Durante las últimas elecciones municipales en Arabia Saudita, la primera experiencia democrática de la nación, algunos se preocuparon por las cifras alcanzadas por los islamistas frente a sus rivales laicos. De hecho, presenciamos una tendencia similar en Turquía, Marruecos, Irak y un fenómeno idéntico puede esperarse en el Líbano, Palestina o Egipto. Esta tendencia no debe perderse de vista, pero sin provocar el pánico. En efecto, hace 30 años que se observa la evolución de este movimiento y yo noto un avance significativo que impulsa a esos partidos a convertirse en movimientos musulmanes democráticos, siguiendo un proceso comparable al que propició la creación de partidos demócrata-cristianos en Europa.
Para comprender esa evolución, debe recordarse que en los regímenes autoritarios, los únicos sitios donde es posible escuchar un discurso político contestatario son las mezquitas. Ello ha permitido a los islamistas entrar en la vida política y desarrollar los movimientos teocráticos que ya ejercían cierta influencia en la sociedad debido a sus actividades caritativas. Concebidos como más eficaces y honestos que el gobierno actual, los dirigentes de esos movimientos han ido ganando popularidad inclusive entre los árabes laicos. Actualmente, las dos terceras partes de los 1 400 millones de musulmanes en el mundo viven dirigidos por gobiernos electos democráticamente en los cuales los islamistas desempeñan un importante papel.
Los islamistas deben tener los mismos derechos que los demás para participar en las elecciones. Si se les impide hacerlo, pasan a ser grupos armados y pueden ser vistos como mártires. Por el contrario, su integración en los sistemas políticos los hace más pragmáticos. No debemos esperar que ellos cambien en un solo día, pero su integración en un riguroso marco legal y político permite dicha transformación.
Para lograrlo, los Estados Unidos deben adoptar un enfoque más pacífico, inspirado en el proyecto del «Gran Medio Oriente» o en la iniciativa de Barcelona de la Unión Europea. El modelo es el proceso de Helsinki de 1975, que ha tenido tanta repercusión positiva en la URSS.

Fuente
Jerusalem Post (Israel)
Jordan Times (Jordania)
International Herald Tribune (Francia)
El International Herald Tribune es una versión del New York Times adaptada para el público europeo. Trabaja directamente en asociación con Haaretz (Israel), Kathimerini (Grecia), Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania), JoongAng Daily (Corea del Sur), Asahi Shimbun (Japón), The Daily Star (Líbano) y El País (España). Además, a través de su casa matriz, lo hace de manera indirecta con Le Monde (Francia).
Taipei Times (Taiwán)
New York Sun (Estados Unidos)
Korea Herald (Corea del Sur)
The Australian (Australia)

«Islam Can Vote, if We Let It», por Saad Eddin Ibrahim, New York Times, 21 de mayo de 2005.
«Islam can vote, if we let it», Internaciónal Herald Tribune, 24 de mayo dei 2005.
El autor retoma de forma abreviada los mismos argumentos en:
«The Middle East enjoys a springtime of democracy», Taipei Times, 23 de mayo de 2005.
«Democracy’s not a devil for Islamists », The Australian, 23 de mayo de 2005.
« Middle East’s springtime of democracy», Korea Herald, 24 de mayo de 2005.
«The new Islamists», Jerusalem Post, 24 de mayo de 2005.
«Mideast’s springtime of democracy», Jordan Times, 26 de mayo de 2005.