Lo que pocos saben es que el detonador de la urgencia manifiesta que hoy tiene a medio país con los pelos de punta (ese estilito croosover o fussion entre Norberto, Antonio’s y Jonny Staff y que puso de moda el Ministro Carrasquilla, cliente de los tres primeros, hasta que metió las peluquerías en la reforma tributaria) es el desmesurado incremento de capital declarado por cirujanos plásticos, modistos y diseñadores de moda de todas las hilambres en los últimos cuatro meses.

Ha sido tanta la demanda (en términos comerciales, aunque a ese paso, pronto caminará a términos judiciales) por los servicios de los profesionales de la mimética estética que hasta RCN tuvo que suspender el Cambio Extremo por falta de mano de obra barata (es decir por canje publicitario) muy a pesar de que en la lista de contratados estaban con sus respectivas lipos (y de paso, transformaciones faciales totales) Fabio Echeverri,Fabio Valencia, con un botox y reimplante capilar el muy vanidoso del Ministro de Agricultura, con un estiramiento de piel, el Fiscal Iguarán hecho un mar de lágrimas (por culpa del eliminado deportivo Cali y de su mascota) y con el rediseño de sonrisa que alguna vez fue Pepsodent en el rostro de la Conchi.

Los responsables de la inflación en la asignación y precio de las consultas médicas y asesorías de imagen son los cerca de diez mil colombianos entre congresistas, excongresistas, (y sus parientes cercanos) ministros, ex ministros (y sus familiares próximos), alcaldes, exalcaldes, gobernadores, exgobernadores, militares activos y en retiro, empresarios, ganaderos, fiscales y funcionarios públicos (y sus consanguíneos) que tratan de deshacerse por estos días de ese adminículo (ubicado por la sabia naturaleza en ese preciso lugar que señala la etimología) que los acompaña desde que tuvieron razón, así no la hayan usado.

¿Ya adivinaron? Claro, es el rabo de paja, esa insigne apéndice que nuestros altos funcionarios se empeñaban (nunca un verbo fue tan apropiado) en heredar, cuando el país era una fiesta, a toda su pobre comunidad agobiada y doliente como si fuera un cargo diplomático, una gobernación o una cancillería.

Los más obesos, los más hipertensos (que por estos días son casi todos) o los que le tienen miedo a la sangre (vaya paradoja) han optado por las cremitas, las goticas, los diseños amplios y disimulados, los vestuarios camaleónicos y hasta los desuetos sacolevas con el fin de girar en U y desmarcarse de toda sospecha en relación con ese cuchuflí que todos niegan haber visto, los muy castos, los muy ingenuos, que no ineptos, como dicen por ahí.

En fin, son tantos los rabones (como da en llamarlos un médico amigo nuestro que no estudió estética y ahora está llenando crucigramas y, por favor, no es el Ministro de Protección) que ni siquiera el Dane, la Fiscalía, ni la Procuraduría han podido cuantificar a los compatriotas que tienen incrustada en el ADN esa porción corpo-moral que los identifica más que las placas dentales o las huellas dactilares, más que el caminado ese que dejan ver cuando se nota que le están huyendo a la candela.

Con razón están tan asustados con el fenómeno del Niño. Si la temperatura sigue subiendo, antes de que acabe el año judicial habrá que declarar a todo el territorio nacional como pabellón de quemados.