La revista francesa Marianne ha emprendido una campaña tendiente a desacreditar a Marion Cotillard. La francesa ganadora del Oscar como mejor actriz en la edición del 2008 represente, en efecto, un grave peligro para el pensamiento único que nos impone la prensa atlantista.

La joven actriz declaró el año pasado que no creía en la versión de la administración Bush sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. Lo cual no es en definitiva nada nuevo puesto que miles de personalidades políticas y militares, intelectuales y artísticas del mundo entero se han pronunciado ya en el mismo sentido.

Se trata, sin embargo, de una muestra de coraje dado que expresar públicamente dicha opinión resulta algo estrictamente prohibido en Europa occidental, so pena de linchamiento mediático. Así pudo comprobarlo el último representante del cine europeo que trató de hacerlo, Jean-Luc Godard.

Pero esa opinión disidente va ganando terreno en los medios políticos occidentales, lo cual acentúa la gravedad del asunto. El 26 de febrero, varios parlamentarios europeos reunidos alrededor del italiano Giulietto Chiesa y parlamentarios extranjeros, alrededor del senador japonés Yukihisa Fujita, organizaron una proyección del film ZERO - Inchiesta sull’11 settembre en la sede del Parlamento Europea, en Bruselas.

Es importante recordar que la revista francesa Marianne, publicación que dio pie a la campaña contra Marion Cotillard, tiene el 25% de su capital bajo el control del Carlyle Group, representado en el Consejo de Administración de la revista por Yves de Chaisemartin. El grupo Carlyle sirvió durante años de fondo común de inversiones a las familias Bush y Ben Laden.

La mayoría de sus inversiones tienen que ver con las empresas que tienen contratos con el Pentágono y también invierte en medios supuestamente críticos hacia la administración Bush, encargados en realidad de esterilizar toda forma de oposición.