En términos generales, es posible afirmar que las tasas de analfabetismo están decreciendo en América Latina. Sin embargo, esta problemática continúa vigente en zonas rurales y marginales, en especial entre las mujeres. Se calcula que 7 de cada 10 adultos, que viven en zonas rurales, son analfabetos. Y 7 de cada 10 analfabetos son mujeres.

Para disminuir estas cifras se impulsó el Programa Estatal de Alfabetización “Yo sí puedo” y aquí, en nuestro país, se convocaron a estudiantes universitarios, agrupaciones barriales y docentes, para implementarlo con el objetivo de disminuir el analfabetismo y reinsertar a estos adultos en el sistema formal de educación. En su mayoría son grupos de mujeres las que participan.

Cabe destacar que, históricamente, siempre la mujer ocupó diferentes espacios, en principio, a la sombra del poder masculino, luego por necesidad, frente a los hechos político-sociales, salen a ocupar ese espacio cumpliendo un rol protagónico.

De hecho, en nuestro país, los años 80 marcaron esta situación: la irrupción de la mujer frente a la lucha por el juicio y castigo a los autores de crímenes de lesa humanidad, la recuperación de nietos en manos de apropiadores, el reclamo por justicia de toda una provincia por el asesinato de María Soledad Morales, que generó movilizaciones impulsadas y encabezadas por sus compañeras de estudios y la rectora del colegio Marta Pelloni.

“De manera similar, gran parte de la respuesta inmediata a la desocupación y marginación social, proviene del empeño de mujeres que formando comedores, salas de salud, guarderías, y otras instituciones barriales buscan palear la situación, particularmente la de los chicos”

En casa de Celina, como en cada uno de los centros de alfabetización, las mujeres decidieron “No ser analfabetas”, haciendo uso de su derecho; dejar de estar relegadas, excluidas y comenzar a recibir y producir el derecho al conocimiento.

Nadie puede optar, elegir, y decidir sobre una realidad que desconoce.