Camaño participó en la mesa sobre “Los Medios de Comunicación en un Mundo Globalizado”, en el que también fueron panelistas Bernard Cassen (director general del semanario francés Le Monde Diplomatique), Juan Pedro Valentín (periodista español y ex director de Informativos de Tele 5), Blanche Petrich (periodista de La Jornada de México), e Ignacio Santillana (director general del Grupo Prisa).

La promoción y defensa de los derechos humanos y la democracia, la lucha contra la pobreza, el desarrollo sostenible, la igualdad de género y respeto a la diversidad cultural y la conservación del medio ambiente en un mundo globalizado, fueron algunos de los ejes de las numerosas mesas debates que se realizaron durante las tres jornadas de la actividad, que se concretó bajo el lema “España, Iberoamérica: Desarrollo, Cooperación y futuro”, y del que participaron numerosas personalidades del mundo de la política, la comunicación y la cultura.

A continuación, la ANC, reproduce el texto completo de la intervención de Camaño en esa actividad:

Agradezco al Ayuntamiento de Fuenlabrada, a su señor Alcalde, Manuel Robles Delgado, en particular, y a todas y todos quienes han contribuido a la realización de este encuentro, por la invitación hecha a la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).

Para la FELAP es una alta distinción estar aquí, dispuesta a compartir una conversación, una discusión que, aun en la discrepancia, nos convoca a ajustar la mira acerca de la realidad de Latinoamérica y junto con esa realidad, a precisar cuál es el significado de los medios de comunicación en un mundo globalizado. Globalización neoliberal, agrego, que –según entiende la FELAP-, es sencillamente criminal con, al menos, tres cuartas partes de la humanidad.

Si me permiten, y dado que estamos hablando de globalización, de medios de comunicación y, supongo, de vivir actualizados, informados –y no apenas eso-, quiero compartir con ustedes una inquietud vinculada con una deuda que –estimo- tenemos los hombres y mujeres con responsabilidades de dirigentes en este momento histórico.

Unos días antes de emprender el viaje Buenos Aires-Madrid leí en el diario Página 12 de la Argentina, un artículo firmado por el periodista y poeta Juan Gelman, en el cual, bajo el título “Una bomba política”, se decía, entre otras cosas, que el ex asesor de Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, declaró el pasado 1 de febrero ante la audiencia pública del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, que la invasión a Irak –él dijo la guerra- “Es una calamidad histórica, estratégica y moral”.

Gelman recordaba también en la nota que Brzezinski “fue impulsor de la ayuda norteamericana a los talibanes cuando éstos eran oposición del gobierno afgano pro URSS…”

Más adelante el artículo señala cómo avanzó Brzezinski con sus preocupaciones hasta argumentar que Washington se propone atacar a Irán a partir de un disparador que justificará la acción bélica posterior. Habló, concretamente, de un autoatentado al interior del territorio de EE.UU. Gravísimo.

Nuevamente, entonces, me pregunté por qué, frente a tantas mentiras y tantas matanzas, frente al armado de futuros –y nuevos- genocidios, la FELAP todavía no había presentado ante los organismos internacionales de derechos humanos y también ante los gobiernos de los distintos países, una petición, un reclamo, una exigencia, con la finalidad de que se considere juzgar, o se intente hacerlo, al presidente de los EE.UU., George W. Bush, como criminal de guerra. Como lo que es. Sin ninguna duda.

Bien, no más que eso en torno a la cuestión. No es mi intención abrir aquí debates por fuera de la agenda prevista.

Ahora yo debo hablar sobre “Los Medios de Comunicación en un Mundo Globalizado” y fijar posición en cuanto a si los Medios de Comunicación de masas son el “cuarto poder” o un “contrapoder”.

Antes es necesario, dado que hablamos de Latinoamérica, hacer un elemental diseño del contexto previo del actual proceso de cambio que, en términos políticos y sociales, se observa en América Latina y el Caribe. Siempre atentos a que las palancas de la economía, por lo general continúan respondiendo al modelo neoliberal impuesto a partir de los años setenta.

Como sabemos –pero no está de más recordarlo- nos referimos a un modelo afirmado sobre la base de asesinatos, la desaparición forzada de personas, la tortura y las persecuciones ideológicas, políticas y gremiales. Un modelo de sociedad ajustado a los intereses de grupos de poder dominantes que apelaron al saqueo de los recursos estratégicos de la gran mayoría de los países, aceitaron la transferencia de ganancias hacia los centro de poder transnacional y sometieron las políticas de Estado a los dictados de los organismos financieros internacionales, en favor de las empresas multinacionales monopólicas y de los ahora llamados fondos de inversión, o el poder en las sombras.

Un modelo que, montado sobre cientos de miles de cadáveres –a no olvidarse que el terrorismo de estado fue doctrina garante de la expoliación- hizo crecer la desocupación masiva, la extensión del trabajo basura y del salario basura, mientras se exaltaba el individualismo pro atomización de las organizaciones colectivas de trabajadores y se promovía la insolidaridad humana. Todo eso junto, y a un mismo tiempo, como expresión indisimulable de lo que algunos llamamos “fracaso del sistema de socialización capitalista”.

En esa realidad, que transcurre desde mitad de la década del setenta a nuestros días, hay claras evidencias de que no existe la democracia informativa en la misma medida que no existe la democracia económica, precisamente en tiempos en que los medios de comunicación que responden a las clases dominantes son parte constitutiva del poder real. Ni más ni menos. Ni el cuarto poder, ni el primero por sí solos, ni mucho menos, el contrapoder de sí mismos. Sino parte constitutiva del actual proceso de acumulación capitalista a escala global, y parte fuertemente dinámica de las pugnas inter- capitalistas con intereses transnacionales. Bueno, aquí, con estas afirmaciones, aparece una respuesta –si se quiere un poco esquemática- a la pregunta que anima este panel.

Reitero: Ni cuarto poder, ni contrapoder. Parte integrante plena, asociada o subordinada -no en todos los casos-, de los monopolios diversificados en el campo de las tecnologías, la explotación de los recursos naturales del planeta y la fabricación y comercialización de armas, entre ellas, las de destrucción masiva.

En esta compleja dimensión de un mundo acorralado por concepciones y prácticas depredadoras de la vida humana y del hábitat global de las especies, la Federación Latinoamericana de Periodistas desarrolla sus actividades, en una región que, durante treinta años, con sus más y sus menos, se ha resistido a que el montaje neoliberal por cancelar la historia tuviera éxito. La FELAP ha sido y es, entonces, una organización activa en la lucha contra el neoliberalismo rabioso, el capitalismo salvaje y la impunidad del poder económico y político, que no trepida en matar o mandar a matar –en el ejercicio del crimen organizado- a quien denuncie sus privilegios y arbitrariedades. Organización, entre muchas y diversas de los pueblos que en la resistencia hemos seguido construyendo la historia sin fin que derrotó al pretendido fin de la historia.

La FELAP, sin perseguir gloria alguna, se reconoce como un actor, entre tantos, de la lucha teórica y práctica contra el pensamiento único y el discurso hegemónico, que pretendió –y pretende- como paradigma de las relaciones de producción y socialización, poner al mercado por encima de los seres humanos e, incluso, por encima de la vida del planeta.

Agrego, pues: Latinoamérica y el Caribe, abordan hoy distintos procesos de integración donde conviven –y no pocas veces mal conviven- discursos neoliberales, en claro retroceso, una insistente retórica antineoliberal, propuestas neodesarrollistas o neokeynesianas y pronunciamientos a favor del socialismo.

Un escenario, convengamos, de discursos encontrados y prácticas políticas –y en algunos casos políticas y económicas- que no existía cinco años atrás. He ahí un cambio que explica al menos dos cuestiones a saber: el fracaso del neoliberalismo en su objetivo de establecer todas las reglas de juego. Aunque debamos admitir que todavía controla y despliega las piezas vitales de la economía, las finanzas, de la información-comunicación, de la industria cultural de masas y del entretenimiento.

Y, por otro lado, como segunda cuestión clave del cambio de escenario: la importancia de las resistencias de sectores organizados del mundo del trabajo, organizaciones de masas con extendido alcance y -en no pocos casos- control territorial, organizaciones de profesionales, formaciones políticas, movimientos indigenistas, de mujeres, de jóvenes, poblaciones enteras en la lucha por la vivienda y el pan. Confrontados, todos, a las imposiciones de las clases dominantes locales y multinacionales.

Brzezinski, a quien mencioné antes, por obra y gracia de Gelman, dice en su libro “¿Dominación Global o Liderazgo Global?” que, cito: “el desorden mundial contemporáneo proviene (en un sentido más amplio) de un nuevo hecho: el mundo actual se ha despertado políticamente a la desigualdad de condiciones de los seres humanos”. Otros hombres, otras mujeres, en otros tiempos y con otras palabras provenientes de un pensamiento literalmente opuesto al del ex asesor del presidente Carter, hubieran dicho que, con sus flujos y reflujos, la lucha de clases es inevitable. Si se prefiere podríamos acordar aquí, para no llamar lucha de clases a lo que se revela como tal, que las tensiones en la lucha de intereses entre dominadores y dominados vive nuevamente una etapa de exasperación y que por lo mismo el poder dominante del mundo capitalista, en su continuo fracaso de garantizar una sociedad para todos, eleva sus medidas represivas. La pregunta que sigue consiste en saber si el único camino que le queda por delante será similar al camino recorrido: “chorreando sangre y barro por todos sus poros”, tal cual lo describiera Marx hace, por cierto, varios años.

Así lo precisaba recientemente el intelectual argentino Atilio Borón, quien hasta hace pocos meses se desempeñaba como Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Borón, recuerdo, ya que en este lugar, por el tema que nos ocupa, viene al caso, señala que Bill Gates: “Seguramente jamás trató con alguno de los tres mil millones de personas que en el mundo nunca recibieron un llamado telefónico”, aludiendo así –con fuertes críticas- a un dicho insultante de Gates, cuando éste aseguró que lo maravilloso de la autopista de la información consistía en que “la equidad virtual es mucho más fácil de lograr que la equidad del mundo real (…) En el mundo virtual todos somos criaturas iguales”.

Para no empalagarnos con semejante afirmación, sugiero remitirnos a la UNESCO: “Poco más del 10 por ciento de la población mundial accede a Internet. Estados Unidos y Europa concentran al 67 por ciento de los usuarios y América Latina a no más del 4 por ciento”.

Sigamos tomando como fuente a la misma UNESCO, para explicar en qué consiste la concentración monopólica de la información-comunicación y de la industria cultural de masas y del entretenimiento: EE.UU. predomina en la cinematografía a tal punto que el 92.5 por ciento de películas que circula libremente por el libre mercado dentro de sus fronteras le pertenece. Así como le pertenece el 85 por ciento de las películas difundidas en las salas de todo el mundo. Esto, como las invasiones armadas contra la soberanía de las naciones y la violación al derecho de autodeterminación de los pueblos, se conoce, en el lenguaje del imperio mediático de Rupert Murdoch y sus amigos de la política –caso José María Aznar, Tony Blair y George W. Bush-, con el nombre de “libertad” y “democracia”.

Dice la UNESCO que “al proceso de concentración tecnológica se agrega la reorganización monopolística de los mercados, que subordina los circuitos nacionales a sistemas transnacionales de producción y comercialización”. Y, reitera sistemáticamente, de manera casi desesperada desde 1996 a esta parte que “la globalización entraña un fuerte riesgo de uniformización de las culturas y de asimilación de las obras de la mente con fines comerciales”. Desde 1996 al 2007 llevamos once años de agravamiento del problema. Casi en un pie de igualdad –en materia de resultados negativos- con el drama de la sobrevivencia humana, como consecuencia de la cada día más injusta distribución de los ingresos y las riquezas.

Dice Alejandro Alfonso, Consejero de Comunicación e Información de la UNESCO para América Latina que “las ventajas de la revolución tecnológica de la información están en la actualidad desigualmente distribuidas entre los países desarrollados y en desarrollo, así como en las sociedades”. Y alerta sobre la necesidad de achicar cuanto antes la llamada brecha digital, ante el peligro de que los rezagados –miles de millones de personas en el mundo- queden más rezagados y los marginados “aún más marginados”.

En su Declaración Universal sobre Diversidad Cultural, en el marco de la trigésima primera Conferencia General, que realizara hace cinco años, la UNESCO abogó por “humanizar la globalización”. Sin embargo, la realidad sigue obstinada en mostrar una América Latina que, con una población total de 500 millones de habitantes, tiene a más de 250 millones de ellos en la pobreza, viviendo en condiciones infrahumanas, como consecuencia de la aplicación sistemática de políticas que benefician a unos pocos y denigran a los más. Y esto es así porque existe acumulación monopólica de capital y explotación rapaz y voraz del trabajo material e inmaterial, con la siempre viva apropiación de la plusvalía creada por los trabajadores. Y como no se trata de los resultados de ningún fenómeno natural o al imperio de agentes extraterrestres, todo enmascaramiento tecnicista no es otra cosa que un insulto a la dignidad humana.

Uno de los tantos funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) que caminan el mundo justificaba hace dos semanas en un encuentro sobre economía y problemas de desarrollo, celebrado en La Habana, que al FMI se le había ido la mano en sus recomendaciones de ajustes fiscales a base de la reducción de la inversión pública y el gasto social en América Latina. Ese “se le fue la mano” significó –hay que repetirlo y hasta gritarlo, porque parece inaudible- un genocidio por planificación de la desigualdad.

Así de dura y cruda es la realidad de una región de este mundo en la que las tensiones entre intereses opuestos, en el campo de las luchas teóricas, políticas y sociales, dan por tierra con la peregrina y pretendida idea de ponerle fin a la historia y las ideologías. El mundo exasperado que tanto preocupa a Brzezinski está delante de nuestros ojos, dentro de nuestras vidas, en la violencia cotidiana y la explotación inhumana del trabajo, en las variadas formas de discriminación, en el menoscabo a la educación y la salud para todos.

Hoy, altos porcentajes de las sociedades de la región, se inclinan en el terreno electoral por candidatos a ejercer los poderes legislativos y ejecutivos, cuyas propuestas políticas, económicas y sociales, promuevan y garanticen la participación ciudadana, desde una visión que oscila del centro a la izquierda. Dicho esto con los riesgos que comporta fijar parámetros y categorías definidas en lo que va del centro a la izquierda. Así, en la Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, incluso México por encima del sospechoso triunfo de un político de derecha.

Nuevamente agradezco esta invitación al debate de ideas, a todas y todos por su atención y quedo a disposición de ustedes para continuar intercambiando experiencias en el deseo que, estoy seguro, compartimos: Que un mundo mejor sea posible, más temprano que tarde.