La revolución naranja en Ucrania fue un acontecimiento alegre, una revolución liberal a favor de la democracia y la libertad. Viktor Yushchenko fue electo presidente y prometió a la población que la liberaría del miedo y la corrupción.
Lamentablemente, la nueva primera ministra, Yuliya Tymoshenko, heroína también de la revolución, optó asombrosamente por una política económica socialista y populista. Los resultados no se hicieron esperar. El crecimiento pasó del 12% el año pasado al 5% y la inflación es del orden del 15%. ¿De qué manera pudo ir todo tan rápido?
El mayor golpe asestado a la economía fue la política de reprivatización, que consiste en nacionalizar empresas pertenecientes a los oligarcas para a continuación volver a privatizarlas. En el caso de Kryvorizhstal, la primera empresa de acero de Ucrania, los propietarios sometieron el asunto a la Corte Europea de Justicia y los procesos continúan. Como el gobierno trata de nacionalizar gran número de empresas, los propietarios prefieren venderlas en Rusia o transferir allí sus capitales y, por supuesto, dejan de invertir. Además, en las declaraciones de la ministra de Privatizaciones y en las de la Primera Ministra se observa un apego al capitalismo de Estado. Finalmente, para financiar un aumento de los salarios en la función pública, el gobierno aumentó los impuestos a pesar de la promesa contraria de Viktor Yushchenko. El nuevo sistema fiscal ha obligado a miles de pequeñas empresas a cerrar sus puertas mientras que la política de control de precios sobre el petróleo y la carne está creando una situación de penuria.
Los amigos de Ucrania quieren explicaciones.

Fuente
Washington Post (Estados Unidos)

«Betraying a Revolution», por Anders Aslund, Washington Post, 18 de mayo de 2005.