El magnífico y extenso texto de Gustavo Ywanaga discurre por circunstancias casi nunca analizadas y más bien evitadas por nuestros “especialistas” a la carta. A muchos incomoda versar sobre temas en que han metido sus cucharas infectas de lugares comunes de la más alta vulgaridad política o intelectual. Aludiendo a las palabras que titulan su entrega, baste con decir que son, aunque antipáticas, notas de una mala sinfonía recurrente que señalan constantes de la historia nacional. ¡Y pensar que hay desavisados que se huelgan de sus patanerías garrulescas! “Tomar a lo serio cosas del Perú”, clamaba González Prada. Algo de razón tenía entonces. Y ahora. (hmr).

Soberbia, ignorancia, Defensa e improvisación
por Gustavo Ywanaga Reh; gywanaga@gmail.com
10-6-2009

Un suceso sumamente trágico para nuestro país lo ocurrido en Bagua, que da y dará mucho que hablar en el futuro, salvo que otra desgracia de mayor índole la empañe. Así somos, así actuamos, moviéndonos por los extremos. Nos creemos con la verdad absoluta porque venimos de las canteras universitarias o políticas, pero eso no genera un derecho. El único derecho que poseemos es el de hacer las cosas bien, o lo mejor que podamos y si no es así encontrar a la gente que pueda. Nuestra clase gobernante al parecer no entiende o no comprende lo que significa gobernar. La soberbia y la ignorancia en casi todos los casos van de la mano.

Siempre mencionaré que el grueso de nuestros problemas se reduce a una limitada y precaria base en comunicación y lógico-matemática, que nos sitúa en un mediocre y alarmante último lugar (o si se quiere en un decimo inferior). Alguien dirá: “¿y qué importan las comparaciones con otros países?”, pues sí importan. No vivimos aislados del mundo y tenemos relaciones con países vecinos y no vecinos, nuestras diferencias importan mucho, sobre todo si nos sitúan en desventaja con el resto. Desventajas comerciales, en defensa, etc. Estas desventajas siempre serán aprovechadas, ningún gobierno “pensará” por el nuestro, ningún gobierno nos “capacitará” en cómo manejarnos, sea potencia, líder o no en el mundo. Nuestras decisiones y actuaciones como Estado deben ser el producto de nuestra realidad y la adaptación de teorías y resultados del conocimiento. La ingenuidad en la conducción del Estado es tan grave como la traición o la corrupción, por las consecuencias que genera.

El déficit en la enseñanza nacional implica muchas consecuencias, algunas de las cuales influyen en el quehacer político nacional. No podemos pensar que por ir a la universidad, estudiar una carrera, una maestría o doctorado aquello nos provee de la suficiente base para resolver problemas complejos, como los que atañen al gobierno, pues si la base inicial es mala, esas tres etapas académicas no sirven de mucho. Un edificio con malas bases, no se verá mejor con más pisos, aun por el contrario la energía potencial de desperfectos será sustancialmente mayor conforme éstos se incrementan, haciendo colapsar todo. Igual es en las áreas del conocimiento. Si obtenemos grados, con educación básica insuficiente, pensando que estamos preparados porque tenemos diplomas, empezaremos a cometer “torpezas” en nuestro actuar profesional y mientras más alto estemos en la jerarquía, más trágicos serán nuestros errores.

Muchos querrán decir que ellos son muy capaces porque vienen de tal o cual universidad, o porque pueden citar documentos, obras o escritos de autores de otras latitudes, pero si no se comprende lo que pasa, sólo repetiremos como autómatas dicha información. Contrataremos con nuestras arcas públicas, a especialistas para que implementen dichos conceptos o simplemente nosotros mismos asumiremos su puesta en marcha. Tenemos muchos ejemplos de incongruencias entre cargos o funciones y lo que realmente reflejan es una incompetencia producto de esas bases de incapacidad. No todo es culpa del gobierno, dirán los que se encuentran a favor del gobierno. Es cierto, no todo es culpa de ellos, las causales se vienen produciendo desde tiempo atrás, quizás en las últimas dos décadas. Sin embargo ello no es tan relevante como para aquilatar el efecto dañino producido.

Para que se pueda comprender lo menciono, tenemos unos muy pequeños ejemplos que nos ayudaran a ser más didácticos:

Cuando el presidente ordena a su ministra del Interior: “bombardear y ametrallar pistas clandestinas o pozas de maceración con aviones de combate”, no lo hace de mala fe. Lo hace en una percepción de, quizás, demostrar su energía contra el narcotráfico. (No es lógico ni razonable usar un avión de combate para esta misión y el ministro del Interior no puede dar órdenes a la Fuerza Aérea)

Cuando nuestra ministra del interior menciona: “¿qué derecho tiene una vendedora de gas de ser congresista?”, también da una respuesta hepática a una congresista que increpa sus capacidades como profesora para dirigir el ministerio del Interior. Como en el caso anterior la respuesta no viene del análisis racional, debido a que para ser congresista sólo se necesita ser peruano de nacimiento mientras que para ser ministro, por lo menos se debe saber de qué demonios se trata el cargo.

Cuando esta misma ministra del Interior, se expresa que por “usar plumas y taparrabos no están al margen de la ley”, tampoco lo hace de mala fe. El momento fue muy difícil y se ofusca la mente al buscar comentarios a la prensa. Ella simplemente ignora que existen diferentes culturas dentro de un mismo país y que tal vez para ella es una actitud “folklórica” de demostrar inconformidad con las normas, es pues clara su ignorancia de la “variedad étnica” en nuestro territorio. Estos pobladores de diferentes etnias tienen un motivo para usar plumas y taparrabos, simplemente están en pie de guerra ante las afrentas sufridas y simbólicamente así, culturalmente, lo demuestran.

Cuando un policía aquejado de perder a sus compañeros como producto de la violencia generada por la “incomunicación nacional”, menciona: “desgraciadamente nosotros estamos hechos para servir al pueblo”, tampoco habla de mala fe. Este miembro de la policía lo hace, conmovido por los sucesos, su respuesta es irracional. (No es una desgracia servir al pueblo).

Cuando un periodista, realiza entrevistas a personas en Bagua preguntando: Ud. es civil o indígena, tampoco inicia su entrevista con malicia ni con el uso de la palabra indígena de manera peyorativa. Simplemente lo hace ignorando que un indígena es también un civil y que este tipo de imprecisiones están mal pues incrementan la brecha de entendimiento y aceptación de nuestra variopinta, multiétnica sociedad.

Cuando nuestro ministro de Defensa afirma que “podría ayudar muchísimo el Ejército con esta gente, a través de su instrucción, educación y preparación, (…) con esta gente que ahora está compuesta de conscriptos y mañana van a ser licenciados, (…) pueden convertirse en fuente difusora del pensamiento de lo que significan el desarrollo y la inversión.”, en referencia a la participación del Ejército como instrumento de pacificación, también manifiesta una buena fe para solucionar los problemas. De todo corazón desea que la institución que dirige, gane una buena imagen al país. Lógicamente desconoce cuál es la verdadera función del Ejército o las Fuerzas Armadas en general. Aquí algo interesante, que podría generar confusiones, el ministro se refiere a que “cuando los soldados se licencien”, dicho de otro modo, cuando dejen el servicio. Pues bien el error es igual, se sesga a un detalle que se entenderá en lo siguiente: que mejor que los jóvenes peruanos cuando se licencien del colegio aporten instrucción, educación y preparación. Quisiera saber si la “instrucción, educación y preparación” de un soldado lo convierten en negociador de conflictos, economista, analista político o inversionista, si es así el problema no deja de ser grave.

Con este último ejemplo en el sector Defensa, a continuación ampliaremos un poco la actual crisis del conocimiento y sus implicancias solamente para este sector.

Las FF.AA. tienen la difícil misión de proteger nuestra sociedad ante una agresión externa. Tan elemental como ello, puesto que por algo en la historia humana se desvinculó el orden interno y seguridad interna de la Defensa en caso de guerra. El hecho es muy simple, los ejércitos deben tener una preparación diferente y la policía otra. Una se prepara para la guerra, la otra mantiene el orden interno. Sin embargo, los detractores en que no se usen las FF.AA. para el orden interno dirán: ¿Cómo diablos un policía puede defenderse de un subversivo armado con fusiles y lanzacohetes?, con esto argumentan el uso de la fuerza armada, con sus fusiles y lanzacohetes.

Me extenderé un poco en esto, debido a su importancia. En la policía existen divisiones o especialidades de acuerdo al delito, así tenemos unidades contra el narcotráfico, inteligencia, crímenes, ecología, entre muchas y una muy especial de operaciones especiales. Esta unidad tiene equipamiento y preparación para eso: operaciones especiales. Es una unidad de “élite”, su preparación y equipamiento le permite operar en cualquier situación, en cualquier terreno y sobre todo contra cualquier enemigo público. Son unidades que si no los menospreciáramos y subestimáramos, comprenderíamos que se trata de un “ejército profesional”.

Muchos dirán, ¿Y todos los policías que vienen matando los subversivos y narcotraficantes en la selva? Pues eso es diferente, camionetas o camiones que trasladan a policías de un punto a otro en una zona muy caliente, y son fácilmente eliminados. El efecto sería el mismo en enviar soldados. Los problemas de mal uso de estrategias y tácticas no deben ser confundidos con problemas de función. Aquí alguien dio una orden de movilización, alguien determinó el tipo de vehículo a emplear, alguien asignó un armamento determinado, alguien suministró información de inteligencia. Muchos “alguien” en esta delicada labor, pues a ese alguien se le olvidó prever qué ocurre si están con un enemigo en la zona. Estamos pues ante un caso de incompetencia mayúscula.

Este discurso y política de uso de las FF.AA. para la seguridad interna, viene generando un proceso de desnaturalización de su esencia. Un cambio de función mínimo, en la rama de la función inicial desencadena una serie de efectos hacia abajo, un “efecto mariposa”. Vemos pues a altos mandos de la Fuerza Aérea opinar sobre las bondades del Sukoi-25 para bombardear pozas de maceración o ejercicios de operaciones anti-manifestaciones; en la marina de Guerra (cuyo nombre, nos dice algo), para citar dos ejemplos. Esto es “desnaturalización”, el cambio en la naturaleza, en la esencia, en el concepto básico, y como ven puede llevarnos a muy mal puerto.

Mencionamos al inicio que solemos movernos en los extremos, pues tomemos el caso de los cursos de derechos humanos. Que es importante, pues claro y mucho. Pero sería preferible que lo aprendan aquellos que toman decisiones o comandan las FF.AA., pues por mucho curso de derechos humanos que realicen, si los mandan armados para controlar un problema interno, tendrán dos opciones: matar o que los maten. En cualquiera de los casos su propia suerte está echada. Estos “cursos” son resultado de la concepción que se tiene de la Fuerza Armada, ellos combatieron a los terroristas y claro pues cometieron delitos, entonces nada mejor que evitar que los sigan cometiendo. Pero nadie pensó qué pasa en una guerra, no existían los conceptos claros. Quienes dirigen la política de defensa desde inicios de esta década, no valoraron que hubo un grave error de empleo. Solo se basaron en el desempeño de esta función. Como ignoraban e ignoran para que se deben emplear los ejércitos, decidieron mutar sus funciones y sus capacidades. Con estas nuevas funciones y capacidades desde luego no es importante el concepto guerra. Pues solo para mencionar, en una guerra los especialistas (FF.AA.) deben hacer solo una cosa: destruir al enemigo, y esto es literal y determinante, pues si no lo hacen serán destruidos por los especialistas contrarios que sí lo pueden hacer. Si tu función es diferente a la guerra, entonces ¿para qué armarte con equipos como tanques, aviones, buques o misiles, si con lo que tienes puedes vencer a los “terrucos”.

Esta triste realidad, motiva los casos de “desnaturalización” donde los altos mandos se pulen en explicar sus nuevas capacidades para vencer al “enemigo interno”, después de todo así pueden “pescar” algo de presupuesto para equipamiento. Un círculo vicioso donde todos son responsables y donde el catalizador es la ignorancia.

Finalmente relataré un ejemplo que nos grafica lo que pasa cuando se entra a la era del conocimiento con ignorancia. Cuando las FF.AA. argentinas toman las Islas Malvinas, su alto mando recibió una llamada de un alto oficial inglés intimando a que rindieran las armas antes de iniciar las operaciones. La respuesta del mando argentino fue que ellos estaban muy preparados, tenían mucha experiencia contra los guerrilleros (montoneros). La respuesta del oficial inglés fue de que “Ustedes tienen experiencia en cazar patos. Ahora van a conocer lo que es una guerra de verdad”. Lo demás es historia.