Varios textos de historia dan cuenta que en la II Guerra Mundial fallecieron alrededor de 37 millones de personas, de las cuales en el frente oriental de Europa, en la línea ruso-alemana, se habrían perdido 24 millones de vidas; de éstas, 20 millones habrían correspondido a ciudadanos de los países que conformaron la desaparecida Unión Soviética. Las soldados norteamericanos que ofrendaron su vida en todo este conflicto llegarían a 457.000, sobre todo en el frente japonés.

La historia también recoge los datos de 6 millones de personas conducidas a la muerte en brutales campos de concentración y exterminio manejados por Adolfo Hitler y el nazismo. Nombres como Auschwitz-Birkenau, Manthausen, Dachau, Treblinka, Maidanek, Sobibor, Belzec, Buchanwald, Bergen-Belsen, Chelmno, Ravensbruck, Sachenhausen, Flossenburg, Sutthof, Theresienstadt, entre otros, han quedado grabados, en forma indeleble, como sinónimo de perversión inhumana incalificable, en la conciencia de los seres dotados de un mínimo de convicciones humanistas elementales.

Es mundialmente conocida la relación de lo que los nazis hicieron en los referidos campos de concentración. Desde entonces la palabra «Holocausto» adquirió ribetes de dolor, angustia e indignación general. A partir de la difusión de esos inhumanos acontecimientos -para muchos incomprensibles- existen esos nombres y sitios que se hicieron famosos por constituir expresión del horror más brutal y de la capacidad criminal ilimitada de los seres degenerados en la prácticas del tormento cobarde e degradante.

No puede tampoco dejar de anotarse, en forma expresa, que existe un ánimo visible para que estas páginas de horror sean extraviadas en el olvido de los pueblos, sobre todo en la desmemoria de las nuevas generaciones, merced al apoyo cómplice de determinadas grandes cadenas informativas de alcance planetario y a un sistema educativo mutilante, entre cuyos condueños y guías aparecen las empresas y accionistas del más grande complejo industrial-militar del planeta.

De existir otra vida, como enseñan todas las religiones, y de haber dispuesto de frenesí por la eliminación física de seres humanos, y desprecio por la existencia de los pueblos, por parte de Adolfo Hitler, hoy revolcaría de envidia ante la capacidad depredadora de los mayores entes genocidas que han conocido los pueblos a lo largo de los últimos milenios, como han resultado en la práctica comprobable el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, BM, conforme lo vamos a demostrar.

I

Las cifras del horror

¿En qué nos fundamentamos para proceder a formular semejante afirmación?

El 25 de septiembre del 2000, en la primera página de los diarios del mundo rebotó, como una simple noticia más, el siguiente dato traido por la agencia informativa AFP: «Unos 19.000 niños mueren diariamente por las políticas monetarias» (El Universo, de Guayaquil, lunes 25 de septiembre del 2000, lra. página.). El dato se originaba en Praga, capital de la República Checa, donde se llevaba a efecto la asamblea anual conjunta del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y donde estaban presentes los delegados de los países más ricos del planeta.

La misma información daba cuenta que en el marco del Encuentro «unos 600 miembros del movimiento Jubileo 2000 participaron ayer en una marcha fúnebre en recuerdo de los 19.000 niños que mueren a diario en el Tercer Mundo»

Estos niños víctimas de las políticas fondomonetarista y del Banco Mundial constituyen una parte importante de los cerca de once millones de menores de cinco años que perecen cada año por estos y otros motivos previsibles en gran parte, según cálculo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

De estos 11 millones de vidas infantiles que desaparecen al año, en esas condiciones, según la Organización Mundial de la Salud, OMS, el 15% perecen por enfermedades que se pueden prevenir con simples vacunas, el 18% a causa de infecciones controlables de las vías respiratorias, 17% por enfermedades diarreicas, 20% por trastornos perinatales, 7% por paludismo y 23% por otras causas previsibles. (El Universo, martes 2 de enero del 2001, pág. 8, 2da. sección.). Y conste que no hacemos la cuenta con los datos de las personas mayores de cinco años, situación que multiplicaría los alcances de este genocidio incalificable.

Si por estas políticas monetaristas, de hambreamiento social indiscriminado a consecuencia de políticas esquilmadoras, que impide la atención de salud y nutrición básica a países enteros, se determina, según Jubileo 2000, que perecen 19.000 niños al día en el mundo, ello entraña que (sin tomar en cuenta a los mayores) son 6’935.000 los infantes que fallecen cada año -por la misma causa-; esta cantidad inmensa de seres humanos, y formada sólo por criaturas de la más tierna edad, es mucho grande que la de todos los fallecidos en los campos de concentración en la II Guerra Mundial a manos del hitlerismo!

¡El FMI y el BM, a la luz de los datos y las cifras, es mucho más rápido y eficaz que la tarea macabra del Holocausto nazi, que se llevó adelante en varios años! ¡Sólo que ahora ya no usan el gas sino a gobiernos sicarios, encargados de colaborar en la matanza masiva de sus propios pueblos!

¡Las políticas depredadoras y genocidas del FMI y el BM sumarían en una sóla década 69,35 millones de niños pequeñitos muertos, sin contar a las personas adolescentes y mayores, esto es casi el doble de todos los muertos en la II Guerra Mundial!

Y cada día, sólo en relación a los infantes, perecen más de seis veces todos los fallecidos en el atentado consentido del World Trade Center, el 11 de septiembre del 2001, en Nueva York! Debemos destacar eso sí que el FMI y el Banco Mundial han actuado en forma impune en nuestros pueblos, con la complicidad de los gobiernos de turno, con regímenes de variado signo, no sólo en una década, sino en varias.

Y al tenor de las cifras facilitadas por Jubileo 2000, entidad que reune a las Iglesias del más distinto signo, tenemos que cada década se pierden casi el doble de vidas que todas las que produjo la II Guerra Mundial, y sólo contando a los seres humanos de la más tierna edad! ¡Con estas políticas genocidas perecen cada cuatro días tantos niños como el número de personas que fallecieron el día 6 de agosto de 1945 a consecuencia del impacto directo de la bomba atómica de Hiroshima, en Japón! ¡La única diferencia es que estas otras bombas atómicas son silenciosas porque nadie reclama por ellas!

Más todavía: si a todos los fallecidos en los campos de concentración sumaríamos las víctimas de otras matanzas conmovedoras, impulsadas por las fuerzas más regresivas del orbe, como la de Lídice, en Checoeslovaquia; Guernica, en España; Orandur, en Francia; Bataki, en Bulgaria; My Lai y Songmy, en Vietnam; Sabra y Chatila, en el Líbano, entre otros, no se llegaría ni lejanísimamente al número de víctimas que provocan los acreedores internacionales por intermedio de las políticas homicidas del FMI y el BM, aplicadas por sus instrumentos complacientes y mercenarios, los gobiernos apátridas y sicarios encaramados mediante procedimientos fraudulentos en la dirección de nuestros países.

II

Nuevo Holocausto; nuevos métodos

Los métodos han variado, en tanto la capacidad depredadora se ha multiplicado. Partamos desde el punto en que casi todos los datos de los asesinatos masivos consumados en los conocidos campos de concentración o cementerios inimaginables (donde a los seres humanos se los encerraba peor que al ganado y eliminaba con duchas de gas letal y luego se los cremaba los restos para evitar dejar vestigios humanos, y, a la vez -aunque resulte paradójico y brutal-, utilizar las cenizas como abono para los campos), en base a revisar varias enciclopedias y datos de la II Guerra Mundial, hablan de seis millones de muertos en varios años de aplicar esta llamada «solución final» en contra de comunistas, judíos, socialistas, cristianos, gitanos, ciudadanos de otras nacionalidades, discapacitados, entre otras víctimas de este genocidio tan inconcebible que todavía estremece al mundo, a pesar de todos los esfuerzos para acallar este verdadero crimen sin nombre.

Sin embargo, a pesar de lo criminal de este holocausto dantesco, inimaginable hasta en mentes pervertidas, ése no es el peor holocausto que conoce la humanidad. Existe uno peor, pero silenciado: el holocausto que aplica -con sus políticas de exterminio social y verdadero aniquilamiento biológico- el FMI y el BM. Cada año superan, y con víctimas de solamente niños menores de cinco años, en número y en dolor, en base a datos incontrovertibles, lo que hicieron los nazis en los campos de extermino de la última guerra mundial con ciudadanos de toda edad.

Remarcamos pues que quizá ahora solo exista una diferencia cualitativa, pues mientras los nazis utilizaron métodos fulminantes directos de exterminio, los instrumentos de Wall Street y los acreedores internacionales, tanto el FMI como el Banco Mundial -y otros organismos multilaterales de carácter regional-, recurren a procedimientos muchísimo más extensos, disimulados y masivos en forma incomparable, pero igualmente eficaces, crueles, irreversibles y perversos, y que además los aplican en forma paralela a saquear toda la riqueza y recursos posibles de las naciones que han caido en sus garras, entregadas a la depredación con el apoyo cómplice y traidor de los gobiernos de turno de los países sometidos a un pillaje extenuante y a un holocausto igualmente conmovedor y espantoso, aunque silenciado por los dueños de la opinión mundial al ser éstos los mismos acreedores internacionales, esto es los representantes de los colosales grupos financieros y transnacionales que dominan y atracan al mundo.

¿Quiénes son los responsables de estas políticas de exterminio social de los pueblos de América Latina?

¡Los socios de los colosales grupos financieros y transnacionales (el verdadero poder del planeta, a quienes deben todos los países), responsables de haber convertido en un nuevo pero más gigantesco campo de concentración a todos las naciones en vías de desarrollo, para saquearlas, piratearlas y exprimirlas a niveles inauditos e inconcebibles (en los hechos para debilitar y extinguir biológicamente a los pueblos), son los círculos dominantes, oligarquías, roscas, argollas, las trincas cerradas, dueñas del poder político y económico, de cada uno de nuestros países.

Si revisamos los efectos de las políticas del FMI y del BM (instrumentos de extinción poblacional y racial) en todos los confines del mundo, pero sobre todo en el llamado Tercer Mundo, avistaremos el incremento ilimitado de la pobreza y sus secuelas de mortalidad infantil, insalubridad, desnutrición, analfabetismo, migración masiva, reducción marcada de las espectativas de vida, entre otros males sociales. Sin la menor duda podríamos sumar muchas decenas -y acaso centenas- de millones de difuntos, muchísimos más de los seis millones que se calcula murieron, conforme anotamos, en todos los campos de concentración utilizados en los años de la II Guerra Mundial.

Empero ahora se presenta un hecho complementario grave: la complicidad política, legal, moral y humana de los propios gobiernos de los países capitalistas en vías de desarrollo, verdaderos cómplices directos y corresponsables del genocidio a sus propios pueblos, traidores consumados contra la sobrevivencia misma de nuestras naciones, su vitalidad, y el destino y espectativas de vida de las próximas generaciones! ¡Ellos saben los efectos de sus políticas y las aplican como una gran tarea «histórica»! ¡Y se jactan de su «capacidad de tomar decisiones», frase que no esconde otra cosa que su espíritu genuflexo y de subordinación homicida, amaestrado en obedecer las órdenes que a ellos, seres sumisos y postrados de hinojos, les dictan los representantes de los dueños de los principales círculos financieros y multinacionales del mundo. Resulta aplicable con estos regímenes entreguistas lo que recoge el dicho popular: «Tan culpable es el que mata la vaca como el que amarra la pata a la estaca.»

Son las clases dominantes nativas el instrumento más directo o visible de este genocidio planificado. Son los gobiernos y partidos a su servicio, que se relevan en forma concertada en el ejercicio del mando, los que deprecian las monedas para confiscar una parte de las remuneraciones para disponer de mayores recursos para crecientes pagos de una deuda externa que jamás autorizaron ni usufructuaron los pueblos.

Para este mismo objetivo incrementan el costo de los derivados del petróleo, de los servicios básicos (agua potable -si acaso existe-, energía eléctrica, telefonía, costos administrativos); crean y alzan los impuestos en forma irrefrenable; cobran la salud y la educación, antes gratuitas, para que el dinero que antes se destinaba para estas actividades ahora vaya a manos de los acreedores injustificados; desaparece el dinero para mantenimiento vial y obras públicas en tanto se entregan concesiones a grandes compañías para que estas cobren peaje y pontazgo.

Asaltan el dinero de los fondos previsionales de la seguridad social para que esos montos se transfieran a los círculos financieros; regatean el dinero a los municipios y organismos seccionales para destinar al pago de esa misma inescrutable deuda, a la vez que autorizan que estas entidades incrementen tasas e impuestos que sobrecargan de mayores agobios a sus ciudadanos; cobran por adelantado las tasas de administración de «justicia» para financiar entidades a las que niegan recursos suficientes; envían a su casa a incontables miles de servidores públicos para quedarse con sus remuneraciones acumuladas y también atender con cantidades crecientes a los acreedores y tenedores de bonos de la deuda.

Y encima de todo ello, aceptando idénticas imposiciones del FMI y el BM, privatizan las empresas fiscales más rentables y jugosas para que éstas vayan a manos de las multinacionales y acreedores internacionales -en asocio con sus cómplices nativos que usufructúan migajas-, de tal modo que el agua, la telefonía, electricidad, petróleo, puertos, aeropuertos, sean eliminados como patrimonio público y se conviertan en botín de grandes consorcios allegados a las mismas transnacionales, que no trepidan en dar dinero, cohechar y corromper regímenes farsantes de todo signo, para robarse la propiedad social de las naciones!

De este modo los pueblos y países son esquilmados de manera tan brutal, que las naciones contemplan como van miles y decenas de miles de millones cada mes y año a las arcas de los acreedores, representados por el FMI y el BM, en tantos las naciones carecen de trabajo y recursos para alimentarse, para su salud, educación, y sobrevivencia misma. ¡Por ello se habla que lo único que han cambiado son los métodos del exterminio!

¡Mientras los nazis se robaban las joyas y los dientes de oro de quienes iban a hornos crematorios y cámaras de gas, estos hampones internacionales depredan al mundo entero! ¡En capacidad de robo y refinamiento del latrocinio los piratas de todos los siglos no llegan ni a compararse como si fuesen niños de pecho al lado de estos ladrones de la «más avanzada tecnología de todos los tiempos»! ¡Los gánsteres de Chicago no llegan ni a la suela de los zapatos de estos rateros cibernéticos!

Como se puede deducir de la simple observación de la realidad y las cifras, los métodos son los únicos elementos que han cambiado: la forma es en apariencia menos cruel, pero sus efectos son los mismos; incluso el tiempo para matar a enormes masas humanas, por parte del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es más breve; Hitler, Eichman, Goebbels, Himmler, deben lamentar no haber dispuesto de organismos tan expeditos para matar tantos millones de seres humanos, y en forma sólo de apariencia disimulada, como el FMI y el BM, y encima recibir homenajes de regímenes anfitriones corruptos, socios del pillaje ilimitado. ¡Y sin que nadie les enjuicie!

¿No merecerían por ello ir a un nuevo proceso de Nuremberg, o a la Corte Penal Internacional, todos sus culpables y cómplices?

¿No es acaso el gobierno de los EE. UU. el mayor responsable político, moral y penal de estas prácticas?

¿No es éste régimen el que dispone incluso de quienes deben ser, a título personal, las autoridades o verdugos de turno de este trapiche de la muerte para la humanidad entera? ¿No acaba de resolver George W. Bush que su subsecretario de Defensa, Paúl Wolfowitz, impulsor de la política militarista de Israel, director para Asia del Departamento de Estado en el régimen de Ronald Reagan, brazo derecho de Dick Cheney cuando éste fué Secretario de Defensa de Bush padre -durante la primera guerra del Golfo pérsico-, subsecretario de Defensa desde el gobierno de Bill Clinton, propulsor y codirector de las guerras «preventivas» contra Afganistán e Iraq, sea el nuevo Director del Banco Mundial, instrumento de la política imperial de los EE. UU. y sus aliados militares?

Que existen diferencias nadie lo duda. Los hechos lo comprueban. En las cámaras de gas, con «procedimientos artesanales», para matar millones de personas -en meses o años-, se demoraban mucho más que con los métodos de Wall Street y los más importantes grupos financieros del planeta -los acreedores de la humanidad-, lo que no modifica que lo hagan en forma igualmente preconcebida, cruel y perversa; con obvias diferencias: ahora ya no usan el gas y los hornos crematorios en locales cerrados de exterminio, sino que dichas tareas de debilitamiento humano y exterminio biológico son aplicadas en forma abierta, descarada, masiva e indiferenciada -a sabiendas de sus nefastos efectos- por el FMI y el BM, así como con el apoyo auxiliar de otros organismos multilaterales de carácter regional, que apuntan a similares objetivos (BID, AID, CAF), contando además con la adhesión entusiasta de los gobiernos oligárquicos cómplices de los mentalizadores de este genocidio y enemigos jurados de sus propios pueblos, esto es de las trincas, argollas, círculos y roscas que han asolado peor que las plagas bíblicas por siglos y generaciones a los pueblos de América Latina y el Tercer Mundo.

III

¿Existe genocidio?

Alguien puede, empero, suponer que exageramos al hablar de genocidio del FMI, el BM, aliados a los gobiernos sumisos y arrodillados a sus mandatos, pero no es así; de este error los vamos a sacar con los conceptos idiomáticos exactos y con los conceptos jurídicos de celebrados tratadistas del Derecho sobre la mesa. Para ello utilizaremos lo que dicen diccionarios muy calificados, para que se disipe cualquier duda al respecto.

Empecemos recordando en forma textual, de modo obvio, los conceptos correspondientes a Genocidio, término que de acuerdo al Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, RAE, XIX Edición, Madrid, 1970, pág. 662, significa «Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de religión o de política.» Concepto frente al cual cabe hacer la siguiente reflexión: ¿No se apunta acaso, con las políticas del FMI y el BM -ejecutadas con la complicidad lacayuna de los gobiernos entreguistas de turno- al «exterminio o eliminación sistemática de un grupo social»", como el caso de las naciones latinoamericanas, africanas o asiáticas, por razones obvias de carácter político y económico, y si acaso no subyacen razones de tipo socio-étnico, aspecto demostrable por una serie de hechos nada casuales?

El verbo transitivo «Eliminar», que proviene del latín «eliminare» (hechar fuera del umbral, fuera de casa), significa, según el Diccionario de la Real Academia española, edición referida, pág. 508, «Quitar, separar una cosa; prescindir de ella./ 2. Alejar, excluir a una o a muchas personas de una agrupación o de un asunto.»

«Exterminio», por su parte, significa «Acción y efecto de exterminar». Y «Exterminar» tiene el significado de «Echar fuera de los términos, desterrar./ 2. Acabar del todo con una cosa como si se desterrara, extirpara o descastara./ Desolar, devastar por fuerza de las armas» (Ibídem, pág. 600.).

«Genocidio», según el Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, de Manuel Ossorio y Florit, Editorial Heliasta S.R.L., Buenos Aires, 1982, pág. 334, tiene la siguiente conceptualización: «Derivado del griego (genos), raza o clan, y del latín (caedere), matar, el vocablo fue aplicado por primera vez por el penalista polaco Semkim, que lo usó para dar una denominación precisa al crimen sin nombre que tantas víctimas causó durante el auge del nacismo en Europa. El delito o crimen a que nos referimos ha sido caracterizado por el Derecho Penal Internacional, como delito internacional común, no político, de la máxima gravedad. Es un delito tendencioso y premeditado, que se cumple con el propósito de destruir, total o parcialmente, un grupo humano determinado. Es, además, un delito contínuo que puede exteriorizarse en forma individual o masiva.»

«El 12 de diciembre de 1948, la III Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó por unanimidad, la Convención sobre Genocidio, que entró en vigencia el 12 de enero de 1951, por un término de diez años, prorrogables tácitamente por períodos de cinco años para los Estados que no la hubiesen denunciado con seis meses de anticipación.»

«Genocidio», para el tratadista argentino Guillermo Cabanellas de Torres, significa «Crimen de Derecho Internacional, consistente en el exterminio de grupos humanos por razones raciales, políticas o religiosas, o en la implacable persecusión de aquellos por estas causas». (Diccionario Jurídico Elemental, de Guillermo Cabanellas de Torres, Editorial Heliasta S.R.L., Buenos Aires, 1993.).

Esto es precisamente, el «exterminio de grupos humanos», lo que impulsan las grandes transnacionales financieras, ubicadas sobre todo en Wall Street y en ciertos países (¿Qué grupo humano, racial y racista, maneja las finanzas del mundo?), dueñas y gestoras de las políticas del FMI y el BM, impuestas con la conducta complaciente y vendepatria de los gobiernos oligárquicos de turno, encaminadas a debilitar y destruir a los pueblos.

Pero para esta política preconcebida de debilitamiento y exterminio de grupos humanos y étnico-sociales inconmensurables, ¿qué métodos y medios utilizan? ¡Métodos distintos por supuesto a los empleados en las cámaras de gas y hornos crematorios -usados en la II Guerra Mundial- pero similarmente mortales! ¡Ahora se recurren a procedimientos mucho más refinados y disimulados: los «recetarios», «recomendaciones» o «políticas de ajuste» impuestas por el Fondo Monetario Internacional, FMI, Banco Mundial, BM, y otros organismos multilaterales, apéndices de los anteriores, manos distintas para objetivos criminales similares!

Pero en el campo estrictamente legal, jurídico y sociológico, no sólo debemos referirnos a lo que en forma conceptual y doctrinaria significa el genocidio, sino también debemos remitirnos a lo que establece el propio Derecho Internacional, como es el caso de la «Convención sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio», aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, y que luego de la ratificación estipulada por más de 50 países entró en vigencia el 12 de enero de 1961. Este instrumento va acompañado con la Resolución 96 (1), del 11 de diciembre de 1948, de la propia Asamblea General de la ONU, en el que se califica como delito y crimen internacional contrario al espíritu de las Naciones Unidas y de sus países miembros.

El Art. 2 de esta «Convención sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio» de las Naciones Unidas, de la que Ecuador es país signatario, dice en forma textual:

«En la presente Convención el genocidio significa cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, en todo o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como:

a) Asesinando a miembros del grupo;

b) Causando serios daños físicos o mentales a miembros del grupo;

c) Infligiendo deliberadamente sobre el grupo condiciones de vida tendientes a causar la destrucción física, parcial o total del mismo;

d) Imponiendo medidas dirigidas a prevenir los nacimientos en el grupo;

e) Trasladando por la fuerza los niños de un grupo hacia otro.»"

El Art. 3 de esta misma Convención señala que los actos que serán penados en cualquier rincón del planeta son los siguientes:

«a) El genocidio;

b) La conspiración para cometer genocidio;

c) La incitación directa y/o pública para la comisión del genocidio;

d) Atentado para cometer el genocidio;

e) Complicidad en el genocidio.»

Normatividad internacional también vigente en el Ecuador conforme lo establece el Art. 163 de la actual Constitución Política de la República, que señala: «Las normas contenidas en los tratados y convenios internacionales, una vez promulgados en el Registro Oficial, formarán parte del ordenamiento jurídico de la República y prevalecerán sobre leyes y otras normas de menor jerarquía.» Es decir que este Convenio está en concordancia con la Carta Magna y tiene valor jurídico superior -al tenor de lo establecido en el art. 272 de este mismo cuerpo legal- a las leyes orgánicas y ordinarias, decretos-leyes, decretos, estatutos, ordenanzas, reglamentos, resoluciones y otros actos de los poderes públicos de nuestro país.

Debe pues -para que se disipe cualquier duda- quedar absolutamente aclarado que el genocidio entraña también las políticas y decisiones encaminadas a debilitar y dañar física o mentalmente a la población de una nación, de un grupo étnico, racial o religioso, que debiliten biológicamente, produzcan angustia colectiva, destruyan sus perspectivas de vida o adelanten y propicien la muerte o enfermedad de los miembros de dichos grupos; como muy bien se define en dicho artículo 2 de la Convención sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio, sobre todo en los literales b), c) y d), que indican, en su orden: «Causando serios daños físicos o mentales a miembros del grupo»; «Infligiendo deliberadamente sobre el grupo condiciones de vida tendientes a causar la destrucción física, parcial o total del mismo», o -lo que también se viene cometiendo de manera inexorable y en forma silenciosa pero muy bien planificada- «Imponiendo medidas dirigidas a prevenir los nacimientos en grupo».

En base a los aludidos conceptos idiomáticos, de la doctrina jurídica de maestros de reconocido prestigio, o del propio Derecho Positivo Internacional, cuyas normas pertinentes de la ONU se han transcrito, ¿alquien puede dudar del genocidio que cometen con las políticas del FMI y el BM?

¿Pero quiénes son los instrumentos de este genocidio en América Latina o el Tercer Mundo? ¡Los gobiernos de turno, sean de derecha, nueva derecha (o «centro izquierda»), o populistas, esto es todos los regímenes agachados ante el imperio! A cambio de esta sumisión apátrida, los gobiernos entreguistas y arrodillados ienen «estabilidad», «créditos» y «comisiones». Los resultados obvios de estas políticas son evidentes: debilitan biológicamente -por el hambre, la necesidad y la desnutrición- a la mayoría absoluta de seres humanos de un país; saquean económicamente a límites intolerables a sus ciudadanos y a las arcas fiscales; y, oprimen políticamente a sus propios pueblos, con la única finalidad de mantenerlos sometidos e inermes hasta sacarles la última gota de sudor y sangre, con lo que los regímenes vendidos sirven a los dueños del mundo, sus verdaderos patronos y deidades!

¡No podemos cerrar los ojos y la conciencia ante las evidencias! ¡Con los «recetarios» del FMI y el BM los pueblos languiden de necesidad, sobreviven en la más atroz desnutrición y soportan las peores cargas tributarias directas e indirectas, en tanto las transnacionales y los acreedores internacionales se apoderan en forma sistemática y planificada de toda, absolutamente toda, la riqueza del Tercer Mundo, esto es de América Latina, Africa y Asia, y sobre todo de sus capas sociales más pobres, oprimidas y desamparadas!

¿Alguien entonces puede dudar que el conjunto de criminales y forzosas políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), de «ajustes" y reajustes», no son sino un menú de crueldades previstas y perversidades diseñadas con antelación por estas verdaderas bandas sofisticadas de asesinos amorales, que muy bien conocen las consecuencias de sus decisiones y los efectos de sus venenosas «recetas», que sirven para el «exterminio o eliminación sistemática de un grupo social»? ¿No es acaso el recetario fondomonetarista «un delito tendencioso y premeditado, que se cumple con el propósito de destruir, total o parcialmente, un grupo humano determinado», y que es, además, «un delito contínuo que puede exteriorizarse en forma individual o masiva»? ¡La respuesta es evidente, y la padecemos de memoria los pueblos del Tercer y hasta Cuarto Mundo!

IV

¿Existe un Estado Sicario cómplice?

El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española define de manera brevísima y precisa al sicario, al que describe como Asesino asalariado (XIX edición, tomo 2, pág. 1876, Madrid, 1992.). Pero, en la perspectiva de nuestro análisis, es preciso preguntarse: ¿puede haber o existir un Estado sicario, esto es una institución que, a través de sus representantes de turno, reciba dinero o comisiones para agobiar y eliminar a muchos seres humanos, incluso de su propio país? ¿Es esto posible? En la eventualidad de serlo, ¿de qué modo?

Recordemos que por lo general los círculos oligárquicos, por intemedio de sus partidos políticos defensores del Statu Quo u Orden Establecido, que manejan el Estado -por turnos convenidos-, mediante el uso amoral de fondos reservados o recursos manejados clandestinamente -con idénticos objetivos-, pagan sicarios para eliminar dirigentes populares o críticos de su gestión. Esta situación, de alianza de los angustiadores del pueblo con el «sicariaje depurador de adversarios» es muy conocida a nivel mundial, y mejor que en ninguna parte en América Latina.

Pero cabe insistir en la reflexión ya referida: ¿El Estado, como el representante de la sociedad, puede convertirse en sicario, esto es en «asesino asalariado»? Y la respuesta es sí, en la medida que quienes dirigen, conducen y encarnan dicho tipo de Estado reciben recursos o emolumentos (directos o indirectos, en dinero o en especie, en remuneraciones o privilegios, coimas o cohechos, asilos e impunidades), para convertidos en instrumentos asalariados de los acreedores internacionales (fuerzas ajenas a nuestros países) propiciar el debilitamiento biológico, la muerte masiva y la eliminación de incontables seres humanos de los mismos países a los que ellos dirigen.

Son las castas dominantes de América Latina, en los países capitalistas cuyos gobiernos están sometidos a las políticas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, las acaparadoras de la riqueza y las conductoras del Estado por herencia; son ellas las corresponsables y cómplices jurídicas, políticas y morales, en tanto son las ejecutoras de esas medidas criminales diseñadas por el alto mando de este macabro plan de genocidio silencioso a nivel mundial, que entraña la muerte masiva para colectividades nacionales enteras, conforme lo historia lo evidencia y la realidad lo constata cada día.

Cabe señalar, por lo demás -de entrada-, que si existen recursos para que se produzca un crimen, debe ubicarse al tenebroso mentalizador o autor intelectual de este inconcebible e imperdonable delito.

¿Quién podría en sus cabales pagar o entregar recursos para que quienes dirijan un Estado cometan semejante tropelía monstruosa, incompatible con una sociedad civilizada y humana? La respuesta es pública y es conocido el asesino bicéfalo (los grandes círculos financieros del mundo y las más poderosas multinacionales); perfectamente ubicable en todo el Tercer Mundo y, sobre todo, en América Latina a través de sus brazos visibles: el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, BM, criatura siamesa con dos nombres, dos apariencias y dos locales distintos, pero con un sólo interés y objetivo verdadero: saquear, esquilmar, despojar, exprimir, succionar, empobrecer, debilitar económica, orgánica y biológicamente a los pueblos, hasta extinguirlos!

Esta criatura siamesa es la encargada de despojar y exprimir a nuestros pueblos mediante las políticas que instrumentaliza a través de los gobiernos entreguistas de turno, sometidos a sus designios, encabezados por políticos y economistas formados en la metrópoli capitalista y por lo común encaramados en el poder mediante escandalosos fraudes electorales sustentados en la manipulación de los sistemas computarizados de elecciones.

Estos entes, el FMI y el BM, son los principales organismos encargados, mediante el saqueo y la depredación más descarada, de diseñar políticas de exterminio lento e inexorable de nuestros países -incluso en el campo biológico- y de nuestras poblaciones. El FMI y el BM son los instrumentos encargados por parte de los acreedores internacionales, bajo la cobertura de «estudios técnicos especializados», de diseñar las políticas de succión ilimitada de todos los recursos posibles, hasta límites insoportables e inauditos, para efecto de abonar los montos crecientes de obligaciones de la deuda externa en función de los intereses de los acreedores internacionales.

El FMI y el BM son los encargados de autorizar o entregar nuevos recursos -dinero y comisiones-, según se sometan o no a sus dictados depredadores, para que quienes manejan el Estado, por turno, aplicando sus políticas o «recomendaciones necesarias», literalmente maten de hambre y agobien de necesidad, en tenebrosa planificación, a los ciudadanos de su propio país.

Estas políticas planificadas de debilitamiento y exterminio social (de «ajuste y/o reajuste»), en función de los intereses bastardos de los acreedores y las multinacionales, tienen un objetivo político preciso: las naciones pobres del Tercer Mundo y, en forma particular, los pueblos asentados en zonas de recursos naturales extraordinarios, sean de América Latina, Africa o Asia, cuya riqueza buscar apoderarse.

Estas conductas de despojar, saquear y empobrecer a colectividades nacionales enteras, a las que los autoproclamados dueños del mundo creen grupos humanos desechables, debe ser desenmascarada, evidenciada y combatida sin cuartel ni tregua alguna. Lo que está de por medio es la vida misma de nuestras naciones y la garantía de sobrevivencia de ésta y, sobre todo, las futuras generaciones de la humanidad entera.

Sólo un ignorante redomado, un demente o un retrasado mental grave, no podría comprender que estas «recomendaciones» del FMI y el BM, cuyo origen es el pago ilimitado de una deuda de dudoso origen, llevan en forma cruel, perversa e inexorable, al debilitamiento sostenido y a la destrucción -incluso biológica- de naciones enteras, en la más flagrante política de violación a los Derechos Humanos -en la historia remota o reciente de la humanidad-, conforme se ha demostrado.

V

La apropiación del planeta

Se está llevando a efecto el plan más acabado de saqueo total que hubiese conocido la humanidad en su ya larga existencia. Se está exprimiendo a niveles inconcebibles a pueblos ya hambrientos y empobrecidos al máximo por concepto de una deuda que jamás la pidieron ni la usufructuaron. Pero esto tampoco es todo. Resulta probablemente el preludio de otro previsible mayor y último super genocidio que se consumaría con el brotamiento intensivo de las enfermedades originadas en retrovirus de laboratorio para extinguir físicamente a las masas hambrientas todavía sobrevivientes.

Resulta perceptible que todo lo detallado no es sino parte de un tenebroso plan de dominio y apoderamiento total del mundo, diseñado por las grandes corporaciones y círculos financieros del planeta.

Se aprecia que estamos viviendo en una PRIMERA ETAPA donde se tiene previsto expoliar a niveles inconcebibles a gran parte de la humanidad mediante el saqueo sistemático de familias y naciones, como jamás ha acontecido en la historia precedente.

Luego, con las economías de los países en vías de desarrollo devastadas -y la riqueza y ahorros exprimidos al máximo-, con sus recursos naturales transferidos o tomados por la nueva Roma y sus multinacionales -en parte como probable cambio de esa deuda externa impaga-, tendrían previsto ingresar en una SEGUNDA FASE, la de la reducción intensiva de los pobladores del mundo, la eliminación de las masas "desechables", la eliminación física de colectividades enteras. Recién entonces se haría realidad lo que fué aspiración del nazismo, sólo que ahora son otras manos y de otros grupos las que aparecen empeñadas en desaparecer masas humanas mucho más numerosas.

Quizá por eso el genocidio ahora es mayor y de procedimientos más sofisticados y refinados. Para ello, según se ha difundido en reiteradas veces por voces vinculadas a la ciencia, se habrían creado en laboratorios enfermedades tremendas, algunas ya conocidas, como es el caso del Sida, Mal de Ebola, Hantavirus, Viruela del Mono, Hepatitis C, y, según la Academia Rusa de Geopolítica, el Sears o gripe asiática, que pende como espada de Damocles sobre la colectividad nacional más numerosa del orbe. Este es el verdadero Apocalipsis que se atisba.

Este plan meticuloso de dominio mundial -que incluye la extinción o despoblamiento de buena parte de los habitantes del planeta-, insistimos, con el previsible uso de armas biológicas (para lo cual incluso han creado la cobertura encubridora y anticipada «justificación» de las eventuales acciones de inescrutables «terroristas»), sería el que pretenden aplicar los opulentos del planeta contra las colectividades nacionales víctimas de su avaricia insaciable y repulsiva codicia. Por supuesto que, para la consolidación de este plan cataclísmico de subyugación mundial, tampoco pueden descartarse las guerras abiertas contra los países arbitrariamente ya ubicados o a incorporarse en el artificioso Eje del Mal, y cuyo común denominador para enlistarlos es haber expresado su voluntad de resistencia al pretendido dueño subterráneo del poder planetario, su decisión de soñar y pelear para seguir siendo pueblos libres y soberanos.

Qién reclamaría a futuro? ¿Cuántos jóvenes menores de 40 años conocen lo que significó el Holocausto? ¿Quién se acordaría en el año 2.100 lo que se consumó hasta el año 2030 o 2040? ¿Cuántos recuerdan lo que aconteció en la II Guerra Mundial, con sus decenas y decenas de millones de muertos, que concluyó hace 60 años? ¿Quiénes controlan y supervigilan el sistema educativo, financian a cierta intelectualidad mercenaria al servicio de la justificación de sus acciones criminales, y son, además, los propietarios del sistema satelital así como las cadenas informativas del mundo entero? ¿No son las mismas multinacionales y círculos que controlan de manera monopólica los negocios de las armas, la deuda externa, las drogas y la banca a nivel mundial? Bien señala el propio Evangelio: «Quien tenga ojos para ver, que vea»

Cuánta razón dispone el texto petitorio del mausoleo del ejército antifascista en el Monte Vitkov, en Praga, en la entonces República de Checoeslovaquia, colocada sobre la tumba de los soldados de identidad desconocida de la II Guerra Mundial:

Manténte alerta, amigo, en la tierra que me cubre!

El derecho de exigirlo muriendo lo gané.

Caí en el combate cuando nació mi hijo,

para que él viviese y pudieses vivir tú.