Mientras los economistas más atrevidos formulaban teorías orientadas a “refundar el capitalismo”, es decir, a cubrir superficialmente la quiebra estructural con un maquillaje sutil, sobre la base de aplicar medidas “audaces” asumibles por el sistema, en el bando ¨rival¨, el revisionismo contemporáneo y el reformismo clásico, al atribuir altos grados de racionalidad al régimen de producción burgués, propugnaban su sustitución por el ilusorio socialismo del siglo XXI, negándole a la clase obrera su cualidad de sujeto revolucionario, o simplemente apostaban por la puesta en práctica de remedios inocuos.
Desde el año 2000 las acciones populares en América Latina, son un fenómeno constante. La Guerra del Agua protagonizada por el pueblo boliviano culminó con una huelga general insurreccional para abatir al gobierno de Sánchez Lozada, que contaba con el respaldo de EE.UU. En los acontecimientos de Bolivia tuvieron un protagonismo destacado los mineros, campesinos, estudiantes y las etnias indígenas quechuas, aymaras y cambas. El pueblo boliviano recurrió a todo tipo de lucha hasta lograr la nacionalización de los hidrocarburos, principal riqueza del país, auspiciando la llegada de Evo Morales al gobierno. La pelea tuvo un gran contenido antiimperialista, al proteger las riquezas de la expoliación foránea.
También las luchas del pueblo argentino a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001, preocupó de manera especial al estado norteamericano por su contenido popular. Por su parte, la actitud de los trabajadores de las industrias y del campo, dirigidas por la Central Nacional de Trabajadores y por la Federación Nacional Campesina, ofreciendo gran resistencia frente al gobierno de Paraguay, han impedido que se llevaran a cabo las privatizaciones que exigía la estrategia del FMI. En Perú y en Uruguay se dieron levantamientos populares para frenar privatizaciones de carácter imperialista; estos hechos, unidos al proceso bolivariano emprendido en Venezuela y otros países, indican que entre los pueblos de América Latina ha crecido mucho el odio al imperio.
La irrupción pues de países contestatarios al imperialismo en la palestra política latinoamericana en estos últimos años, suscitó en Europa expectativas más allá de las promesas juradas por los líderes de estas naciones, pues salvo Chávez, ningún otro hablaba de socialismo. Aunque el fenómeno no es ni nuevo ni sui géneris de esta latitud, sin embargo, adquirió un significado especial por aparecer en el horizonte político “la posibilidad” según el entendimiento generalizado entre sociólogos, progresistas y socialistas-comunistas europeos, de caminar hacia un nuevo socialismo, el socialismo del Siglo XXI como solución definitiva.
Lo cierto es que los líderes latinoamericanos prometieron luchar dentro de sus países contra el neoliberalismo. Y seguidamente los cerebros sobresalientes del continente europeo en ebullición, ensartaron conjeturas unas detrás de otras y especularon con las palabras “revolución” y “socialismo”, ambos conceptos los entendían antitéticos del neoliberalismo, cuando de lo que se trataba por parte de los dirigentes de estas naciones era de buscar fórmulas distintas a dicha corriente económica y política, pero enmarcadas en el sistema capitalista.
¿Cómo surgieron las esperanzas del advenimiento socialista por América Latina, en las cabezas de “revolucionarios” y progresistas de Europa? Es muy probable que la explicación la encontremos en que por entonces la revolución socialista en la Europa desarrollada estaba fuera de toda “lógica” a partir de sus análisis. Los deseos oportunistas, más que el producto de un examen en profundidad, les llevaron a creer que América Latina se hallaba en el umbral del socialismo. Curiosamente jóvenes y mayores, entre los que incluimos a partidos autodenominados “marxistas-leninistas” asfixiados por el desasosiego de no hallar un referente práctico a su reformismo teórico, abandonaron fácilmente la dialéctica en sus análisis para darles sentido a sus ilusiones y adoptaron como propias las ideas del Socialismo del Siglo XXI de Dieterich. De cualquier modo, podría pensarse que una vez los acontecimientos, muy previsibles ya, cambiasen en Europa toda su fisonomía, los partidos podrían retomar una visión marxista de la realidad. Mas no ha sido así.
I
En el comienzo de la presente crisis, al abordar el estudio de las causas que la originaban, chocamos de frente con interpretaciones difundidas desde centros ideológicos supuestamente adversarios, aunque el desarrollo de sus razonamientos derivaba hacia un mismo lugar. Tecnócratas y apologistas del régimen, por un lado, socialdemócratas, populistas, y “neocomunistas” por el otro, convinieron en fundamentar la crisis en las políticas neoliberales, ejercidas por los gobiernos capitalistas e impuestas por las instituciones supranacionales imperialistas, que dirigen y controlan el universo, y no en las leyes rectoras del modo de producción. Para ellos era tan solo un problema de gestión, en modo alguno cuestionaban las estructuras del capitalismo de cuyo seno brotan indefectibles las crisis.
Mientras los economistas más atrevidos formulaban teorías orientadas a “refundar el capitalismo”, es decir, a cubrir superficialmente la quiebra estructural con un maquillaje sutil, sobre la base de aplicar medidas “audaces” asumibles por el sistema, en el bando ¨rival¨, el revisionismo contemporáneo y el reformismo clásico, al atribuir altos grados de racionalidad al régimen de producción burgués, propugnaban su sustitución por el ilusorio socialismo del siglo XXI, negándole a la clase obrera su cualidad de sujeto revolucionario, o simplemente apostaban por la puesta en práctica de remedios inocuos.
Nuestro punto de vista sobre la crisis, se asienta en la teoría marxista. El desarrollo de las fuerzas productivas en determinado estadio de su progresión, entra en colisión con las relaciones de producción existentes y su solución final no puede ser otra que la de cambiar la forma de propiedad de los medios de producción, Desde hace décadas las crisis son manifestaciones de la general que afecta al capitalismo en todas sus áreas, en lo económico, político, cultural, ideológico, etc. En realidad las depresiones modernas son muestras en picos de una gran cresta.
Transcurridos cerca de tres años, la situación se agrava al entrar en acción nuevos elementos inesperados para los economistas, poniendo en peligro al Euro y junto a él a toda la economía mundial, se discute incluso la propia esencia de la UE. Prueba inequívoca de que la crisis tal y como había previsto nuestro partido era más profunda e intensa de lo vaticinado desde la visión escolástica de los expertos. No es una coyuntura más en el decurso de la historia de la llamada economía de mercado. Al caracterizar la época presente hay que partir ante todo, de la unidad dialéctica del proceso de producción que discurre por una cadena de interminables causas y efectos. Las medidas que se aplicaren al objeto de saldar cualquiera de las crisis modernas, se convertirán en la causa de la siguiente por constituir parte de la crisis general.
Conscientes de su delicada situación, los imperios, aunque jamás han hecho ostensión del mínimo pudor en expresar sus codiciosos anhelos, se desenmascaran totalmente y arremeten con más virulencia y saña si cabe contra sus enemigos, pues al capitalismo para sobrevivir solo le queda como opciones, aumentar la explotación de los trabajadores, proceder al sometimiento desenfrenado de los pueblos, a la par que arreciar su represión u organizar una nueva gran Guerra de rapiña.
II
Tanto los gobiernos socialdemócratas como los conservadores de uno u otro lado del mundo, nos recuerdan con estrategias agresivas que en las épocas de depresión, es ley que se exacerba la lucha de clases; la burguesía la acomete como lo que realmente es, una guerra sin cuartel, sin respiro y lo hace con su ejército en armas, con tácticas y estrategias estudiadas concienzuda y milimétricamente. Con todo ello se lanza a una colosal ofensiva para destruir las antiguas conquistas de su enemigo, con la ambición de debilitarlo al máximo y a su vez protegerse con los instrumentos precisos, que le permita encarar una nueva situación pos crisis en las mejores circunstancias posibles. El capitalista es sabedor de que son momentos en los que las condiciones que rodean a los trabajadores son las más propicias para que tomen conciencia de su realidad y es además, la ocasión más favorable a los comunistas y a la izquierda revolucionaria de convertirse en la vanguardia del pueblo trabajador, al que le puede ya mostrar abiertamente el camino hacia el socialismo.
Por estas razones, los imperios toman sus posiciones con dos objetivos esenciales, anteponerse a cualquier intento de subvertir el orden establecido en respuesta a sus feroces ataques y detener los procesos de economías emergentes e independientes que socavan su potencial.
En Europa se han propuesto interceptar la recuperación que se atisba en el movimiento comunista y obrero, antes de que este se yergue entre los acontecimientos. En Checoslovaquia, Rumanía, España, Turquía existen leyes que prohíben o limitan la presencia en la palestra política de fuerzas revolucionarias y nacionalistas de izquierda. Y pese a que la democracia burguesa se jacta de respetar todas las ideas, es bien cierto que los comunistas tienen las puertas de las cárceles abiertas de fuera hacia adentro. Comunistas encarcelados por leyes antiterroristas sin haber cometido delitos de sangre. Las reformas laborales auspiciadas por la UE con la excusa de superar la crisis contribuirán también, a las restricciones en los derechos sindicales y políticos de los trabajadores. En tan solo un año han sido despedidos en España 500 obreros por tener la osadía de presentarse a las elecciones sindicales, en el mismo proceso electoral sin que la patronal sea amonestada. Hoy en día en este país los obreros que tienen la suerte de encontrar un puesto de trabajo se les obliga a firmar contratos que contienen cláusulas en las que se comprometen a no participar en ninguna actividad sindical y mucho menos a promover elecciones.
El viejo continente acumula en sus entrañas añejas y modernas reivindicaciones a las que la democracia burguesa ha dado de lado y que poco a poco van eclosionando impetuosas. El derecho a la autodeterminación de las naciones es vulnerado una y otra vez, la existencia de la clase terrateniente impugnada por la historia persiste en países sureños, la igualdad entre sexos continúa siendo un sueño a convertirse en realidad, la deficiencia sanitaria, la explotación infantil, el desprecio y súper explotación de los inmigrantes, etc., se agravan con la acentuación de las carencias sociales potenciadas por la crisis. En estos momentos Europa cuenta con cerca de 24 millones de parados. Alrededor del 8% de los trabajadores con empleo viven en la indigencia, mientras 80 millones bordean el límite que señala la pobreza. Pese a todo, el F.M.I. exige la puesta en práctica de ajustes más duros.
Los acontecimientos económicos del viejo continente son tan cambiantes y agudizados que cualquier noticia escrita corre el riesgo de quedar rezagada de un día para el siguiente. Las deudas públicas de España, Italia, Portugal, Grecia, Reino Unido, son tan graves que hacen tambalear la recuperación de la economía mundial en la que puede provocar una marcha hacia atrás de consecuencias incalculables. Hechos en los que se ampara la dirección de la UE y el FMI para promover medidas antisociales inusitadas que afectan de forma alarmante especialmente a las clases trabajadoras y pensionistas. Las bajadas de salarios por las vías directas e indirectas conlleva a la pérdida del poder adquisitivo hasta de un 25% en Rumanía, ni siquiera la toma de remedios escalonados en los diferentes países al objeto de evitar una respuesta en conjunto, pueden frenar las iras de los trabajadores ocasionando en los gobiernos la preocupación de un contagio continental de las huelgas que se está produciendo en Grecia, Francia, Reino Unido, con carácter masivo, en el país heleno las actividades tienen carácter anti sistema que a la par exigen el desmantelamiento de la UE.
III
El sentimiento antiimperialista se extiende por América Latina, mientras en Europa comienza a tomar cuerpo entre las clases trabajadoras y pequeños campesinos, contra quienes el capital monopolista de la UE proyecta sus políticas reaccionarias.
Es esta la ocasión propicia para la lucha mancomunada, para forjar el frente antiimperialista sobre bases prácticas, encabezado por los comunistas. Mismas empresas, mismas naciones explotan a trabajadores y clases populares de ambos continentes. En Europa es tal la precariedad de este momento histórico que cualquier movimiento de envergadura en una de sus naciones, puede arrastrar a grandes combates de clases a otros países por las consecuencias de su conflicto en la economía encadenada.
La coalición burguesa internacional no deja opción siquiera al reformismo, el conflicto está planteado en los términos, o ellos, o nosotros y ellos han tomado sus medidas de guerra, que caminan a pasos agigantados hacia mayores cuotas de plusvalía, privatizaciones a destajo, en las que se incluyen sanidad y pensiones, aumento de la edad para jubilarse, incremento de años de cotización para acceder a una pensión insuficiente y en demasiadas ocasiones míseras, lo que hará imposible que las nuevas generaciones tengan derecho a ella, el despido libre y gratuito, reducir a la mínima expresión el subsidio de desempleo, desplazar a la clase obrera de los debates económicos-sociales y sustituirla por centrales sindicales domesticadas e institucionalizadas con subvenciones multimillonarias. Pérdida de los derechos laborales de los trabajadores, sustitución de los comités de empresa votados directamente por los trabajadores por secciones sindicales sin arraigo, elegidas y a las órdenes del funcionariado sindical, restricción del derecho de huelga hasta hacer imposible su aplicación, y tantas otras.
En esta hora crucial de debilidad económica en extremo del capitalismo, en marcha hacia una nueva etapa de agudización de su crisis general, en las que los imperios en disputas cierran filas contra el proletariado internacional y contra los pueblos, los frentes por pequeños tienen que activarse, miles de batallas en todo el mundo a propósito de obligarlos a desperdigar sus fuerzas y de agudizar sus contradicciones entre ellos. Es el momento de la verdad, para que los planteamientos de las sociedades populares antiimperialistas avancen con decisión hacia el socialismo o de lo contrario, quedarán como engañosos populismos que solo persiguen edulcorar el sistema.
IV
El debate estrella del Movimiento Comunista Internacional ha versado tradicionalmente sobre las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución socialista. Mareas de tinta y miles de resmas de papel se han consumido al respecto. Cierto es, que en la mayoría de las veces, el debate ha servido de excusa para ocultar su ineptitud pero también para encubrir su oportunismo. Nosotros nos quedamos con las palabras de uno de los nuestros, el entrañable Che Guevara: “los partidos marxistas no pueden cruzarse de brazos esperando que las condiciones objetivas y subjetivas, formadas a través del complejo mecanismo de la lucha de clases, alcancen todos los requisitos necesarios para que el poder caiga en manos del pueblo como una fruta madura”. Sentencia que encaja perfectamente en la situación actual, no sólo la de América Latina, sino la de todo el mundo. Un comunista ha deseado siempre encontrarse en el camino con las circunstancias presentes: gobierno y oposición sin alternativa a la profunda crisis del capitalismo, el pueblo cada día más empobrecido, una juventud a la que se le niega el presente y el futuro, los campos deteriorados por no encontrar vías de solución a sus graves problemas, una universidad exangüe, corrupciones políticas y económicas desmedidas, un paro colosal y así podíamos continuar hasta llenar un libro.
Las condiciones objetivas están dadas, ahora toca, siempre toca preparar la revolución dadas las experiencias históricas y las enseñanzas leninistas. Seremos en algunos lugares pocos y divididos, pero en conjunto, formamos un movimiento colosal, fuerte y a veces decisivo. Si nos acompaña el rigor seremos capaces de dirigir el descontento e insuflar conciencia de clase, si no, perderemos otra gran batalla que lamentaremos durante largos años. Por supuesto el PCOE frente a la crisis y ante la pregunta planteada dice: Revolución
Fuente : Partido comunista obrero español
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