Muy buenas tardes a todos.
Los presidentes tenemos tres jefes: el pueblo, nuestros cónyuges o nuestras cónyuges y el protocolo.
Me acaban de dar seis páginas de protocolo, entonces voy a rebelarme contra el protocolo, saludar a todos con mucho afecto (Aplausos), y decirles, amigos y amigas, compatriotas:
Hoy es un día histórico para nuestro país. Después de más de 50 años de enfrentamientos, muertes, atentados y dolor, hemos puesto un punto final al conflicto armado con las FARC. Lograr este Acuerdo nos llena de fe y esperanza.
Desde comienzos de los años ochenta, con la iniciativa de paz del presidente Betancourt, todos, todos los gobiernos han adelantado valientes iniciativas para cumplir el gran anhelo de paz de los colombianos.
Han sido más de 30 años de intentos para poner un punto final al conflicto con las FARC, y hoy hemos dado el paso más definitivo en esta dirección. No solamente se acordó el fin de las confrontaciones con un cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo, sino que también se definió un cronograma preciso para que las FARC dejen las armas para siempre. Esto significa, ni más ni menos, el fin de las FARC como grupo armado.
Los jóvenes y niños de nuestro país no han conocido un solo día sin la violencia del conflicto armado; tampoco lo hemos conocido los adultos. Los colombianos de todos los rincones del país, de todos los niveles sociales, de todos los sectores políticos y religiosos hemos crecido y convivido con el miedo y la incertidumbre de la guerra.
Colombia se acostumbró a vivir en conflicto y ya no tenemos recuerdos, ni siquiera referencias de lo que es vivir en paz. ¿Qué veíamos a diario en las noticias? Las imágenes del dolor, de las víctimas, de los daños ecológicos, de familias lamentando el sufrimiento o la muerte de sus seres queridos. Lo cierto es que nos acostumbramos al horror de la guerra, se volvió parte de nuestra vida cotidiana.
Hoy, por fortuna, con lo que se acaba de firmar damos vuelta a esta trágica y larga página de nuestra historia.
Hoy se abre un nuevo capítulo, un capítulo que nos devuelve la esperanza, que nos permite empezar a cicatrizar las heridas y que les da a nuestros hijos la posibilidad de no repetir la historia que tanto daño le ha causado al país. Nos llegó la hora de vivir sin guerra. Nos llegó la hora de ser un país en paz, un país con esperanza.
Ya en los últimos meses el cese al fuego unilateral nos había permitido imaginar cómo sería ese país en paz. El acuerdo de hoy nos garantiza que esa paz temporal será definitiva, sólida.
Este acuerdo sobre el punto del fin del conflicto les debe dar tranquilidad a todos los colombianos. ¿Por qué? Porque el fin de las hostilidades queda asegurado y el camino para que los miembros de las FARC dejen de las armas queda claramente definido. Todo esto será supervisado y verificado por Observadores internacionales designados por el Secretario General de Naciones Unidas, en virtud del mandato que le dio el Consejo de Seguridad de esta organización, la máxima autoridad mundial en materia de seguridad y paz.
Quiero reconocer al secretario general Ban Ki-moon, al Presidente del Consejo de Seguridad y al Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas por su apoyo y por su presencia hoy en La Habana.
Los Observadores, provenientes de países amigos de Colombia, acompañarán el proceso de concentración de los miembros de las FARC en las zonas de ubicación y garantizarán que el cese al fuego y de hostilidades se respete. Vigilarán también que el abandono de las armas sea total y efectivo, todo dentro de los tiempos previstos en el acuerdo.
Ahora que hemos terminado este otro punto crucial en la negociación con la guerrilla y que nos acercamos al acuerdo final, quiero enfatizar la importancia de lo que hasta ahora hemos convenido.
Primero: El fin del conflicto con las FARC. No habrá más colombianos víctimas de esta guerra entre hijos de una misma nación. No habrá más niños en la guerra, podrán dedicarse a ser realmente niños, a aprender, a jugar, a reír, como debe ser. Los jóvenes tampoco tendrán que ir más a la guerra.
Los colombianos en todo el territorio podremos vivir sin miedo a ser víctimas de la confrontación con esta guerrilla.
Es cierto que subsisten otros fenómenos de violencia y delincuencia, como el ELN y las bandas criminales asociadas al narcotráfico. Pero algo que todos debemos comprender es que este acuerdo logrado con las FARC significa terminar la guerra con la organización guerrillera más grande y más antigua y tiene una importancia inmensa, inmensa para el presente y el futuro de Colombia.
Segundo: Habrá justicia para las víctimas de todos estos años de violencia. El sistema de justicia transicional para satisfacer a las víctimas garantiza sus derechos, no solo a la justicia, sino también a la verdad, a la reparación y a la no repetición.
No habrá impunidad. Los máximos responsables de crímenes atroces serán juzgados y sancionados.
Tercero: Los campos de Colombia tendrán un futuro con más oportunidades, donde el desarrollo, los servicios del Estado y la tranquilidad sean la regla y no la excepción. Cientos de miles de familias que fueron expulsadas por la violencia regresarán sin temor, para hacer producir nuestro campo y sembrar el desarrollo en nuestras regiones.
Cuarto: Una democracia fortalecida, donde todos quepamos, donde todos podamos opinar, disentir, construir; donde las ideas se defiendan con la razón y jamás con las armas.
Quinto: Una paz estable y duradera que nos dé la tranquilidad a todos de que los días oscuros de la guerra con las FARC no volverán jamás, nunca más.
Esta es la realidad de lo que se está acordando aquí en La Habana.
Ese es el futuro que está a nuestro alcance, el de un país donde podamos crecer, progresar y envejecer en paz todos los colombianos.
Quiero ser muy claro en que todavía faltan temas importantes por acordar y hemos convenido con las FARC que vamos a evacuarlos lo más pronto posible.
El acuerdo final lo firmaremos en Colombia.
Yo hoy quiero agradecer muy especialmente a Cuba, al presidente Raúl Castro, nuestro generoso anfitrión, y a Noruega, a su Primera Ministra y a su Canciller aquí presentes, por su papel como países garantes; también a Chile, presidenta Bachelet, y a Venezuela, presidente Maduro, por su desempeño como países acompañantes, y a los Jefes de Estado de naciones amigas que hoy nos acompañan. A los presidentes Henrique Peña Nieto, de México; Danilo Medina, de la República Dominicana y presidente de CELAC, y a Salvador Sánchez Cerén, de El Salvador, gracias, gracias por su apoyo.
También agradezco el apoyo de Estados Unidos, del presidente Obama, de su Secretario de Estado, a través de su enviado especial Bernie Aronson aquí presente, y de la Unión Europea, de todos sus miembros sin excepción, a través de su enviado especial también aquí presente, Eamon Gilmore.
Quiero hacer un reconocimiento especial —y sé que expreso el sentir de todos los colombianos— a nuestras fuerzas militares y nuestra policía, su sacrificio, su sentido del deber, su compromiso con la defensa de la democracia; su comprensión de este punto de inflexiones en nuestra historia han sido esenciales para llegar a este momento. Sin ellos la paz no sería posible.
Quiero valorar expresamente el paso que hoy dan las FARC con el liderazgo de Timoleón Jiménez, al acordar que la lucha por sus convicciones ya no será armada, sino como debe ser, política, con ideas y argumentos.
No estamos de acuerdo y seguramente jamás lo estaremos con su visión política y económica para el país, pero lo que se reconoce hoy es la posibilidad de disentir y de tener posiciones opuestas, sin necesidad de enfrentarse a medios violentos.
Toda mi vida, desde cuando mi madre me entregó hace casi 50 años un fusil que representaba las armas de la república, como sigue siendo la costumbre al ingresar a la Armada Nacional, he sido un implacable adversario de las FARC. Tal vez no haya colombiano alguno que los haya combatido con más contundencia y determinación; pero de la misma forma, ahora que pactamos la paz, como jefe de Estado y como colombiano, defenderé con igual determinación su derecho a expresarse y a que sigan su lucha política por las vías legales, así nunca estemos de acuerdo (Aplausos).
Esa es la esencia de la democracia a la que les damos la bienvenida.
Este es un paso fundamental, un paso histórico. Ahora bien, el fin del conflicto no es el punto de llegada; el fin del conflicto es el punto de partida para que construyamos juntos, unidos en la diversidad, un país donde haya espacio para todos.
Hago un llamado a que todos los colombianos se contagien de este espíritu de fraternidad y se unan en este gran proyecto nacional por nuestro presente y nuestro futuro.
Esta es la paz de los colombianos, de todos sin excepción; la paz que soñamos y esperamos por tantos años. Y, gracias a Dios, ya no es un sueño, la sentimos en nuestras manos, al tiempo que vemos alejarse para siempre la pesadilla de la guerra.
La paz se hizo posible, la paz es posible. Ahora vamos a construirla.
Muchas gracias (Aplausos prolongados).
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