Los parlamentarios Rey Rey y Barba Caballero han tenido la brillante iniciativa de reforma constitucional que permita que Toledo convoque a elecciones anticipadas. No sólo para la presidencia sino también para el Congreso. Le han llamado un puente de plata y que se haría a más tardar en agosto con dos legislaturas ordinarias. Lo único que no contempla el proyecto es que hay una indignación popular que crece todos los días y no hay ley o argumento válido que modere semejante malestar.
Si los congresistas se pusieran de acuerdo en dotar de esta herramienta al presidente Toledo y bajo el supuesto que no tendríamos que esperar hasta el 2006, tanto el jefe de Estado como los 120 parlamentarios deberían irse a su casa. Yo me permitiría agregar que, previo juicio de residencia, para comprobar si su actuación pública fue honorable.
Entonces dependería del mandatario el llamar, merced a esta reforma, a elecciones. Hay otro pequeño problema, ¿será Toledo capaz de transitar por este puente de plata? Dice Rey que lo contrario es que salga expulsado por la repulsa ciudadana y se convierta en un paria. Y con él, sus congresistas, sus adláteres de toda laya: burócratas, consejeros, ayayeros, mozos y desavisados. Muchos ya han expresado sus dudas sobre este particular acápite.
¿Es el fracaso del régimen toledista culpa exclusiva del Ejecutivo? Me temo que no, en ella tienen gran responsabilidad los 120 integrantes del Congreso. Este Parlamento, tan malo como cualquiera de los fujimoristas (¡y esos eran un asco!) ha mostrado una enfermiza proclividad a la figuración. Cualquier estupidez, la reputaban como noticia y no han ahorrado esfuerzo para convencer a la prensa de que secunde sus afanes, a veces con argumentos que, en tiempos como los actuales, son poco repelidos.
Si lo anterior es cierto, como así parecen insinuarlo diversas opiniones, entonces los que se van, también deberían apartarse de la cosa pública, al menos por el siguiente período eleccionario y dar paso a otras personas no contaminadas o enviciadas en la muelle vida que provee el Estado a sus servidores de lujo, aunque, hay que decirlo, no lo merezcan en lo más mínimo.
Una buena parte de los congresistas ya empezó a ridiculizar la iniciativa Rey-Barba, precisamente porque no quieren dejar de succionar las ubres de una institución profundamente devaluada ante el pueblo como es el Congreso. Ciertamente que decirles que no deberían postularse sino hasta dentro de 20 años, sí que podría constituir, una “afrenta” para estos señores.
Hay una corresponsabilidad bastante clara. Y de lo que se trata es de buscar alguna salida honorable, según han adelantado Rey y Barba. ¿Qué ocurriría si quien no puede hacerlo, decide patear el tablero y contumaz y terco, opta por seguir como si no hubiera pasado nada?
Los pueblos votan en las urnas y también lo hacen en las calles cuando marchan en protesta y galvanizan sus fuerzas contra quienes han perdido su simpatía o cariño. Y esto troca en odio.
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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