“No Obama, no”. Seguimos suponiendo: la “bloguera” implora. Le implora a Obama que no deshilache aún más la deshilachada credibilidad de ambos. ¿Suponemos bien? ¿Eso le implora la bloguera a Obama, por línea privada?

Si Obama carga las tintas en Afganistán con “el poder duro”, el supuesto esfuerzo destinado a reconquistar respeto para EE.UU. seguirá en descenso. Obama manda treinta mil soldados más a Afganistán, a la guerra-matanza y, salvo matices insustanciales, hace lo que ayer nomás hiciera Bush, George W. ¿Es eso lo que inquieta a la bloguera? ¿”Poder Blando” o “Poder Duro”? ¿O, en todo caso, una grosera combinación de ambos? Un Obama, con cara de angelito, que come hamburguesas y bebe refrescos, como “cualquier hijo de vecino” en un copetín al paso, y, a la vez, por fuera del marketing, se viste con ropa de fajina ampliando el poder depredador de su ejército invasor.

Con una estrategia que busca precisar los disparos, los soldados de Obama deberán eliminar a cuántos “enemigos” se requiera en un plazo más bien laxo: aquello de tres años a misilazos y después nos vamos, no es así. James Jones, Consejero Nacional de la Casa Blanca, aclaró –ante confusas declaraciones de Obama y confusos repiques de la prensa- que el presidente de EE.UU. no fijó fecha alguna para la retirada de las tropas yanquis de Afganistán. La comitiva de la muerte marcha con la encomienda de alcanzar un objetivo “final”: quebrarle la muñeca a la resistencia afgana y así despejar el camino a un mensaje de Obama al mundo: no tanta multilateralidad, señores. El siglo recién se inicia y puede suceder –cavilan Obama y su séquito de asesores- que revitalicemos el dólar, frente a la callada manera de atacar del yuan.

Los teóricos del “Poder Blando” saben referirse con insistencia a que el mundo es un ajedrez tridimensional –y no un pañuelo como se estila decir- en el que el poderío militar no lo es todo. Se necesita, sostienen, ejercer un dominio “suave” sobre lo que importa y tiende a desparramarse hacia otros Estados y, principalmente, a las manos de poderosas transnacionales. El dólar tiene que salvar su, ahora, azarosa vida. EE.UU. debe levantar cabeza. Hay que “volver a ser”.

No buscaremos sólo en la India mano de obra barata, proyecta Obama, y haremos concesiones –nada nuevo-, dejando que prospere la vigorosa campaña contra los medicamentos genéricos, en aras de satisfacer a las multinacionales de la industria farmacéutica. Habrá que reconstruir, aunque más no fuere en el campo simbólico, la idea del sueño americano, a sabiendas de que quienes lo sueñen se deberán mantener a buena distancia de nuestras fronteras. Poquito a poquito, Obama muestra los dientes. Los mismos con los que sonríe a sus simpatizantes, incluida la bloguera.

El miedo no es sonso. Si no volvemos a ser lo que fuimos –piensa y repiensa Obama-, es muy probable que China nos obligue, primero a la bipolaridad y poco después ni siquiera. China no es la URSS. La paciencia milenaria acecha, pasito a pasito.

Piensa y repiensa, Obama. Y no en la bloguera, claro está, sino en un mundo que se le escurre entre los dedos. Y duda. El “Poder Blando”, teoría que plantea reajustar los instrumentos de la conquista imperial –para no perder lo que queda y recuperar lo que se está perdiendo-, no produce resultados a corto plazo, y al largo podría ser demasiado tarde. ¿Entonces, garrote y zanahoria? ¿Una de cal, otra de arena? ¿Guerra al talibán y sonrisas a la bloguera? ¿Mano de hierro y punto? Disyuntivas. Demasiadas. Las suficientes como para que la maquinaría criminal republicana no deje de llamar a ese zigzag: “ambivalencia autodestructiva” de los intereses de EE.UU.. Por lo cual –afirman- hay que saltarse los cálculos de muertes que prevé el “programa Obama” en Afganistán y darle rienda suelta –más todavía- a las formaciones guerreristas, clandestinas y de superficie, con que el Pentágono –históricamente- hace paralelismo de conducción respecto de la Casa Blanca. Los Bush, y otros, tan tenebrosos como W. y su papá, no están de vacaciones. Amasan la masa. Nada de tres años en Afganistán: garrote, sin zanahoria, para toda la vida. “Territorio que se conquista no se abandona jamás”, esa es la consigna, desde antes de aquel 11 de septiembre, cuando las torres derretidas.

En semejante despliegue de fuego contra fuego –en el que conviven y se enfrentan tránsfugas, empresarios petro-guerreristas, monopolios de la comunicación, popes de la industria armamentística -funcionando a destajo- y los de la industria del entretenimiento -cargando nuevos chips en los cerebros de la “generación del futuro”-, anda, solita su alma, la bloguera. Más que huérfana e ignorante. “Su” Obama, con traje de fajina, carga contra Afganistán enredado en una trama perversa: la organización y control del caos como trampolín para la recuperación de la tasa de ganancia. En ese “piélago de calamidades” la bloguera mueve a pena. Y, para colmo, como otra muestra de que el pantano es insalvable, el “desmerengamiento” de Dubai. Ayer paraíso, hoy infierno. ¡Qué momento!

La bloguera no tiene ni idea de con quién navega por Internet. Alguien debería decirle que tome recaudos antes de salir a beberse unos tragos con un desconocido, por más que el susodicho diga ser el presidente de EE:UU.. En el fango que, entre otros, le dejara George W. Bush, Obama desespera buscando una salida.

Convengamos que esta globalización, llena de caza-bobos, le queda excesivamente grande a la bloguera. Y se le nota mucho más cuando escribe, mediocre, acerca de la necesidad de la “libertad de expresión en Cuba”. Su “tesis”, acerca de la cuestión, le impediría rendir con éxito un examen de estrategia y geopolítica, relativamente fácil, en el círculo infantil de su barrio. El mundo no es un pañuelo, señorita.