constituyen momentos decisivos en su vida entre las décadas de los 30 y los 70. En los años 80, la publicación de la novela Los Guandos, la ubica también como narradora de gran sensibilidad. Ferviente estudiosa del aporte de otras mujeres en la historia, ubica en su verdadera dimensión a Manuela Sáenz: ya no es más la «loca amante» de Simón Bolívar, sino la «colibertadora».
Difícil resumir tan intensos y apasionados años. «Lo que me ha impulsado, más que el conocer, era el dar, el entregarme, el cambiar la faz del mundo y de América, donde percibía tanta injusticia», declaró Nela a esta corresponsal. Hoy, el tiempo transcurre más lento pero aún activo, entre lecturas, escritura, proyectos de publicaciones y política. Como coordinadora del Frente Continental de Mujeres, dignidad que ocupa desde 1980, fue invitada en enero pasado a la firma de la paz entre la guerrilla y el gobierno colombianos («la cuestión de Colombia me preocupa mucho. Hay que pensar cómo detener esa guerra de intervención que se aproxima»). Genio y figura... Por eso, la mayor nostalgia que tiene hoy es «no poder caminar, moverme y ser autónoma» (hace unos quince años, un virus la dejó semiparalizada). Un bastón da apoyo a su marcha, pero ninguno a su mente abierta y atenta a los cambios del mundo para reafirmar su pasión por la paz y la justicia...
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