Desde el comienzo de la crisis, en julio de 2008, se han registrado en España más de 400 mil ejecuciones hipotecarias, de las cuales una gran parte han acabado en desalojo. El Consejo General del Poder Judicial calcula una media de 183 diarios. Se vulneran los derechos más fundamentales por parte de los ayuntamientos de forma cada vez más sistemática. Ejemplo de ello es la brutalidad desproporcionada y el exceso de violencia con las que ejecutan estos desalojos las Fuerzas de seguridad. El caso de Wilson y su familia fue definido por la PAH como un tipo de “terrorismo social”, al ver “cómo un bebé de 1 mes y medio lloraba porque 50 antidisturbios entraban armados”. En otro de los casos, los antidisturbios reventaron con una maza la puerta de cristal de un edificio para llevar a cabo el desahucio de una mujer y sus tres hijos menores, de 5 y 7 años, y el tercero de 3 meses. Muchas veces los activistas y vecinos que acuden en ayuda de las víctimas acaban sufriendo en su propia piel estas agresiones. “Han saltado los cristales por los aires y caían sobre nosotros. Podría haber sido desastroso. Ha sido un desalojo brutal”, narra Daniel Lozano, de la Oficina de Vivienda de Madrid, quien denuncia el recrudecimiento de estas prácticas que en algunas ocasiones llegan a saldarse con heridos.

Además, con la aprobación de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como ley mordaza, impedir un desalojo podrá considerarse desorden público y la multa podrá ascender hasta los 30 mil euros. Esta nueva ley que ya está en marcha provoca también casos como el de Alicia Armesto: una reportera que cubrió el desahucio de otra mujer en Tetuán y que ha sido denunciada por subir a las redes unas fotografías y un video que no parecieron gustar a la policía. En él aparece gente lesionada, la mujer desahuciada llora desconsolada y, junto a ella, un policía se ríe mientras le dice: “Tranquila, que ahí llega Podemos”.

En Madrid, la venta de miles de viviendas sociales del ayuntamiento a fondos buitre “para salvar de la quiebra” ha provocado un cambio de condiciones que los inquilinos muchas veces no pueden asumir. Las ayudas de la Comunidad apenas ascienden a 170 viviendas de las 1 mil prometidas, según recoge Cáritas, la organización no gubernamental que gestiona el plan regional, y que también asegura que muchas de ellas son inhabitables. Mientras, cientos de casas de familias desahuciadas se quedan vacías y los bancos no saben qué hacer con ellas. No pagan gastos de comunidad y no las reparan por lo que se vienen abajo, cuando hubieran podido cobrarles un alquiler módico durante un tiempo hasta que encontrasen un trabajo digno, y mientras tanto las cuidaban…

Vivimos en una dictadura impuesta por los bancos y los fondos buitres, oculta bajo una apariencia de democracia. Resguardada bajo leyes como la de Seguridad Ciudadana, la cual garantiza todo menos la seguridad, y con la que castiga a quienes tratan de ayudar a estas personas a conservar sus casas. El partido que gobierna, el Partido Popular, alardea de ética, pero mira hacia otro lado ante casos tan espeluznantes como éstos, que remueven las conciencias de muchos, pero no las suyas.

Fuente
Contralínea (México)