A principios de 2004 se inició en el seno del Colegio Máximo de Academias de Ciencias de Colombia por iniciativa de su presidente, el doctor Jaime Posada, la discusión sobre su vinculación a la celebración del bicentenario de la Independencia de Colombia. Dicha conmemoración se iniciará en julio de 2010, con los doscientos años del Grito de Independencia en Bogotá, y concluirá en agosto de 2019, con el recuerdo de la batalla de Boyacá, culminación de la gesta independentista. En la reunión mensual del Colegio correspondiente a Abril de ese año, el autor de esta nota sugirió que las academias, además de mantener la memoria histórica de hasta la más remota etapa precolombina y comprometerse con su análisis, deben preocuparse por el futuro de la Patria. Por tanto, propuso por escrito que se debía trabajar por un Propósito Nacional: Erradicar la miseria y duplicar el ingreso real de los hogares para el bicentenario de la batalla de Boyacá.

Según nuestros cálculos iniciales, para lograr este propósito es indispensable que el PIB crezca a no menos del 6,3% y el consumo de los hogares al 6%, en tasa anual geométrica, durante 2005-2019, lo que no es imposible pues muchos países lo han alcanzado. Se necesitaría también una política estatal activa de redistribución del ingreso, sobre la base de incrementar el empleo digno, con adecuada protección social, y elevar el salario real, para que la participación de los asalariados no sea inferior al 40% del PIB.

En agosto de 2005 el gobierno nacional publicó el documento Visión Colombia II Centenario, en donde se calcula un incremento del PIB del 5,3% y del consumo de los hogares de apenas el 4,8%, en tasa anual geométrica para el mismo período. En cuanto a metas sociales fundamentales se considera la disminución de la pobreza al 20%, pero sólo una reducción del Gini del 0,56 al 0,47, lo que en nuestra opinión no es consistente con la disminución propuesta de la pobreza, a no ser que se haga con un gran esfuerzo asistencialista del Estado –como se desprende del mismo documento—. Sin embargo esto supondría elevar de manera desmesurada la carga tributaria.

Así mismo, nos preocupa que Visión Colombia II Centenario le dé una excesiva importancia al mercado externo desestimando a veces el consumo doméstico, sin que ello signifique que neguemos la necesidad de incrementar y diversificar las exportaciones. Elevar el peso relativo de la demanda externa no puede llevarnos a pensar que la estrechez del mercado interno, debida en lo fundamental al subconsumo de millones de hogares, es una debilidad permanente con la que no queda más remedio que convivir. Al contrario, la superación de ésta con el incremento del ingreso disponible de los hogares, en especial de los pobres y en indigencia, debe verse como una oportunidad para crecer de manera apreciable y sostenida en el futuro.

De otro lado, la estrategia exportadora no puede centrarse casi de manera exclusiva en bienes simples del sector primario, así tengan gran potencial. El papel del mercado externo en el desarrollo del país tiene que asentarse en la exportación de productos provenientes de procesos complejos, que suponen una re-industrialización, así como de servicios modernos, todos con mayor valor nacional agregado.

Es necesario integrar mejor al desarrollo futuro del país la riqueza con que cuenta en los dos océanos que bañan sus 3.000 kilómetros de playa, su estratégica posición geográfica y su inmenso potencial en biodiversidad. Hay que aprender de los que han salido rápido de la pobreza y el atraso con propuestas innovadoras y audaces en cuanto a nuevos renglones de producción, como Japón, Corea del Sur e Irlanda, para sólo mencionar algunos.

En nuestra propuesta sobre un Propósito Nacional se insiste en vincular la pobreza, que conlleva una baja capacidad adquisitiva crónica de la mayoría de los hogares colombianos, con la dificultad para lograr un crecimiento económico apreciable y sostenido.

En el fondo de esta situación se encuentra como razón fundamental la exagerada concentración del ingreso y la riqueza que ha padecido Colombia durante su historia. En la práctica, en nuestro país se le niega a la mayoría de los hogares el derecho elemental al consumo de lo que les permite una vida digna. Este derecho es hoy uno de los más importantes componentes del concepto moderno de libertad y, por consiguiente, de desarrollo humano.

Si se logra un crecimiento del PIB superior al 6% y del consumo de los hogares no inferior al 6%, como se señaló más atrás, ello permitiría que a la par que aumenta la participación de los asalariados en la distribución primaria del ingreso, también se incrementaría la participación de los capitalistas (aumentaría la proporción del excedente bruto de explotación), como se muestra en los cálculos de un Propósito Nacional. Diciéndolo de otra manera, la erradicación de la miseria y el mejoramiento de los hogares pobres y de clase media no saldría «del bolsillo» de los empresarios sino de la ampliación del mercado interno (la demanda neta doméstica, o sea excluidas importaciones, pasaría de un poco menos de 210 billones a casi 450 billones de pesos de 2004) y del incremento de las exportaciones (su monto pasaría de casi 50 billones a 190 billones, también entre 2004 y 2019). De esta manera se podrían colocar como metas fundamentales –y alcanzables— no sólo la erradicación de la miseria (que afecta a más de dos millones de hogares), sino la reducción de la pobreza a alrededor del 40% de la población y del coeficiente Gini en ingresos a 0,40, así como la duplicación del consumo per cápita a no menos de 7 millones de pesos anuales, en valores constantes de 2004.

Ahora, en agosto de 2006, la nueva directora de Planeación Nacional anuncia un Plan para Erradicar la Pobreza Extrema, lo que coincide con el Propósito Nacional que propusimos en abril de 2004. Mientras en Visión Colombia una meta de este tipo no era tan explícita, todo indica que será una de las «banderas» del Plan de Desarrollo 2007-2010. Y también coincidente con nuestra propuesta, considera que una de las acciones gubernamentales necesarias será la mejoría de la distribución del ingreso.

Aunque el presidente dijo el 7 de agosto que el nuevo Plan de Desarrollo será más ambicioso en metas sociales que Visión Colombia, lo preocupante es que para lograr crecimiento con justicia social –como también lo dijo en esa ocasión—, debe modificarse de manera sustancial el «modelo económico» vigente, que ha tenido como ganadores netos a los grandes grupos económicos y a las personas más adineradas. Mientras el país –y no sólo el gobierno— no se comprometa con un modo de desarrollo que tenga el bienestar de los hogares pobres y de clase media como objetivo primordial, con metas cuantificables, tales propuestas seguirán siendo vana palabrería.