Giulietto Chiesa nació en Piamonte en 1940. Periodista, desde 1980 hasta 2000 fue corresponsal en Moscú, antes para L’Unitá y luego para La Stampa, experiencia que lo convierte en uno de los máximos sovietólogos del mundo. Escribió para un sinfín de medios, desde Rusia hasta Estados Unidos y Suiza, desde Alemania hasta Radio Vaticana. En su trabajo de ensayista, fundamental para entender el crepúsculo de la URSS, ha estudiado la globalización, el sistema mediático mundial y las guerras.

En sus libros «La guerra infinita» y «Superplan» expone su teoría sobre la superación de la democracia liberal, liquidada por una nueva súper elite mundial. En junio fue elegido diputado europeo por el grupo Alianza de los Liberales y Demócratas para Europa (ALDE).

- Estamos al inicio de la segunda administración Bush. En la primera quizás el símbolo de cuatro años de relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea fue el discurso de Donald Rumsfeld sobre «la vieja Europa». El Atlántico se iba agrandando.

- Y no hay ninguna señal de que deje de agrandarse. Rumsfeld explicitó de manera muy cruda esta realidad. Robert Kagan escribió que «el Occidente ya fue» y yo estoy de acuerdo. Los neocons (neoconservadores) representan la toma de distancia de Estados Unidos con respecto al resto del oeste y la manifestación de su autonomía. Quizás ellos se consideran aún Occidente, pero habría que encontrar una nueva definición: Estados Unidos ya no es Occidente.

- Sin embargo, más allá de diferencias puntuales -la energía, el acero, Kyoto, la competencia euro-dólar- sigue habiendo intereses convergentes entre lo que llamamos Primer Mundo y el resto del planeta.

- En los grandes pasajes históricos no todo está inmediatamente claro, pero las ideas-fuerza afloran. Hoy hay un sistema económico único del cual Europa es parte integrante y del cual Europa compartió las bases, por ejemplo con la economía de mercado. Sin embargo hay diferencias. Aunque la «Europa de las multinacionales» es parecida a los «Estados Unidos de las multinacionales», estos dos tipos de economías de mercado siguen siendo diferentes.

- ¿Y en qué sentido el Tercer Mundo tendría que percibir estas diferencias?

- La estructura mental del mercado europeo no coincide con la estructura mental del mercado estadounidense. En Estados Unidos los principios ordenadores de la tradición capitalista han sido sobrepasados por una transformación estructural: ya no hay propiedad. En la gran empresa estadounidense las grandes familias desaparecieron, y la propiedad ha sido sustituida por el dominio de los managers. Es una nueva clase, que yo llamo «superclan», que en Europa no existe.

- ¿Por qué Europa no podría estar sencillamente quince o veinte años atrás en la aplicación de este modelo? ¿Por qué por ejemplo un latinoamericano que vio la política de rapiña de la española Repsol tendría que diferenciarla de la política de rapiña de la Shell?

- Es cierto. Pero la situación internacional está en rápido movimiento y no hay tiempo para que Europa vaya en la misma dirección. Estamos en una crisis inédita de la relación entre el ser humano y la naturaleza. Sin esta crisis probablemente todo el planeta sería absorbido por la visión estadounidense que implica el fin de la democracia occidental, el fin de las contradicciones sociales y la llegada de un mundo mucho peor que el orwelliano. Sin embargo, las multinacionales europeas no están, por ahora, en condición de seguir a las estadounidenses.

La sociedad civil europea es aún mil veces más poderosa que la estadounidense, que ya ha sido completamente destruida. Allá las multinacionales y el superclán pudieron actuar sin obstáculos. Acá no. Y más se ensanchan las diferencias, más crece acá la reacción popular y nacional. Y el proyecto de transferencia del modelo estadounidense en Europa resulta literalmente imposible. Nos enfrentamos al fin de los recursos y al fin de la ilusión de que éstos fueran infinitos. Esto desvela la mayor contradicción sobre la cual vive el sistema: la infinitud de los deseos.

La gran fábrica de los sueños, una economía basada en la estimulación de deseos infinitos, consumos inducidos e inútiles, choca hoy con que los recursos no son infinitos. Esta contradicción explotará en los próximos veinte años, mucho antes de una posible adaptación europea al modelo.

- Si los neocons tienen un mérito es ofrecer un claro modelo de desarrollo y de dominio. Pero, si es cuestión de tiempo, la Europa de la sociedad civil estructurada, de las representaciones políticas complejas, del ecologismo, del pacifismo, ¿tendrá tiempo para salvar al planeta desde el desastre del modelo neoconservador?

- No tenemos ninguna seguridad de que logremos pararlos. Oponerse quiere decir empezar a hacer cosas concretas para pararlos y condicionarlos, y no está dicho que las ideas mejores ganarán. Pero yo confío en que si esta crisis provoca tanta tensión entre Estados Unidos y Europa, se puede imaginar lo que produzca con relación a otras civilizaciones y culturas distintas y hostiles: China, India, el mundo musulmán, Rusia -que no está muerta-. Son realidades que chocan con la pretensión totalizante del pensamiento único y con la ecuación entre interés nacional estadounidense y gestión del poder mundial.

El interés nacional de Estados Unidos hoy entra simultáneamente en colisión con el interés nacional de todas las otras realidades históricas. Si hoy se puede hablar de choque de civilizaciones, éste no es entre Occidente e islam sino entre Estados Unidos y el resto del mundo. Yo esto lo veo con absoluta claridad.

- Y un buen ejemplo es América Latina. En la pretensión de que lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para todos, en la proclamación declarada de un proyecto hegemónico, el «nuevo siglo americano», ¿qué aceleración representó el cuatrienio de Bush?

- Es una aceleración porque las actuales clases dirigentes estadounidenses, tanto en su costado técnico-científico como en su costado religioso, piensan en el apocalipsis. Y lo digo sin ironía. Los neocons religiosos piensan realmente en un apocalipsis, ya lo escribieron Gore Vidal y otros. En su visión del mundo están convencidos de que hay que enfrentarse a una gran tragedia: o convertir o extirpar. Está claro que piensan en una palingenesia terrorífica.

Pero también desde el perfil científico sabemos que los dirigentes más informados tienen, desde mucho antes del 11 de setiembre, datos para pensar que un 11 de setiembre habría sido muy útil. Hay una afirmación decisiva en el «Proyecto para un nuevo siglo americano»: las transformaciones que nosotros debemos introducir en la política mundial necesitarían, en condiciones normales, harto tiempo. Y sin embargo tenemos que razonar como si debiera producirse artificialmente una drástica mutación de ruta para acortar esta transición.

Ellos saben, y nosotros sabemos, que los recursos caerán rápidamente, y así necesitan imponer una drástica mutación a través del uso de la fuerza. La cita termina con: a menos que no se cree algo parecido a una nueva Pearl Harbor.

«Like a new Pearl Harbor»*, dicen textualmente, no lo invento yo. Saben que el mundo va hacia una rápida rendición de cuentas. El agotamiento de los recursos será el elemento visible, cercano e inevitable, y Estados Unidos debe abocarse inmediatamente al problema del dominio sobre todo el planeta y sobre los recursos de todo el planeta. Esto no se construye en dos minutos, hay que prepararlo con antelación en espera del gran choque que llegará y que será contra China. Al gran comilón de recursos que está llegando y que necesita competir con Estados Unidos, ¡hay que pararlo antes!

- Y en este escenario, desde un punto de vista geopolítico y en perspectiva antichina, en el orden natural de las cosas estaría una alianza estratégica con Rusia. Sin embargo asistimos a una convergencia política en el tema terrorismo, acompañada por una divergencia geoestratégica, empezando por el Cáucaso y Asia central. Esto es seguramente parte de la idiosincrasia estadounidense, que pretende la aniquilación total del enemigo. Pero sólo junto a una Rusia potencia Estados Unidos puede establecer un cordón sanitario alrededor de China.

- Esto supondría una inteligencia de las elites políticas estadounidenses superior a la que los hechos demuestran que poseen. Ellos piensan en la utilización de la fuerza en todas las direcciones. Hoy Estados Unidos no quiere aliados ni alianzas, quiere siervos y subordinados. La política imperial los está cegando completamente. Ellos han creído apresuradamente haber ya colonizado a Rusia con Ieltsin. Pensaron que era suficiente.

Liquidado Ieltsin, han consentido a Putin la llegada al poder y pensaron que seguiría la línea de su predecesor. Desafortunadamente no es así. Putin es un hombre inclinado a todos los más terribles juegos de poder. Pero Putin es un ruso. Y este es un detalle que revela la espantosa ingenuidad de los neocons. No han leído a Fernand Braudel, no saben nada de las fuerzas profundas de la historia y han creído que colonizaron a Rusia definitivamente.

Y no lo logran. Y ahora mismo estamos asistiendo a la ruptura entre Rusia y Estados Unidos. Los herederos de Ieltsin, los que demolieron la Unión Soviética, durante un tiempo han especulado con ser parte de un juego que, al contrario, los amenaza. Vladimir Putin percibe agudamente que Estados Unidos está dispuesto a golpearlos. La guerra chechena ha sido construida por los estadounidenses. Turquía tuvo un papel importante, los servicios han colaborado. Han dejado actuar a los que financiaban el terrorismo checheno, los wahabitas saudíes, el isi paquistaní, los servicios turcos.

Los esposos Gorbachev con Giulietto Chiesa

Y no es en vano que, en plena guerra chechena y esperando la caída de Boris Ieltsin, el presidente Clinton viajara a Ankara para firmar el acuerdo para la construcción del oleoducto que pasará a través de Georgia y Turquía eludiendo a Rusia. La guerra en Chechenia ha sido usada espléndidamente para acuchillar por la espalda a Ieltsin mientras lo trataban como a un Quisling [1].

¿Podemos pensar que Putin no lo entendió? Putin entendió que su papel en el juego es sólo subalterno. Pero él es hábil y piensa que Rusia debe ser grande. Hizo lo posible para que Rusia no fuera un blanco para Estados Unidos. No lo logró. Apenas salimos del espejismo de la lucha contra el terrorismo internacional el juego se hace claro: el ataque a Putin empezó con la entrada en política del millonario Mikhail Khodorkovskij, que estaba vendiendo la Yukos a la Exxon-Mobil por 25 mil millones de dólares. Putin lo entendió, arrestó a Khodorkovskij y empezó a jugar su partido. Estas cosas no se dicen, se hacen.

El diario The New York Times, después de muchos años de silencio, imprevistamente, en un largo editorial no firmado, llama la atención sobre el peligro de las armas atómicas rusas. No se había hablado más de eso porque Ieltsin había dado los códigos de las armas atómicas rusas a Estados Unidos. Putin ahora, silenciosamente, ha renovado los códigos sin devolverlos a los estadounidenses. Y así de pronto las armas atómicas rusas vuelven a ser noticia y el Times pide que se ayude a Rusia a desmantelarlas. Pero Putin ya no las quiere desmantelar, y los Estados Unidos de hoy no son capaces de hacer ningún discurso de cogestión, sólo hablan en términos imperiales.

- Volviendo a la relación con Europa, si algunos países, independientemente del color de los gobiernos, toman distancia de Estados Unidos, hay otros tantos gobiernos importantes que están muy lejos de distanciarse de la subordinación al unilateralismo de Washington.

- Es cierto, aunque yo tengo una interpretación heterodoxa. No es casual que Alemania y Francia, prescindiendo de las respectivas mayorías políticas, reaccionen de la misma manera frente a Estados Unidos. Es una reacción fisiológica de gran importancia político-cultural. Las dos entidades estatales más poderosas de Europa expresan los últimos vestigios de la representación democrática del Estado occidental. No es un capricho de Gerhard Schröder o Jacques Chirac: la «Europa de las naciones» es el único baluarte contra la «Europa de las multinacionales» y contra el fin de la democracia. En Europa conviven dos almas: la Europa de las naciones y de los pueblos y la Europa de las multinacionales. Y hay un abismo entre las dos.

La paradoja es que es la Europa de las naciones, la Europa más avanzada intelectualmente, la que ha construido la Europa de la supranacionalidad. Es la que ha entendido que muchas decisiones no pueden ser tomadas por los estados nacionales. Y ahí hay todavía un pedazo de democracia, un pedazo de representación de la sociedad civil.

Las instituciones representativas de la democracia burguesa y liberal se defienden así de una idea en la cual el propio concepto de democracia liberal es demolido por el superclán, que es lo contrario de la democracia liberal. Este es un proceso que está en desarrollo. Yo no sé quién ganará, si las multinacionales que razonan en términos de Wall Street o los estados nacionales. Pero tengo una gran confianza en que los estados nacionales unidos de Europa sean capaces de lanzar una contraofensiva contra el fin de la democracia señalado por el superclán.

- Sin embargo, la inserción de los diez nuevos países, así como la perspectiva de la entrada de Turquía, son puntos marcados por Estados Unidos y Gran Bretaña que pretenden la dilución y el debilitamiento de la construcción europea.

- Es exactamente lo que veo con mis ojos acá en Bruselas. La llegada de los diez debilita a Europa. Europa no supo mirar a su este. La Alemania de Helmut Kohl sólo miró a su otro pedazo de Alemania. Y de hecho se delegó en Estados Unidos la tarea de reconstruir Rusia y el este de Europa. Estados Unidos la ha asumido, en el sentido estrecho de la colonización, logrando el fantástico e inmediato éxito de tener a todos estos países bajo su dominio. Y lo ha hecho utilizando a la OTAN. Así la UE ha unificado a Europa luego y sólo después de que Estados Unidos ya lo había hecho mediante la OTAN.

¿Esta solución es permanente? No creo. Las opiniones públicas del Este han sido más receptivas a la idea de Europa de lo que lo han sido sus clases dirigentes. La guerra -a la cual la mayoría de los gobiernos del Este adhirieron entusiastamente- espanta a los pueblos del Este tanto como al Oeste.

Así que no sabemos cuánto durará la hegemonía estadounidense. En cambio se delinea una Europa con Alemania, Francia, España, Grecia, que es fuertemente antiestadounidense a pesar del gobierno de centro-derecha, Italia si cayera Silvio Berlusconi... Así podría retomar rápidamente velocidad un proceso de homogeneización nacional y supranacional. Gramsci hubiese hablado de hegemonía. Y la hegemonía estadounidense se está erosionando día tras día en Irak. Una Europa con estadistas de altura podría realizar una fuerte contraofensiva hegemónica. Lo puede hacer hablando con Rusia, con China, con Oriente Medio.

- Podría dirigirse también al bloque latinoamericano, si no lo hace de la manera rapiñera y golpista como lo hizo, por ejemplo, José María Aznar.

- Naturalmente puede hacerlo. Y tiene que cambiar todas las reglas del comercio internacional. Las estrías ya se ven y algunas puertas ya se abren. Hay que hacer un rápido discurso de acercamiento a Rusia: una política abierta de visas, cultura, cooperación económica y militar; una gran operación de reconquista. Pero hay que saber que será una larga y dramática batalla y los próximos años serán decisivos.

- El fracaso del golpe en Venezuela es el elemento que ha acelerado la guerra en Irak. El cuadro ahora está en evolución a pesar del extremismo obstinado con el cual ha sido conducida la guerra iraquí; hay señales diplomáticas opuestas como la luna de miel entre Egipto y China o, a pesar del desastre bélico, los roces con aliados históricos en Oriente Medio, Arabia Saudí, el mismo Egipto.

- El diseño de los neocons es demoler el orden de los países árabes moderados para transformarlos en colonias estadounidenses. Ya no sirven los países moderados, tienen que ser nada más que vasallos. Así, si Bush -como temo- es reelegido, estos regímenes, hablo de Egipto y de Arabia Saudí en primer lugar, serán derribados. De distintas formas. El primer asalto será hacia Irán, donde se juega el partido más importante y probablemente la próxima guerra.

Y cuando Irán haya sido liquidado e Israel pueda ocupar toda la orilla occidental del Jordán y liquidar definitivamente el Estado palestino, entonces se podrá eliminar también la dinastía hashemita en Jordania, quitarse de encima los soberanos saudíes y a Hosni Moubarak en Egipto. No estoy haciendo profecías: es lo que quieren personajes como Michael Leeden o Paul Wolfowitz. Y ya desencadenaron la guerra iraquí como parte de este diseño.

Firmaron el «Project for the New American Century» Richard Perle, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, su vice, Lewis Libby, jefe de gabinete de Cheney, William J. Bennett, ex ministro de Reagan, y Zalmay Khalilzad, embajador de Bush en Afganistán.

Giulietto Chiesa será el invitado del Club Suizo de Prensa en la ciudad de Ginebra (Club Suisse de Presse), el 17 de febrero 2005 a 11 horas de la mañana, en donde dará una exposición bajo el tema: «El regreso de la Guerra Fría» («Le retour de la Guerre Froide»).

[1Colaborador noruego bajo la ocupación nazi de su país durante la Segunda Guerra Mundial