El imperio aplica el concepto-idea “todos son sospechosos ante mí”.

En los últimos días sumó una nueva forma violatoria a la intimidad y a los derechos humanos de las personas: colocó sofisticados escáner en sus principales aeropuertos, desde el cual cada pasajero es visto desnudo, para verificar “si lleva un arma, una bomba o un explosivo líquido”.

En la nota realizada el domingo pasado, por la periodista Ana Baron, en el matutino “Clarín”, también se remarca los problemas de salud que este tipo de detector de “personas peligrosas”, puede ocasionar a la gente.

Según el informe, hasta el propio profesor de oncología de la Universidad de Columbia, Davis Brenner, afirmaba que “el lo evitaría” y aconsejaba que “mujeres embarazadas y niños no se expongan”.

Algunas preguntas sobre el punto:

¿Sólo en los aeropuertos estarán colocadas estas tomografías computadas no indicadas por médico alguno?

¿Cuánto tiempo hará que ya están funcionando, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo?

El imperio cuando brinda una información sobre un hecho que produce, siempre significa que lo viene practicando desde hace tiempo.

Los paladines de la “libertad”, con Bush y sus criminales de guerra a la cabeza, cuentan desde hace años,-incluso antes de los atentados del 11S-, con equipos de control de ciudadanos, entre ellos el de las escuchas en telefonía fija, móvil y mensajes por Internet.

Ya hace un año el diario USA Today denunciaba que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, experta en espionaje electrónico) venía recogiendo la información de los llamados telefónicos en todo el territorio de EE.UU.

USA Today afirmaba -en su investigación- que: “las principales compañías de telecomunicaciones como la AT&T, Bell South y Verison, fueron complacientes a tal punto que dieron su soporte tecnológico para las escuchas ilegales”.

Bush defendió estas acciones con la falaz y reiterada mentira diciendo que “la intimidad de los estadounidenses está furiosamente protegida (SIC)”, agregando que “hacemos estos controles para descubrir terroristas”.

La Casa Blanca ya ha reconocido que la NSA ha almacenado millones de datos, convirtiéndola en la organización que “tiene un historial detallado, al milímetro de todas y cada una de las llamadas y mensajes que recorren el país”.

Unas preguntitas más:

¿La acumulación de datos personales sólo lo hace el imperio en su territorio?

¿Cuántas empresas de telecomunicaciones y estados estarán participando de este interesante ejercicio de “libertad de expresión”.

También, hace unas semanas atrás, en el marco de la Feria Internacional del Libro, realizada en La Habana, Cuba, se informaba a los corresponsales extranjeros y a los cientos de miles de participantes, sobre cómo los Estados Unidos viola todas las normas internacionales de comunicación, interrumpiendo y bloqueando a emisoras radiales y de TV cubanas, para transmitir clandestinamente programas producidos por la CIA desde Miami.

Ultima pregunta:

¿Por qué las entidades “defensoras de la libre expresión”, nada dicen de todo lo anteriormente señalado?

¿Cuántos “Veedores” van por día a EE.UU. para verificar las denuncias producidas por la prensa de ése mismo país o por el gobierno cubano?

Nos miran (desnuditos y todo), nos escuchan, leen nuestros correos electrónicos, nos clasifican, nos meten en base de datos y luego actúan “para proteger furiosamente la intimidad de los estadounidenses”.

Más tarde el aparato de des(comunicación) seleccionará el país de turno, a quien acusará de “falta de libertades, no respetar los derechos civiles y atentar contra los valores democráticos”.

Ya hay medios, comunicadores sociales y organizaciones (antes presas de un silencio impuesto o autoimpuesto) que cada vez se pronuncian con mayor energía contra estas violaciones del imperio.

El espacio de los “ingenuos”, funcionales e hipócritas es cada vez menor.

A todos ellos se los vio y escuchó en los últimos años, y como diría Ricardo Masseti: “No Se Puede ser Objetivo entre el Bien y el Mal”.