Agradezco al doctor John Hamre por invitarme a estar con ustedes esta
mañana. Es un placer y un honor hablarle a esta audiencia, y agradezco
a cada uno de ustedes por decidirse a comenzar la semana conmigo.
Agradezco al doctor Sidney Weintraub su amable presentación. Como la
mayor parte de ustedes, valoro cada de sus palabras, pero admito que
esta mañana las estuve escuchando con atención redoblada.

El Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos desempeña un
importante papel en esta ciudad, como fuente y caja de resonancia de
ideas innovadoras y creativas, y agradezco la oportunidad de compartir
con ustedes algunos de mis pensamientos.

Como ustedes saben, acabo de comenzar mi servicio como secretario de
Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental. Al hacerlo, me
siento afortunado por formar parte de una administración que comprende
y valora nuestras relaciones con las Américas.

Política de la Administración Bush para el Hemisferio Occidental: una Perspectiva y un Historial Substancial

El presidente Bush considera que las Américas son de importancia
crítica para la seguridad y el bienestar de nuestra nación. Ha
demostrado su compromiso con la región desde los primeros días de su
gestión y ha articulado una perspectiva clara para que la apliquemos.
Ha hecho grandes avances hacia la meta de construir un hemisferio "que
comercie en libertad" en todo el sentido de esa expresión.

Nuestra meta es construir una comunidad interamericana unificada por
los valores comunes de una libertad fortalecida por el imperio de la
ley, sólidas instituciones democráticas, e impulsada por el comercio y
la inversión libres.

Excediendo la expectativa de todos, menos la suya, el presidente hizo
una campaña exitosa para conseguir la Autoridad de Promoción Comercial
mientras enfrentábamos las consecuencias de los ataques del 11 de
septiembre y una agenda legislativa completa. El acuerdo de libre
comercio con Chile, archivado desde hace una década, fue firmado y
sellado.

En lugar de contentarse con esos éxitos, el presidente aprovechó la
oportunidad para concretar otros arreglos bilaterales, negociando un
Acuerdo de Libre Comercio con América Central y echando las bases de
conversaciones similares con República Dominicana, Panamá y varias
naciones andinas. Mientras tanto, Estados Unidos mantuvo el impulso en
el proceso del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y ejerce
un liderazgo firme en la Ronda Dohá de conversaciones en la
Organización Mundial de Comercio.

Cuando Uruguay enfrentó la posibilidad de una crisis financiera, no
por culpa suya, el presidente Bush de inmediato autorizó un crucial y
necesario préstamo puente de mil millones de dólares. Estados Unidos
también dio su apoyo vital para un paquete del Fondo Monetario
Internacional para Brasil. Y nadie sabe mejor que los líderes de
Argentina del apoyo que dimos cuando ellos ponían su casa en orden.

Los gobiernos que han reconocido que imponer el imperio de la ley y
combatir la corrupción son las piedras angulares del desarrollo
sostenido saben que no tienen mejor aliado que Estados Unidos.

No sólo hemos reforzado nuestros lazos económicos con la región, sino
que nos hemos unificado entre nosotros en la defensa de los valores
políticos que compartimos. El 11 de septiembre de 2001 los estados
miembros de la Organización de Estados Americanos firmaron la Carta
Democrática Interamericana, un histórico paso que define de manera
única a esta región, con su compromiso con los principios
democráticos. La Carta Democrática se inicia con un compromiso
profundo — que hemos asumido ante nuestros pueblos y entre nosotros:
"Los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia y los
gobiernos tiene la obligación de promoverla y defenderla".

Ese compromiso esencial con la democracia y la dignidad humana, y
nuestra determinación de trabajar en comunidad, multilateralmente,
para defender esos valores que nos enlazan, minimiza nuestras
diferencias, y nos impulsa a proceder en concierto.

Por esas razones — y la propia orientación del presidente Bush como
"conservador compasivo"— nuestras relaciones con los gobiernos de
todo el espectro político rara vez han sido más sólidas.

Por ejemplo, el presidente Bush ha iniciado una relación productiva
con el presidente Lula, del Brasil, realizando una "reunión de
gabinete conjunta" para institucionalizar nuestra cooperación en todos
los órdenes. Por medio de una OEA saludable y del proceso de la Cumbre
establecimos prioridades compartidas y nos ayudamos a cumplirlas. Y
estamos trabajando con nuestros vecinos para ayudar a los pueblos de
Haití, Venezuela y Cuba a recuperar y ejercer plenamente sus
libertades políticas.

Nuestros valores compartidos favorecen los intereses de seguridad
esenciales para nuestra nación — que se hicieron particularmente
agudos luego de los ataques del 11 de septiembre. La cooperación con
México y el Canadá en la seguridad fronteriza y la aplicación de la
ley nunca ha sido tan amplia ni tan exitosa.

Una nueva Convención Interamericana contra el Terrorismo fue negociada
y firmada por los estados miembros de la OEA a consecuencia del 11 de
septiembre, y recientemente ha entrado en vigencia. Las unidades de la
OEA para combatir las drogas ilícitas y el terrorismo y la conferencia
de la OEA sobre seguridad hemisférica ayudan a fortalecer a las
Américas contra las amenazas antiguas y las que van surgiendo.

Estamos firmes, codo a codo, con el presidente Uribe, apoyando al
gobierno democrático de Colombia en contra de las fuerzas combinadas
de los bandidos terroristas y los barones de la cocaína.

Desde mi punto de vista éste ya es un impresionante historial de
logros, y todo lo que hemos logrado sitúa a esta región aparte del
resto del mundo.

El camino hacia el progreso

Pero nuestra tarea recién ha comenzado. Nuestra meta es ayudar a
nuestros amigos y vecinos a consolidar el histórico progreso político
y económico que han logrado y juntos construir una comunidad de
democracias comprometidas con la libertad y la oportunidad para todos
nuestros pueblos.

Este no es un floreo retórico. Es una estrategia práctica para una
crecimiento sostenido de amplia base, que podría resultar en un siglo
de estabilidad y prosperidad para 800 millones de personas y las
generaciones por venir.

Cualquier estrategia exitosa para lograr esa meta debe reconocer que
el hemisferio está hoy convulsionado. Muchos de los líderes electos de
la región están enfrentados a persistentes problemas políticos,
económicos y sociales. Millones de vecinos nuestros — demasiados de
ellos niños — carecen de albergue y del pan de cada día. Las
economías de la región no crecen con suficiente rapidez como para
generar suficientes puestos de trabajo para las poblaciones en
crecimiento, no digamos para resolver la pobreza crónica.

La corrupción y la ineficiencia estorban el desarrollo y causan
descontento popular. Varios países enfrentan graves amenazas a su
seguridad nacional por parte de terroristas y grupos criminales. En
algunos países esos factores se combinan para provocar estallidos
violentos, que las nuevas y relativamente débiles instituciones de
gobiernos democráticos se ven duramente apremiadas para controlar.

Durante las dos décadas pasadas los pueblos de las Américas han hecho
enormes progresos, pero esos logros no han borrado el legado de
décadas de pobreza, corrupción y líderes políticos egoístas o
equivocados. Las palancas para remover esos restantes obstáculos al
crecimiento están en las manos de nuestros vecinos. Sin embargo no hay
duda de que el liderazgo de Estados Unidos será crucial para ayudar a
nuestros amigos de la región a superar esos desafíos.

Trabajar con nuestros amigos

Lo podemos hacer trabajando con nuestros asociados en la región, para
ayudar a que los gobiernos democráticos sirvan mejor a cada ciudadano.
Debemos seguir propugnando las políticas que tienen antecedentes
comprobados de éxito — como las reformas de libre mercado, el respeto
al imperio de la ley, el derecho a la propiedad y los principios
macroeconómicos adecuados.

También alentaremos a los países a invertir en sus pueblos, para que
la gente proveniente de todas las clases sociales tenga las
herramientas — como educación y atención adecuada de su salud— para
reclamar la justa cuota de oportunidad económica, mejorar su propia
calidad de vida y contribuir a un bien más grande.

La "Cuenta del Reto del Milenio" del presidente Bush será un apoyo
poderoso para combatir la corrupción, ampliar las oportunidades para
todos sus pueblos y para gobernar con efectividad. Mientras tanto, he
iniciado una revisión general de cómo podemos utilizar mejor los
recursos disponibles para ayudar a algunos de nuestros amigos más
íntimos de la región.

Comenzando con Nicaragua, Perú y Bolivia, países amigos en los que
líderes democráticamente elegidos enfrentan problemas persistentes y
profundamente enraizados, mientras otros van apareciendo, buscaremos
con urgencia maneras creativas de complementar sus esfuerzos para
superar esta recesión económica y establecer las bases de un renovado
y constante crecimiento.

En Colombia tenemos un buen ejemplo de cómo Estados Unidos puede
brindar un apoyo efectivo a la democracia, incluso en las
circunstancias más difíciles. Con firmeza vamos trabajando juntos para
revertir la marea. La producción de hoja de coca ha disminuido, y los
terroristas van descubriendo que sus refugios seguros no son tan
seguros en absoluto.

La voluntad unificada del pueblo colombiano y el liderazgo del
presidente Uribe cambian la situación. Nos permiten desempeñar un
papel de apoyo más efectivo, y es un ejemplo de todo lo que pueden
hacer los pueblos y los líderes que exigen su derecho al orden y a
estar libres del terror. No creo que todas las amenazas a la
democracia en Colombia desaparecerán en el futuro cercano, pero
nuestros amigos en Colombia pueden seguros de que el presidente Bush
está comprometido con su causa.

La democracia se ve también amenazada en Haití y puesta a prueba en
Venezuela. Pero eso es el resultado del fracaso de los líderes
políticos en usar responsablemente su poder para unir a su pueblo en
pro del bien común.

En lo que se refiere a Haití, hemos colaborado con nuestros socios en
la OEA para crear un medio a través del cual pueda restablecerse la
confianza en el proceso político. La Resolución 822 de la OEA es el
resultado de ese esfuerzo, y Estados Unidos insta a todas las partes
en Haití a seguir la hoja de ruta que se ha trazado. El presidente
Aristide, como líder de su país, tiene la responsabilidad exclusiva de
ofrecer el ambiente de seguridad necesario para unas elecciones libres
e imparciales, de sostener la ley y de mantener la seguridad pública.
En una democracia, no hay lugar para la violencia en el arreglo de las
disputas políticas.

Seguimos colaborando también con nuestros vecinos para ayudar a los
venezolanos a encontrar una solución constitucional, democrática,
pacífica y electoral de su crisis. El referendo es un instrumento muy
importante, y los venezolanos enfrentan la tarea de hacer que
funcione.

Estados Unidos se niega a entrometerse en los asuntos internos de
Venezuela, pero no somos espectadores desinteresados. Cualquier acto
que socave el orden democrático o amenace la seguridad y el bienestar
de la región es una preocupación legítima para todos los vecinos de
Venezuela.

En Cuba, la más reciente represión de Castro ha servido para recordar
a la gente y los líderes de todo el mundo que su régimen no es otra
cosa que una dictadura rufianesca. Tras una pesadilla de 40 años, el
pueblo cubano comienza a agitarse.

Dos cosas aterrorizan al dictador. La primera ocurre cuando individuos
valientes — a través de actos simples, de conciencia, esperanzados —
empiezan a reclamar sus libertades fundamentales, a pensar en un
futuro mejor para ellos y sus hijos. La segunda ocurre cuando el resto
del mundo se interesa lo bastante como para ayudar a esos individuos.

El presidente Bush se ha comprometido, firme y totalmente, a ayudar al
pueblo cubano. Ha contraído el compromiso, y espera que lo cumplamos.

Redoblaremos nuestros esfuerzos para llevar a la práctica iniciativas
para alcanzar esa meta, recalcando las medidas constructivas,
proactivas, positivas para ayudar a la gente de la isla. Las visitas
con propósitos humanitarios, religiosos o educativos podrían hacer más
bien que mal.

Pero los que van a tomar sol no liberarán a Cuba. Ni lo hará mejorar
la calidad del "brunch" de su aislado enclave turístico. En pocas
palabras, antes que en hacer concesiones unilaterales que podrían
darle a Castro otro día terrible en el poder, concentraremos nuestros
esfuerzos en ayudar al pueblo cubano y a denegarle a él las divisas
duras en que apoyar su estado policial.

Socios en el hemisferio

Recientemente visité a nuestros amigos en Buenos Aires. Mantuve
discusiones productivas con los argentinos acerca de cómo podemos
colaborar para apoyar la democracia en la región y en todo el mundo.
Mi mensaje esencial fue el de que valoramos el hecho de que la
Argentina ha sido un buen amigo de Estados Unidos y, francamente,
necesitamos su liderazgo y participación.

En lo que se refiere a su crisis financiera, para la Argentina el reto
consiste en reunir la voluntad política necesaria para aplicar las
reformas que le permitirán a su economía estabilizarse y recuperarse.
Reiteré nuestro interés en un programa de medidas económicas y
fiscales específicas, orientadas a restablecer una condición
predecible y la confianza en la Argentina.

Es importante recordar la complejidad del reto. El presidente Kirchner
trata de lidiar con una crisis que es, por sus orígenes, política.
Enfrenta también la necesidad de reformas estructurales de largo
plazo, además de corregir las consecuencias de la reciente crisis
financiera.

Un acuerdo de largo plazo con el FMI infundirá en la ecuación algún
carácter predecible, de modo que la economía argentina pueda atraer el
capital que necesita para alimentar una recuperación más sostenible.
Creemos que las condiciones para llegar a un acuerdo tal son
favorables. Y apoyamos el proceso. Pero les corresponde a los líderes
políticos de la Argentina tomar las decisiones difíciles.

México enfrenta también la necesidad de más reformas. El presidente
Fox envió recientemente un mensaje a la nación mexicana, en el que
delineó una agenda amplia y ambiciosa. Nos interesa ver que el país
que el presidente Bush ha calificado de nuestro socio más importante
siga creciendo y expandiendo las oportunidades económicas de que
dispone su pueblo. Esa es la base de nuestra relación, y nuestra
relación está más fuerte que nunca. Seguimos colaborando estrechamente
con México en toda la gama de asuntos, desde el comercio hasta la
seguridad y el desarrollo económico.

En la misma forma, nuestra relación con Canadá es amplia y mutuamente
ventajosa. Como se sabe, Canadá es nuestro socio comercial más
importante. Pero nuestra relación va mucho más allá del comercio.
Agradecemos la ayuda de Canadá en la guerra contra el terrorismo.
Actualmente, Canadá tiene desplegados en Afganistán más de 2.000
efectivos militares. Han prometido 350 millones de dólares canadienses
para la reconstrucción de Iraq, concentrando sus recursos allí en la
construcción de instituciones democráticas y la promoción de los
derechos humanos. Hemos acordado colaborar en un sistema de defensa
antimisiles que protegerá por igual a canadienses y norteamericanos.
La próxima semana iré a Ottawa, y espero con interés sostener
discusiones con mis colegas de allí.

Nuestra relación con Brasil sigue creciendo y ahondándose. Como lo
mencioné antes, los presidentes Bush y Lula mantuvieron en junio una
reunión muy productiva. El presidente Lula hizo notar que fue algo más
que una reunión de presidentes, fue una reunión de gobiernos.
Diecisiete ministros de gabinete de ambos países participaron en la
reunión cumbre.

Le damos seguimiento a su agenda. Recientemente, el Departamento de
Hacienda de Estados Unidos fue anfitrión de sus homólogos brasileños
para discutir estrategias con el fin de aumentar las tasas de
crecimiento económico a largo plazo de nuestros dos países.
Colaboraremos para combatir el SIDA en el Africa de habla portuguesa.
En la OMC, Brasil y Estados Unidos cooperaron con otros países para
dar forma a una política que les permitirá a los países pobres obtener
medicinas que salvan la vida. Juntos, copresidimos la ronda final de
las negociaciones del ALCA

El comercio representa para los países de este hemisferio la mejor
oportunidad de atraer el capital que necesitan para crear empleos y
sostener un nivel de crecimiento económico que apoye las inversiones
públicas en educación, atención de la salud e infraestructura, que son
esenciales para la calidad de vida.

Más de la mitad de nuestros vecinos viven en la pobreza, la pobreza
crónica que ha persistido durante generaciones. Ese ciclo de pobreza
debe romperse mediante el crecimiento sostenido, y el ALCA es la mejor
manera de hacerlo.

Combinada con el imperio del derecho y la democracia representativa y
orientada por ellos, el ALCA será algo más que un arreglo mercantil.
Será una comunidad de naciones tan prósperas como justas como sea
posible, "creciendo juntas" en todo el sentido de esa expresión.

Seguimos comprometidos con un ALCA abarcadora y la ambiciosa fecha
límite del 1 de enero de 2005. Comprendemos que la agricultura es un
motivo de disputas; pero, de hecho, en materia de agricultura tenemos
mucho en común con nuestros vecinos, en comparación con los europeos.
Y creemos que el "marco de referencia" a que llegaron recientemente el
USTR y la UE abrirá un camino para seguir adelante.

Pese a todo, el resultado final es que la necesidad desesperada de los
beneficios que la apertura e integración de nuestras economías
reportará a los pueblos de este hemisferio es algo innegable, y
tenemos una obligación moral, como líderes, de realizar la promesa del
Area de Libre Comercio de las Américas.

Conclusión

En enero, cuando fui nombrado para este puesto, el New York Times
publicó la noticia con este titular: "Bush nombra a un veterano
anticomunista para un puesto latinoamericano clave". Me sentí
emocionado, pero también un poquito perplejo. Y pensé que si el
presidente Bush hubiera nombrado a un procomunista, eso sí habría sido
noticia.

El hecho es que nuestra política en relación con nuestros vecinos y
socios de la región ha estado guiada durante algún tiempo por el mismo
principio bipartidista: libertad. El gran debate entre los partidarios
del autoritarismo, los teóricos de la dependencia y los marxistas
irreductibles, por un lado, y los defensores de la democracia y los
mercados, por el otro, ha terminado. Dicho sea de paso, ganaron la
democracia y los mercados.

Están aquellos que insisten en "llevar la cuenta" de si un supuesto
líder de "izquierda" es elegido en un país, o si en otro se aplican
políticas "ortodoxas" — dicho sea de paso, en ocasiones ambas cosas
son ciertas.

Sin embargo, he descrito un modelo de desarrollo político y económico
de base amplia, con el cual sigue comprometida la vasta mayoría de los
gobiernos de las Américas. Y la prueba de ello son las saludables y
productivas relaciones de que disfruta nuestro gobierno con gobiernos
de todo el espectro político.

Los relativamente pocos políticos, movimientos y frentes políticos que
defienden un modelo radicalmente diferente no sólo nadan contra la
corriente de la historia, nadan contra la corriente de este
hemisferio.

Están aquellos radicales que tratan de sembrar el descontento, el
desasosiego y hasta la violencia. Pero, todos unidos, los enfrentamos.
Y ellos pueden prosperar sólo si fracasamos en cumplir la promesa de
democracia auténtica y libertad económica.

Hay en el Hemisferio Occidental países que son relativamente ricos y
otros que son relativamente pobres. Algunos son dirigidos por
conservadores, otros no. Pero todos compartimos un hemisferio y un
futuro. Y ninguno de nosotros está dispuesto a fracasar. Para nuestros
pueblos, lo que está en juego es demasiado grande.

Espero con interés trabajar con nuestros amigos de las Américas para
encarar los retos que hay por delante.

Gracias por el tiempo y la atención que me han prestado. Gustosamente
responderé a cualquier pregunta que ustedes quieran hacerme.