El BCR ha contratado como asesor al señor Diego García Sayán. Hasta donde se sabe, él es un abogado de soberbia intragable y fatuidad inverosímil. Pero de números, economía o proyecciones financieras, como para estar en el ente emisor, pareciera que hay una enorme distancia. ¿Qué sabe el burro de alfajores?

Hay múltiples inconductas públicas de las que es responsable García Sayán. Su ONG privada, de rimbombante y engañoso nombre, la Comisión Andina de Juristas, es una productora de dólares vía colocaciones del exterior y que emplea para hacer libros y folletos al paso. Además de conversatorios pro domo sua de sus propios directivos. Pocos meses atrás Diego García se mandó hacer un libro cuyo contenido gráfico incluye algo más de 350 fotografías de él mismo.

Además, esta ONG, la CAJ “combatía” a la dictadura delincuencial de Fujimori, haciendo contratos con ella y se beneficiaba con las decenas de miles de dólares que le pagaron para “reformar” el Poder Judicial. Los resultados de la reforma están a la vista: nadie cree en el corruptísimo PJ y sigue constituyendo una mácula pestilente en el Perú.

Más aún, cuando ministro de Justicia del nefasto gobierno transitorio de Valentín Paniagua, Diego García Sayán impulsaba a través de sus amigotes en Torre Tagle para que le hicieran la campaña para su puesto en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Como denuncié entonces, gastándose la plata del pueblo, hasta dos misiones de embajadores serviles cumplieron dicho cometido proselitista. Y hoy ya forma parte de esa institución.

Y como canciller, Diego García Sayán ostenta el dudoso privilegio de haber condecorado a su par de Chile, Soledad Alvear, en los precisos momentos, junio del 2002, en que este país declaraba la guerra a muerte a Aerocontinente. En buena cuenta, Diego García Sayán ni siquiera sabe defender con un mínimo de verguenza al Perú.

García Sayán es uno de los más importantes líderes de la izquierda caviar. Niño Diego aspira a una candidatura presidencial pero el problema es que desconoce qué es o cómo funciona el calor popular al que es poco afecto con sus modales y ademanes de niño bien. Es un Tudela, pero en la otra calle.

A guisa de referencia, hay un periodista que despertó las iras de García Sayán y éste pretendió abrirle un juicio penal por lo que él consideraba una ofensa. Como el procurador le respondió a García que tenía que hacerlo él personalmente y no el ministerio de RREE, lo botaron. El muy pusilánime jamás interpuso acción alguna porque sabía que iba a hacer, como siempre, el ridículo.

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.